En febrero, durante la visita al País Vasco de Ram Manikaningam, coordinador de la Comisión de Verificación del cese definitivo de la violencia, alertó al Gobierno y a los partidos vascos del riesgo de una escisión de ETA si no se optaba por un final ordenado. Manikaningam lo decía tras entrevistarse con la dirección política de ETA, instalada aún en Noruega, lo que otorgaba a la información de un valor, aunque también algunos interpretaron que la banda utilizaba al representante internacional para dirigir un chantaje político al Gobierno: O aceptáis el diálogo o ya sabéis a lo que os arriesgáis.Unos meses después es un sector de la policía el que vuelve a dar pábulo a la posibilidad de una escisión en ETA.
La hipótesis de una escisión, sobre la que hay opiniones variadas en los estamentos policiales, no es contemplada por la izquierda abertzale, el antiguo brazo político de ETA. Coincide con Manikaningam en la mayor: que la decisión de la dirección de ETA de abandonar la violencia, anunciada en octubre de 2011, es irreversible. Pero va más lejos. Descarta una escisión y afirma que la dirección de ETA controla la situación interna. Y en el caso extremo de que alguien realizara un atentado en nombre de ETA, su actividad apenas tendría recorrido porque lo desautorizaria por violentar los estatutos de Sortu que rechazan todo tipo de violencia, incluida la de ETA.
Lo que se espera de ETA en los próximos días o semanas no es una escisión sino un comunicado pronunciándose sobre la reclamación que hoy han escenificado en San Sebastián los expertos internacionales: avances en desarme; asunción de la reinserción individual de sus presos y reconocimiento del daño causado a sus víctimas. Vendría muy bien que estas medidas fueran acompañadas por una flexibilización de la política penitenciaria por parte del Gobierno central, como se lo reclaman reiteradamente la mayoría de los partidos vascos.