La sala principal de The Situation Room.
La presidencia de Estados Unidos es el más importante centro de poder del mundo. Ninguna otra institución, ni siquiera de carácter internacional, toma decisiones que afecten a un mayor número de personas de más países. En la medida en que los intereses norteamericanos son de carácter planetario, en la Casa Blanca se despachan diariamente asuntos que afectan a lugares remotos y a millones de inviduos que ni siquieran saben que, en alguna medida, están siendo gobernados desde aquí.
La cultura del espectáculo que impera en este país ha reflejado ese gran poder en multitud de símbolos que sirven para hacerlo más evidente y próximo a los ojos de los ciudadanos. Uno de esos símbolos es lo que se conoce con el nombre de The Situation Room, el despacho más inaccesible del Ala Oeste, el lugar en el que se discuten los asuntos más secretos. Es una oficina de gran valor operativo dentro del edificio presidencial. Pero es también una representación del poder americano. Su sola mención evoca momentos de enorme trascendencia histórica y resume la compleja estructura de mando de una superpotencia. Por eso ha sido varias veces reproducida en el cine y la televisión y da nombre al principal programa político de la CNN.
The Situation Room, que puede traducirse malamente como Sala de Situaciones o Sala de Crisis, no es, en realidad, una sala, sino un complejo de 13 despachos y habitaciones preparados con una tecnología que los hace impermeables a cualquier tipo de espionaje exterior y que permite establecer, con garantías, comunicaciones con embajadores y líderes mundiales o entre los distintos organismos del Gobierno. También conocida como War Room, está situada justo un piso por debajo del Despacho Oval y, en contra de lo que pueda pensarse, no es subterránea, no es un búnker ni nada por el estilo. La semana pasada fue utilizada por Obama para comunicarle al primer ministro de Irak su decisión de retirar todas las tropas norteamericanas de ese país antes del final de este año. El momento estelar de esa sala durante esta Administración fue el del seguimiento en directo de la operación en que un comando de Navy Seals mató a Osama Bin Laden, que dio lugar a esa famosa foto en la que todos los rostros, especialmente el de Hillary Clinton, reflejaban los instantes de tensión que estaban viviendo.
Seguimiento de la muerte de Bin Laden. (Foto: Pete Souza)
Fue construida por orden del presidente Kennedy en 1961, después de haber concluido, me parece que equivocadamente, que el fiasco de Bahía de Cochinos se debió en gran medida a la falta de buenas comunicaciones con los principales responsables de la operación. No tuvo, sin embargo, un gran protagonismo durante la crisis de los misiles, que Kennedy dirigió principalmente desde el Despacho Oval. Entonces era una instalación mucho más modesta, de solo tres espacios y menos sistemas de protección.
The Situation Room en 1962.
Cada presidente la ha utilizado de forma más o menos intensa, de acuerdo a sus particulares preferencias y caprichos. Johnson la usó tanto durante el seguimiento de la guerra de Vietnam que hizo instalar allí su mejor sillón. Nixon, sospechoso de todo, confiaba más en su propio despacho. Kissinger sí era, en cambio, un visitante asiduo. Como lo fue después Bush padre.
Johnson sigue los movimientos
militares en Vietnam.
Kissinger, en The Situation Room.
El valor estratégico que la Sala de Situaciones tiene en este momento no se alcanzó hasta la reforma que Bush hijo mandó hacer en 2007. Fue entonces cuando se la extendió en tamaño y en ocupación. Bush le dio acceso a ese territorio, reservado hasta entonces únicamente para el Consejo Nacional de Seguridad, al Departamento de Seguridad Interior, que él creó después de los ataques del 11 de septiembre, y a los miembros de su Gabinete personal. Fue desde allí desde donde se dirigieron los momentos principales de las guerras de Irak y Afganistán. En una ocasión Bush lo hizo acompañado del único líder extranjero que ha sido invitado a ese lugar, Tony Blair.
Bush y Blair se comunican con los mandos militares en Irak.
Hoy es una instalación imprescindible para el trabajo del presidente. Funciona de forma permanente 24 horas al día y 365 días al año. De ello se ocupa un equipo de medio centenar de personas, en su mayoría militares, que, además, cada mañana a las seis en punto tienen listo un informe para el presidente. Desde la Sala de Situaciones, Obama conversa con los jefes del Pentágono y con algunos gobernantes de otros países con los que es necesario tratar asuntos especialmente delicados, como Karzai. Las comunicaciones visuales se establacen en la sala principal del complejo, donde hay instalada una mesa de reuniones convencional y seis pantallas para el seguimiento de las conversaciones. Por supuesto no hay ventanas al exterior, aunque sí unos cuadros electrónicos que las simulan. Todas las llamadas telefónicas se hacen desde unas cabinas provistas de aparatos y líneas seguras. Una versión más modesta de la Sala de Situaciones está instalada a bordo del Air Force One, el avión presidencial.
Todas estas sofisticaciones tecnológicas no son, como se ha demostrado muchas veces, garantía de que no se producen filtraciones de secretos o de que Estados Unidos dispone de información privilegiada sobre todos los sucesos. Los errores cometidos por este país en materia de espionaje a lo largo de la historia son graves y cuantiosos. Probablemente la mejor función que cumple The Situation Room es la de alimentar el mito del poder americano.