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lleva más de 30 años de dedicación a la cobertura de la actualidad internacional, la mitad de ellos vividos en EE UU y América Latina. Actualmente, es corresponsal en Washington.

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Por: | 30 de enero de 2012

Marco Rubio puede ser el primer presidente hispano

Por: | 29 de enero de 2012

Marco Rubio tuvo el viernes pasado una actuación magistral en la conferencia del Hispanic Leadership Network (HLN) en Miami, un influyente centro de poder de los hispanos conservadores. Como ha dicho el Miami Herald, "el público acudió a ver a Mitt Romney y Newt Gingrich, y se quedó con Rubio, que hizo el discurso que cualquiera de los otros dos hubiera soñado".

Marcorubio
El Senador de Florida durante su intervención en Miami /
Foto: G. de Cárdenas, EFE.

Rubio lleva tiempo siendo mencionado como una gran esperanza de futuro para los republicanos. Hace dos años sorprendió al conquistar, con solo 39 años de edad, un escaño como senador de Florida, y desde entonces su cotización se ha mantenido al alza. Pero su intervención ante el HLN marca un punto de inflexión en su carrera y lo sitúa, sin duda, como el más deseado compañero de candidatura de cualquiera que resulte nominado como candidato presidencial de la derecha.

Rubio pronunció un discurso extremadamente conservador en el que exhibió sin complejos su profunda religiosidad, hasta el límite de defender la ley de Dios y el derecho divino por encima de la Constitución o de cualquier legislación que debe regir una democracia. Apostó por el sistema de libre empresa en sintonía con el radicalismo que domina el Partido Republicano en la actualidad, acusando a Barack Obama de poner en peligro el capitalismo. Pero, al mismo tiempo, demostró enorme habilidad para navegar sobre el tema de la inmigración, el más delicado para él, sin ofender a nadie ni comprometerse con nada.

Obviamente, los grupos progresistas del país van a tener serias objeciones con un mensaje de este tipo. Pero lo cierto es que, mientras ese mismo radicalismo suena amenazante y excesivo en boca de Romney o de Gingrich, parece cordial y aceptable explicado por Rubio. Sus palabras se antojan sinceras, son poderosas, extraodinariamente articuladas y producen un impacto inmediato. Recuerda al mejor Obama. Tiene una historia personal americana, la del hijo de un inmigrante que se ganó la vida después de muchos esfuerzos y supo educar a su familia en los buenos valores americanos. Su rostro es fotogénico, posee una sonrisa infantil que lo hace parecer fiable y es, por conducta personal, el modelo de hijo que hubiera querido tener toda buena madre americana. No hay hoy una sola figura en el Partido Republicano que posea, ni de lejos, su capcidad de comunicación. Es auténtico oro político. 

Su presidencia en una candidatura republicana reforzaría precisamente al ángulo más débil de ese partido, el del voto hispano, que ya es imprescidible para llegar a la Casa Blanca. Obviamente, su origen cubano representa un inconveniente para conseguir apoyo entre los hispanos del oeste del país, en su mayoría mexicanos. Pero esperen a que escuchen allí un discurso de Rubio. Incluso perdiendo, Rubio tendría una proyección similar a la que Sarah Palin tuvo hace cuatro años, pero con muchos más argumentos y mucho más bagaje.

Es paradójico que, cuando más del 70% de los hispanos de Estados Unidos se identifican como demócratas, el primero en llegar a la Casa Blanca pueda ser un republicano. Pero esto es, en parte, consecuencia de un cierto anquilosamiento del liderazgo hispano progresista, anclado en viejas ideas, viejos discursos y viejos dirigentes. Y, asimismo, es causa de la falta de atención sincera que los demócratas han prestado a los hispanos, cuyo voto se da por descontado cada dos años.

Obama no quiere una guerra con Irán

Por: | 14 de enero de 2012

Obama
Obama durante un discurso en la Casa Blanca. Foto: EFE

Con otro presidente en la Casa Blanca, Estados Unidos probablemente estaría ya en guerra con Irán, o al menos habría intentado el bombardeo de sus instalaciones nucleares.

