El presidente del PSE, Jesús Egiguren (d), habla con uno de los hijos de
Arnaldo Otegi durante la entrega de los IX Premios Gernika por la Paz y
la Reconciliación. (EFE/MIGUEL TOÑA)
Ram Manikkaningam, coordinador del Comité de Verificación Internacional del Cese definitivo de ETA, advirtió en su visita al País Vasco en febrero del riesgo de que si la consolidación del final de ETA no se realizaba ordenadamente podría producirse una escisión en la banda terrorista. Lo acaba de confirmar un informe Europol.
Evidentemente, un Estado de derecho como el español tiene todos los argumentos para rechazar lo que puede interpretarse como un chantaje de la banda terrorista ETA. Pero las cosas son mas complejas. El Gobierno del PP ha podido constatar que en el casi año y medio del anuncio del cese definitivo de ETA, el terrorismo ha dejado de hacer acto de presencia en todos sus extremos, incluida la kale borroka, o la extorsión. El Gobierno dispone de armas para responder democráticamente a esta nueva situación como le vienen reclamando peneuvistas y socialistas (flexibilización de la política penitenciaria, acercamiento de presos etarras al país vasco).
Ir eliminando las medidas de excepción, impuestas cuando ETA estaba en activo, no es ceder al chantaje terrorista; es contribuir a cerrar una herida abierta hace décadas en el País Vasco y España, cuya consecuencia mas sangrienta son las más de 800 personas asesinadas por ETA. Y dirigir, con ello, un guiño a quienes desde la otra trinchera trabajaron, es verdad que muy tarde, para convencer a ETA de que abandonara definitivamente el terrorismo.
El caso más claro es del Arnaldo Otegi, al que hoy 26 de abril, 76º aniversario del bombardeo de Gernika por los nazis, el Ayuntamiento de esta localidad, la fundación Gernika Gogoratuz, la Casa de Cultura, el Museo de la Paz y el primer edil de la ciudad alemana de Pforzheim le han concedido el premio anual Gernika por la Paz y la Reconciliación 2013 junto con el presidente del PSE Jesús Eriguren. El año pasado se lo concedieron al expresidente alemán Roman Herzog y a la red social por la paz Lokarri. El premio lo recogieron los hijos de Eriguren y Otegi, al encontrarse este último en la cárcel.
Otegi fue condenado a seis años de prisión por colaboración con banda armada por el caso Bateragune. La paradoja es que su delito, la reconstrucción de Batasuna, era para contribuir al cese definitivo de ETA como demuestran los hechos. Otegi lleva cumplida más de la mitad de la condena y su recurso ante el Tribunal Constitucional está pendiente de que el alto organismo se reúna para tomar una decisión que se prorroga en el tiempo y que, a todas luces, sería absolutoria.
Que el Tribunal Constitucional cumpla con su obligación o que el Gobierno flexibilice la política penitenciaria con los presos etarras, de acuerdo con sus propias normas y tras año y medio de cese definitivo, no es claudicar al chantaje del terrorismo. Es una cuestión de sentido común que, además, contribuiría a disipar riesgos inútiles.
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