Salvador Camarena

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es periodista y locutor de radio. Se ha propuesto hacer de este espacio una red de amigos en el continente.

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De personajes y finales felices

Por: | 28 de noviembre de 2010

Boda
Foto: HENRY ROMERO / REUTERS

Por definición, las telenovelas tienen un final feliz. Están hechas para entretener a partir de enredos  reiteradamente absurdos y sus personajes no tienen profundidad, sólo excesos: de bondad, de maldad, de vileza, de generosidad, de hermosura y fealdad. El destino atenta primero contra algunos de ellos, que serán reivindicados también por el destino cuando los malos, inicialmente en ventaja, sean defenestrados. 

Por definición también, cualquier matrimonio es un asunto público. Es formalidad y manifestación de una voluntad, y un compromiso, delante de un colectivo, sea este del tamaño que sea. Es tan de la esfera pública que en unos participa un ministro de algún culto más o menos universal y en otros un representante del Estado. Y en algunos ambos, por supuesto. Hasta ahí, nada de extrañar que un señor de nombre Enrique Peña Nieto, viudo, y una señora de nombre Angélica Rivera, divorciada, quieran que el mundo sepa que se quieren. Y nadie tiene ningún derecho a cuestionar la legitimidad del deseo que les lleva a tal decisión. Imaginemos si en nuestras propias y similares situaciones cualquier tercero quisiera cuestionar la honestidad de nuestros sentimientos hacia la respectiva pareja. Inadmisible.

Así que si dicen quererse y decidieron casarse, bien por ellos. El problema es que él no es un ciudadano común. Y sus actos no son lo de un mexicano cualquiera. Y llevar su boda de un acto público a uno mediático de obvia intención electoral obliga a que otros, que pasarían de largo ante decisiones individualmente soberanas, se tengan que detener a reflexionar un poco al respecto.

Enrique Peña Nieto decidió tiempo atrás construir un personaje y su disciplina en ese proyecto es envidiable. Ese personaje primero fue "joven" en un mundo de dinosaurios. Luego, "cumplidor" en un panorama de sinvergüenzas que iniciaban obras y las entregaban a medias o ni eso. Ahora, quiere ser "cercano", quiere ser como cualquiera: chambear, quedarse en mangas de camisa, entender a los mexicanos de a pie, abandonar el olimpo de los zapatos de fina suela que no pisan el asfalto (Spota dixit) y estar a flor de tierra. Y por supuesto, quiere que lo veamos como un señor cualquiera, que trabaja duro para alcanzar sus sueños de superación, de felicidad, para vencer la adversidad e incluso llegar a  casarse con alguien atractivo.

Si Peña Nieto no hace grandes discursos, ni fija definiciones claras, ni elabora una idea para pasearla en universidades y foros es porque simplemente los grupos de enfoque de la mercadotecnia política dicen lo obvio: que por el momento esas ideas no se las van a preparar porque con eso el personaje no va a crecer entre la masa; que por lo pronto se puede dar el lujo de no tener consigo a la clase media que no perdona al PRI, que ya llegará el tiempo en que --creciendo desde abajo-- su personaje sea un fenómeno tal que triunfe como las telenovelas de éxito, cuando aun los más rejegos nos rendimos ante Rubí (el gran personaje de Fanny Cano o de Bárbara Mori, según la generación, se fijan que las historias son las mismas, que sólo se reeditan), y similares.

Vivan los novios. Sabemos quién es ella. Profesión actriz. Sin embargo, aún no sabemos quién es él, pero de que es un gran personaje, eso que ni qué. Ya pronto será el tiempo, obligado, de hacer el balance de la administración del gobernante Peña Nieto, que se mueve en el terreno de la política, disciplina más parecida a las farsas que a las telenovelas. Pero hoy es la tornaboda, así que en estas horas sólo toca seguir ocupándose de los protagonistas de esta ceremonia cuyo final, a diferencia de las telenovelas, está lejos de escribirse, y cuyos personajes son muy interesantes.

