Este es un blog internacional no siempre madrugador; una revista de prensa de medios tradicionales y no tan tradicionales que circulan por Internet, incluyendo las redes sociales. El objetivo es guiar al lector de lunes a viernes entre las informaciones relevantes del día sin descuidar el contexto.
Sobre el autor
Nací en otro siglo, en Venezuela, mitad español, mitad inglés. Siempre me gustaron las noticias internacionales. Con El País he viajado a guerras en medio mundo. He aprendido mucho, sobre todo a escuchar.
Romney sigue teniendo puntos débiles. El principal, el dinero. Más allá de sus empresas y los paraísos fiscales, es la distancia que impone su estilo de vida con un electorado carcomido por la crisis. En este encuentro con votantes confesó que el conducía un Mustang y su mujer un par de Cadillacs.
Ser el malo de la película en Hollywood es casi tan recomendable como ser el bueno. Los académicos premian la calidad de las interpretaciones, no la catadura moral o ética de los personajes. En política internacional ser el bueno es esencial; una vez conseguido el cartel, el protagonista se puede tomarse unas cuantas libertades: invadir países, bombardear otros, permitir la emisión de productos bancarios tóxicos o decidir quiénes son los malos oficiales.
Los Oscar de este año han premiado a dos malos oficiales y constantes: Irán y Pakistán. Ambos celebraron los premios (otorgados por su enemigo) como una gran victoria, un motivo de orgullo nacional.
El Oscar a la mejor película extranjera fue para la iraní Una separación, un espléndido retrato de la vida cotidiana, de la administración de justicia y el papel de la religión. Su director, Asghar Farhadi, aceptó el premio con la lectura de una nota en inglés, que las palabras las carga el diablo en países como el suyo. Se lo dedicó al pueblo de Irán, no a su Gobierno. Hizo mención al clima de intimidación y agresión que se vive, pero sin referencias explícitas a Ahmadineyad. De sus comedidas palabras, la imaginativa agencia iraní FARS dedujo un claro apoyo al programa nuclear.
Asad imita a otros grandes prestidigitadores de la historia reciente: Sadam Husein, Slobodan Milosevic, Muamar el Gadafi. Ninguno de ellos supo leer la realidad a tiempo; ninguno sobrevivió. El objetivo de Asad es también ganar tiempo, salvarse. Se siente inmune; está apadrinado por Rusia, que necesita sentirse superpotencia, más en periodo electoral y con un aspirante cuestionado en la calle.
En este vídeo divulgado por The Lede, residentes de Homs denuncian el uso de artillería pesada con proyectiles de alto poder destructivo 'made in Russia', como los morteros de 240mm.
El hombre encadenado se equivocó de escenario. Detrás de sus manos, el logotipo de Naciones Unidas, un 'logo' pretencioso rodeado de espigas cuando el fracaso mayor de la comunidad internacional, que dice representar, es el hambre constante de cientos de millones de personas. La reja que cubre los continentes no es decoración sino una premonición de la parálisis posterior, de la incapacidad de resolver conflictos como el de Siria. Este logotipo es un símbolo demasiado grande y ambicioso que se ha quedado vacío.
Las manos encadenadas del hombre representan lo contrario: lucha, inconformismo; son un símbolo lleno, caliente, pleno, actual, lucha por la libertad de expresión, de reunión, de prensa, de vida; la libertad primera es poder elegir.
Naciones Unidas no es un organismo democrático, eficaz. Mandan los burócratas en lo intrascendente y los poderosos en lo esencial. Los cinco países del Consejo de Seguridad con derecho a veto -Estados Unidos, Rusia, China, Francia y Reino Unido- son los que vigilan la ética de las relaciones internacionales, un eufemismo de intereses, de sus intereses. Los cinco grandes defensores de la paz son también los principales exportadores de armas, los beneficiados por la industria de la muerte.
No es el logotipo de la ONU donde está la lucha del hombre encadenado. Su esperanza está en la calle junto a miles de personas que perdieron el miedo al miedo, como en las primavera árabes y en el movimiento OccupyEverywere. Son hombres que sienten que no están muertos.
Hoy se reúnen los llamados Amigos de Siria. La cita es en Túnez, cuna de todas las primaveras árabes, de la esperanza de que la libertad es posible sin importar la raza, la nacionalidad o la religión. Son 70 países los que atenderán a la puesta en escena de la indignación de los que tan poco hacen. Hillary Clinton asegura que la comunidad internacional no puede permanecer indiferente, secuestrada por dos países. Se refiere a Rusia y China, que escaldados con lo sucedido en Libia bloquean una resolución en el Consejo de Seguridad.
El vídeo que encabeza el post fue emitido en la noche del miércoles por Chanel Four. Es el material grabado por Mani, un fotógrafo francés que no desea revelar su nombre y proteger así la posibilidad de regresar a Homs. Narra la vida cotidiana en la ciudad sitiada. En una entrevista de testigo protegido, emitida a continuación por el canal británico, Mani explica lo que sucede en Homs: un ataque contínuo y deliberado sobre civiles. No es el único trabajo de calidad realizado por periodistas occidentales. También está el reportaje de Ian Pannell, en BBC.
