Jay Carney ha sido noticia dos veces a lo largo de este año: en el momento de su nombramiento como portavoz de la Casa Blanca, en enero, y hace pocas semanas porque cambió su modelo de gafas. Este último detalle no pasó inadvertido a los corresponsales que cubren diariamente sus conferencias de prensa, que creyeron ver en ello un intento disimulado de cambio de imagen.
Jay Carney, en dos imágenes, con sus anteriores y sus actuales gafas. (Foto Getty)
De poco valió la explicación de Carney de que había perdido las otras en un paseo en bicicleta con su hijo. El contraste entre el modelo anterior, más juvenil y moderno, con el actual, más serio y doctoral, era demasiado notable como para no sospechar que ese pretendido extravío escondía una preocupación por la apariencia, demasiado alevín, del hombre que con más frecuencia sirve de voz y rostro del presidente.
Si es así, la "operación gafas" no ha tenido un gran efecto. El mero hecho de que solo haya sido noticia por ese detalle indumentario es una prueba de que, en los meses que lleva en el puesto, Carney no ha conseguido ganar autoridad en sus palabras, relevancia en los medios de comunicación ni especial simpatía entre su exigente audiencia.