 

Regatear indignación

Por: | 25 de noviembre de 2010

A 20 michoacanos se los tragó la tierra. No fue un accidente, ni un capricho de la naturaleza. Este miércoles supimos que murieron por una "confusión". Que los enterraron vivos porque un cártel de Acapulco creyó que esos pobres hombres pertenecían a otro grupo criminal que quería infiltrarse en su territorio, el puerto más famoso de México. Lo de "su" en este caso es un término preciso: si cuentan con hombres, vehículos, la complicidad de la policía y el temor de la población, los delincuentes saben que pueden delinquir a gran escala y a plena luz del día sin temor alguno.

La mañana de este miércoles la policía federal mexicana presentó ante la opinión pública al suegro de un capo que tuvo a bien informar que los michoacanos, de quienes ya se recuperaron 18 cadáveres, murieron por la estupidez de los criminales locales. La confesión de este señor, al que apodan El Charro, reivindica la versión de los familiares de los asesinados, que desde el primer momento de la desaparición demandaron que se buscara a sus seres queridos, que no se les echara en la abultada cuenta de las personas a las que nadie busca “porque seguro andaban en cosas turbias”, víctimas a las que simplemente se criminaliza, como si fueran coautores de su propia muerte violenta.

Ya le tocará a cada quien sacar en claro cuánto dejó de hacer para no estar al lado de las familias de los michoacanos "levantados". Por ejemplo: ¿el diario que con fuentes anónimas publicó en su primera plana que sí había nexos entre los asesinados y los criminales, se retractará? Pero no se trata de señalar a otros sin pensar en uno mismo: 20 personas desaparecieron en Acapulco, sus familias nos dijeron a qué se dedicaban los secuestrados y defendieron la honra de los suyos, los hechos les dieron la razón y un mes después 18 cadáveres fueron desenterrados de una fosa clandestina, ¿y la sociedad mexicana, cada uno de nosotros, volveremos a actuar con duda, con desconfianza, regatearemos de nuevo indignación cuando los estúpidos criminales vuelvan a dar un zarpazo, por error o deliberado, a la población?

¿La hora de los portales informativos?

Por: | 23 de noviembre de 2010

Diez años después de que dos de los principales diarios de México, El Universal y REFORMA, iniciaran su versión digital interactiva con actualizaciones en tiempo real, se calienta la competencia de webs informativas en el ciberespacio mexicano. Con diferencia de prácticamente unas horas han nacido en los últimos días La Silla Rota y Animal Político. Ambos portales siguen el camino iniciado el año pasado por Eje Central, del periodista Raymundo Riva Palacio.

Aunque en la capital de México se publican todos los días alrededor de 20 periódicos (alguien podría  objetar que a varias de esas publicaciones se les dé el título de "periódico"), es interesante recordar cómo es cíclico el nacimiento de nuevos medios impresos en la capital mexicana. Luego del golpe a Excélsior en 1976, surgen ese mismo año Proceso, y al año siguiente el tabloide unomásuno. Pasarían siete años para que surgiera La Jornada (1984), nueve para que naciera REFORMA (1993), y siete para que llegara Milenio (2000). El decano es, por supuesto, El Universal, que va en su año 94, 41 de ellos con Juan Francisco Ealy Ortiz como director general. Desde el surgimiento de Milenio sólo cabe mencionar la llegada al mercado de Récord (diario deportivo) La Razón (con seis ediciones a la semana) y Publimetro (gratuito). Y mención aparte merecen El Financiero (fundado en 1981, muy mermado hoy en día) y El Economista, lanzado en 1988 y con nuevo dueño desde 2009). Este breve recuento histórico obliga a preguntarse: ¿alguno de los nuevos portales se convertirá en una opción de gran calado, de alguna que represente la incorporación de una oferta refrescante como en su tiempo lo fueron La Jornada, REFORMA o Milenio?