Mohammad Yahia al Wees tenía seis años, toda una vida por delante. Murió ayer por la mañana en Baba Amr, el barrio de Homs más castigado por la artillería siria. Yadia al Wees es un nadie de Eduardo Galeano, uno de tantos civiles que muere cada día en Siria sin que pueda contar su historia, protestar. Ayer fueron 80 los muertos, según fuentes de la oposición.
Los llamados Amigos de Siria se reúnen mañana en Túnez para tratar el conflicto. Estarán la Liga Árabe, la Unión Europea, la Organización de la Conferencia Islámica, Brasil y Estados Unidos. Sarkozy, en campaña electoral, reclama la apertura del un corredor humanitario, una idea que expresó el día anterior el Comité Internacional de la Cruz Roja.
Hay victorias que arrastran tanta letra pequeña que terminan por ser derrotas cotidianas. Tras la euforia de los líderes del Eurogrupo y del ministro heleno de Finanzas, Evangelos Venizelos, por el acuerdo alcanzado en la madrugada del martes, que permite en teoría liberar el segundo rescate a Grecia, llega la realidad. Esos 130.000 millones de euros destinados a evitar la bancarrota representan cinco años más de duro ajuste justo cuando las voces que critican el dios ajuste, ante su evidente falta de resultados, empiezan a abrirse paso en el discurso general.
Como sucede casi siempre en la Unión Europea, primero se publicita el acuerdo y después se corre para poner en práctica lo que no estaba tan cerrado como se dijo. El Financial Times asegura que Grecia tiene nueve días para aplicar lo pactado en Bruselas antes de recibir el dinero. Lo acortado son más ajustes sobre los ajustes aplicados. Entonces, ¿qué celebraban?
El hombre de la foto, el de la botella medio vacía o medio llena, debería patentar el grafiti antes de que lo haga su autor; después podría vendérselo a la Unión Europea y pagar sus deudas y la parte proporcional de la nacional que estadísticamente le corresponde. A Bruselas le encantan las negociaciones nocturnas, maratonianas y al borde del precipicio, una especie de ruleta (rusa): todo o nada. El segundo rescate a Grecia se convirtió esta madrugada en una obra de orfebrería no apta para impacientes. Se discutió cada coma, se peleó cada palabra. La principal: vigilancia, en pugna contra otra: soberanía. Ganó la primera: quien paga, manda. El acuerdo augura un día de euforia (temporal) en los mercados.
Ha sido un esfuerzo titánico por evitar la bancarrota. Gavin Hewitt, de BBC, explica el significado real de la palabra: no pensiones, no salarios, un Estado fallido. Hewitt se pregunta cuánto tiempo hace que el presidente del Eurogrupo, el luxumburgués Jean-Claude Junker, no pisa las calles de Atenas. Cuánto tiempo hace que no las pisa el comisario de Economía de la UE, Olli Rehen. No se puede decidir el futuro de un país, de una población, sin pasar al menos un tiempo mínimo con ellos. Las calles de Atenas, escribe Hewitt, están repletas de personas que duermen al raso, de miles de personas que guardan cola en los puntos de distribución de alimentos. Muchos de ellos tuvieron una vez buenos trabajos.
Aunque todo parece dramático, blanco o negro, las cosas no son tan simples. En la Unión Europea casi nunca hay una verdadera batalla final, se alcanza alguna componenda de última hora más o menos compleja que llaman acuerdo; una forma de ganar tiempo, distraer a los mercados y posponer una solución real. Un segundo elemento juega a favor del compromiso: nadie está seguro de los efectos de una eventual bancarrota en el resto de Europa.
El hombre es un contraluz, una sombra delante de un panel luminoso que muestra las cotizaciones de las principales divisas. La foto fue tomada el 14 de febrero en una calle de Tokio. Ese día, el yen sufrió fuertes descensos por la decisión del Banco de Japón de suavizar la política monetaria para proteger su moneda, convertida desde hace meses en refugio frente a la crisis del euro. La reacción a la baja probó la escasa fe de los mercados sobre la utilidad de la medida.
El hombre-sombra no mira las cotizaciones; parece más interesado en el suelo y en sus pensamientos que en los vaivenes del compro, vendo. Quizá deba una hipoteca de varias vidas de duración con un interés excesivo y su preocupación sean los tipos de interés y conservar el empleo. Cuando todo se derrumba, un hogar pagado es el escondite perfecto: da invisibilidad, quita problemas. El hombre lleva un paraguas abierto. Debe de llover porque se aprecian gotas en el objetivo de la cámara que disparó. El paraguas es también un muro que protege y aisla de la crisis, un tipo de lluvia ácida que siempre se mueve de abajo a arriba sin llegar nunca a la cabeza.
Dentro del hombre reducido a un contraluz viaja una historia: voces, imágenes, ilusiones, esperanzas aún vivas o ya marchitas; dentro viaja una vida que nadie escucha. Contar vidas que informan y dan contexto es el trabajo de los periodistas; contar o descontar yenes, el de los banqueros.