Por más que le da vueltas y vueltas en su cabeza, Isaura no recuerda cómo pudo escapar del fuego. Sabe que “un joven” fue el artífice de que hoy pueda contarlo. Sabe que el anónimo joven comandaba un enjambre de veinte, treinta personas a las que a gritos pidió sujetarse de las manos y guió en medio del humo. Sabe que llegaron a una puerta de “emergencia” y que por más que intentaron nunca pudieron abrirla. Sabe que sus pies descalzos tropezaban con gente que yacía en el suelo para siempre. Y sabe que muchas de las muertas del Casino Royale son gente que no pudo salir porque eran mayores de edad.