Una nota curiosa de este momento digital para el periodismo es que a la cabeza de las novedosas plataformas están personas que han participado en la dirección editorial de El Universal. Roberto Rock, de La Silla Rota, ha ocupado dos veces el mando de la redacción de Bucareli 8, y tiene ahí una larga carrera. Raymundo Riva Palacio estuvo durante un año al frente del impreso. Y, de manera más efímera, Daniel Moreno fue el brazo derecho en la brevísima gestión de Ramón Alberto Garza, en el año 2002. Por cierto, éste último periodista también tiene una publicación digital, Reporte Indigo, que sin proclamarse como un periódico digital ha dado diversos golpes informativos en su vida que ya dura cinco años.

De alguna manera este momento recuerda al inicio de la década, cuando en lo que luego se llamó la burbuja de los punto-com surgieron diversas iniciativas que arribaron demasiado pronto al mercado web y murieron de inanición. Dejando a un lado la sempiterna pregunta de si habrá ya un mercado publicitario para que en el corto plazo (dos años) estas ediciones logren viabilidad como negocio, surgen para mí otras dos cuestiones cruciales: ¿lograrán estos medios producir el contenido informativo necesario para que no sólo los periodistas notemos su existencia, para que sobre todo el público lejano a las redacciones empiece a reparar en la necesidad de seguir cotidianamente estas opciones? Y en segundo lugar, ¿se constituirán como importantes opciones laborales para periodistas nuevos y/o experimentados que han padecido la reducción de plazas?

Eje Central, La Silla Rota y Animal Político se distinguen de cnnmexico.com, surgido hace nueve meses, en que no se incrustaron en otra redacción preexistente (cnnmexico es parte de Grupo Expansión, perteneciente a Time Warner). Por cierto, Rossana Fuentes Berain, vicepresidenta de contenidos de Grupo Expansión, también fue, entre muchos otros cargos en otras empresas, subdirectora de El Universal. 

A las puertas del arranque de la temporada electoral de 2012, al parecer ha nacido por fin un nicho de publicaciones periodísticas digitales, espacio que empezará a calentarse en cuestión de nada. Ojalá esta competencia genere mejor periodismo, tanto a cargo de las empresas "tradicionales" como de las nuevas iniciativas. Todos saldríamos ganando.  

 

AMLO... It´s Alive

Por: | 18 de noviembre de 2010

La otra noche un experimentado político mexicano reflexionaba en el Teatro Real de Madrid sobre el poder que le atribuyen a Enrique Peña Nieto. "Es curioso lo que hace la percepción. Si indebidamente la gente piensa que usted es rico, sus cuentas bancarias no se modificarán. Pero si la gente cree que usted tiene poder, aunque no lo tenga su capital político crece". La frase surgió al revisar sobre el papel que le atribuyen al gobernador del Estado de México en la recientísima aprobación del presupuesto de Egresos de la Federación para 2011, pero se puede aplicar sin duda también a Andrés Manuel López Obrador, que ha logrado ya sacudirse de encima lo peor del 2006: ya no es el ex candidato-mal perdedor de esa elección; es en cambio cada vez más el factor decisorio en los procesos electorales y políticos cotidianos que involucran a la llamada izquierda mexicana, y al mismo tiempo un enigma creciente por el rol que jugará en la renovación presidencial de 2012.

La mejor noticia para López Obrador es que ya nadie lo da por muerto, como pasó durante años. Tampoco es que alguien se atreva aún a asegurar que podrá reeditar su calidad de finalista puntero en la carrera presidencial, pero su peor escenario podría ser hoy uno que le permita regatear carteras y posiciones, además de espacio político, en la amplia red federal como lo ha hecho hasta hoy en el Distrito Federal. El amago desestabilizador ha sido el arma política con la que el tabasqueño ha logrado someter al jefe de gobierno del Distrito Federal Marcelo Ebrard a sus ritmos. Todo este tiempo, el gobernante de la capital ha vivido bajo la zozobra de no saber cuándo las huestes de López Obrador tomarán de nueva cuenta la ciudad más importante del país.

Imaginemos que sin embargo, la rehabilitación política del ex candidato presidencial que perdiera por medio punto porcentual no le alcanza para creer que podrá quedarse con la silla presidencial. Uno, eso no descarta que juegue en la elección, participando de debates y gozando de cobertura mediática hasta el final mismo de la campaña. Dos, en una reedición bastante sui generis de la historia reciente, AMLO se podría convertir en su propio invento, podría jugar a ser él mismo un Juanito. Dicho en otras palabras: con un puñado de puntos de preferencia electoral en la bolsa, podría ofrecer que pedirá el voto para otro, a quien someterá a una negociación muy desigual, pero indispensable para quien resienta la falta de esa diferencia de apoyos electorales. Voten por él y estarán votando por mí, dirá mientras su nombre aparezca en la boleta. Y si ya le funcionó en Iztapalapa, y sin ofender a la gente de ahí, ¿qué impediría que la maniobra funcionara a nivel federal? Al final de cuentas, hoy AMLO como Peña Nieto sacan el mejor partido a este síndrome social de la gente que se pregunta por su real poder. A diferencia del gobernador de fama creciente, el político tabasqueño se sacude el polvo de las catacumbas en las que cayó por errores suyos y acciones de sus contrincantes para gritar de sí mismo, su mejor invento, It´s alive.

De taxis y asaltos

Por: | 16 de noviembre de 2010

Una persona que en un tiempo dirigió el Metro de la Ciudad de México me dijo alguna vez que la culpa de los embotellamientos viales la tenemos los ciudadanos: “mira, cuatro amigos sureños decidimos ir a cenar a Polanco y ¿qué hacemos? Pues vemos de lo más normal que cada uno se traslade hasta allá en su auto”. Cuatro traslados, cuatro espacios de estacionamiento, cuatro cuotas de valet y una aportación nada modesta al caos en que se ha convertido esa colonia. Yo no sé por qué hice caso a esa persona la pasada noche del viernes.

Estaba –sin auto-- donde comienza el norte del Distrito Federal. Aprovechando que la productora  de mi programa de radio iba para allá, quedé a cenar en la Condesa. Perfecto. 1020 pm, mesa en el Merotoro. Estupenda sopa de mariscos estilo clam chowder y mejor aún el rissoto con espárragos. En el auto de mi novia nos fuimos hasta Villa Olímpica donde, iluso de mí, pensé sería sencillo tomar un taxi que me llevara a la Del Valle, mi colonia.

Afuera de Villa Olímpica hay un sitio de taxis. Llamamos. Preguntaron la dirección del destino y, tras hacer sabe dios qué cálculos, dijeron que la tarifa era de 140 pesos. 140 pesos por una distancia de 14 kilómetros, trayecto básicamente a lo largo de avenida Insurgentes. Un momento, pensé. ¿No había sólo dos tarifas autorizadas? ¿La de los Libres y la de los taxis de Sitio? ¿Y ésta no tiene ya un sobreprecio fijo? ¿No es la tarifa más 20 pesos de banderazo? Pensé que estaba perdiendo el tiempo así que marqué a los taxis que he usado desde hace 16 años que llegué al DF. Me fallaron de nuevo, como ha venido ocurriendo últimamente. No son muy sureños que digamos (no los culpo, por ello). Fuck. Casi la una de la mañana y cero ganas de tentar al destino tomando un taxi de la calle. En un contrasentido total, y debido a mi necedad de no aceptar el abuso, tomamos el auto y fuimos a otros sitios de taxis: idéntica tarifa en el primero, y 180 pesos pedía el tipo del sitio de afuera de Perisur. Cuando vio mi cara, quiso negociar: deme 160.

Primero pensé que estaban locos. Luego, y ustedes podrán hacer lo mismo, deduje que los locos en todo caso somos otros.

Los taxistas cobran eso porque pueden, porque el gobierno del Distrito Federal se los permite, porque lo tolera, y porque saben que, como con los homicidios, es bajísima la posibilidad de que les echen guante. Entro a la página de la dependencia que “regula” los taxis, oficina del inefable Armando Quintero. Presume “Un sitio del portal ciudadano del Gobierno del Distrito Federal”.  Sólo que no hay información para los ciudadanos. Hay para los taxistas y para los aspirantes a taxistas. En un rincón encontré las tarifas autorizada de “banderazo”. Es en efecto, 20 pesos para radio taxi. De 9.60 en los de sitio. Y de 6.40 en los de “base”. Nada de sobreprecios nocturnos ni tanteómetros. No dice nada. Como no dice cuántos taxis hay, o cuántas denuncias tienen por taxistas abusivos. En estos tiempos de Internet, que cada que uno va a reservar un hotel se fija en lo que los usuarios dicen de ese establecimiento, la Setravi pide que le envíes tu queja pero el formato respectivo exige datos como si uno estuviera pidiendo la concesión de una tarjeta bancaria.

A quienes hayan llegado hasta aquí, ya termino el cuento. Pedí prestado un auto. Lo que significaba además torear al posible alcoholímetro, pues una copa de vino y un gin en las rocas pueden, yo qué sé, significar el rebase de los .40 miligramos de alcohol por litro. Llegué a mi casa una hora después de lo planeado. Al día siguiente, tuve que conducir a entregar el auto que me habían facilitado, con lo que resultó absurdo mi intento por “ser consciente” en el uso del vehículo.

Hace unos estudiantes me contaron que ellos evitarían la ruleta de conducir luego de ingerir bebidas alcohólicas si los taxis que están afuera de los antros no abusaran con tarifas absurdamente altas. Esa noche les di la razón. Todo esto a algunos podrá parecerles insignificante o nimio, comparado con los “enormes problemas que México enfrenta…”. Ahora que han pasado unos días, pienso justo lo contrario. Que esta detalle cotidiano –que a mucho ni sorprenderá-- muestra profunda descomposición. Uno sabe que los delincuentes son eso, gente que te sorprende y, mediante amenaza o fuerza, te somete a su voluntad. Pero una sociedad que institucionaliza el abuso ha perdido la razón. Los taxistas ni se inmutaban ante mi protesta. Saben que un usuario no tiene alternativa a esa hora, y que nadie está tan loco como para pensar en que una denuncia, en ese momento o después, prosperará. Es el negocio perfecto: a esos taxistas les conviene que otros taxistas asalten. Orilla a la clientela a no jugársela tomando un auto “libre” y hace casi obligatorio pagar lo que sea, o caminar 14 kilómetros.

Al día siguiente, tras entregar el auto en Villa Olímpica, por fin tomé un taxi de la calle. El taxímetro marcó 48 pesos y 52 centavos a mi casa. Entiendo que las tarifas nocturnas son necesariamente más altas, pero ¿de verdad deberíamos considerar normal que diferencia sea de 90 pesos con 48 centavos, como pretendían los abusivos? ¿Si como ciudadanos no podemos ni someter a la norma a unos taxistas, cómo queremos reordenar la ciudad, el país? IMG00901-20101113-0848

Desafiar mata

Por: | 10 de noviembre de 2010

La detención de varios supuestos narcotraficantes en Ciudad de México (Foto:EFE)

Aunque es pronto para considerarlo ya una tendencia consolidada, la reciente eliminación del narcotraficante Antonio Ezequiel Cárdenas Guillén nos obliga a preguntarnos si hemos llegado a un punto donde se puede decir que el Gobierno mexicano podría comenzar a reclamar para sí un poco más de respeto de aquellos que le desafían, o atenerse a las consecuencias.

La muerte el viernes 5 de noviembre pasado del jefe del Cártel del Golfo se da menos de doce meses después de que la Marina Armada de México eliminara a Arturo Beltrán Leyva,  y a escasos 100 días de la caída, también a balazos pero esta vez del Ejército Mexicano, del prominente líder del Cártel de Sinaloa, Ignacio Coronel. Si a eso se suma la captura de Edgar Valdez Villarreal, mejor conocido como La Barbie, tenemos que en menos de un año hay cuatro capos menos, tres de ellos muertos.

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