Pese a la advertencia hecha a las autoridades iraníes de que Estados Unidos no dudaría en utilizar la fuerza para mantener abierto el estrecho de Ormuz, Obama está conduciendo esta crisis con enorme tacto y con una combinación calculada de presión política y económica para forzar al régimen islámico a negociar sobre su programa nuclear.Nada garantiza que un accidente o una acción aislada de determinados elementos radicales dentro del régimen iraní no pueda acabar desencandenando un enfrentamiento armado, pero la estrategia de la Casa Blanca es la de evitarlo a toda costa.

"Nuestro siguiente paso estará pensado con el propósito de asegurarnos de que el Gobierno iraní siga teniendo espacio para tomar un camino diferente. No entendemos la presión como un fin en sí mismo", ha declarado a la agencia Reuters el viceconsejero nacional de seguridad de la presidencia norteamericana Ben Rhodes.

Obama pretende que la crisis iraní sea un ejemplo de su doctrina sobre el uso prudente de la fuerza y la solución multilateral de los conflictos internacionales. Quiere llegar a las elecciones de noviembre con el éxito de haber contenido a Irán sin involucrar a Estados Unidos en una guerra; esa será la mejor manera de recalcar la diferencia entre su política exterior y la que ofrecen los candidatos republicanos.

No será fácil. El régimen iraní ha frustrado hasta ahora todos los esfuerzos de acercamiento de Obama, quien llegó a la presidencia con una rama de olivo para los ayatolás. En sus primeras semanas en la Casa Blanca, Obama envió una carta al Líder Supremo de Irán, Alí Jamenei, invitándole a la negociación, y posteriormente pronunció un discurso de año nuevo destinado a la República Islámica, a la que aludió con ese nombre como prueba de buena voluntad.

Irán respondió con la aceleración de su programa nuclear, y Obama no tuvo más alternativa que recurrir a las sanciones económicas, lo que hizo desde el principio en la ONU y en cooperación con los aliados europeos.

El conflicto ha llegado a un punto límite. Irán está ya cerca de poder construir una bomba atómica, según la Agencia Internacional de Energía Atómica, y no queda mucho tiempo para impedirlo de forma pacífica. Pero aún existe algún margen. Irán está empezando a sentir el efecto de las sanciones económicas y se ve crecientemente aislado. Rusia y China comienzan a desentenderse. La caída del régimen de Siria, el gran aliado de Irán, podría tener efectos demoledores en Teherán. Arruinado y aislado, el peligro de protestas dentro de Irán aumentaría considerablemente.

El Gobierno iraní, podría estar interesado en mantener su programa nuclear para usos exclusivamente pacíficos, renunciando a la bomba atómica a cambio del levantamiento de sanciones. Obama aceptaría ese acuerdo de buen grado. E Israel tendría que aceptarlo también.

En busca de un presidente

Por: | 03 de enero de 2012

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Mitt Romney durante un mitín en Iowa. Foto: Charlie Riedel (Associated Press)

Se pueden mencionar muchos aspectos discutibles del sistema político americano. El creciente poder del dinero es, quizá, el peor de todos. Los candidatos tienen que reunir sumas enormes para ser competitivos, lo que expulsa de la carrera a muchos políticos brillantes sin recursos o contactos para juntar dinero. Pero el proceso de designación de los candidatos presidenciales es, sin duda, una de sus grandes virtudes.

Ha empezado en Iowa de nuevo una larga carrera para buscar al candidato presidencial del Partido Republicano y será elegido aquel que los ciudadanos -especialmente los propios republicanos, pero no solo ellos porque en algunos estados están autorizados a votar todos, sean del partido que sean- consideren el más adecuado, sin que la dirección del partido, las fuerzas ocultas o el establishment tengan la última palabra. Influyen, pero la última palabra es de los votantes.

El proceso es exhaustivo y agotador. Todos los estados del país tienen que votar. Todos tendrán la opotunidad de saber por quién lo hacen. Los estados más grandes pesan más en el resutado final y los más pequeños, menos. Pero en cada uno se hace campaña y se analiza meticulosamente al candidato. Entre esta fecha y el final de las primarias, allá por el mes de junio, los norteamericanos llegarán a saberlo todo sobre la figura del que será su presidente. Conocerán su pasado, las decisiones que tomaron cuando ocupaban otros cargos, lo que pensaban antes y lo que piensan ahora sobre cualquier asunto económico, político o moral. Averiguarán su vida personal hasta los extremos más íntimos. Lo escucharán en cientos de entrevistas y tendrán oportunidad de seguirlo en directo en otros tantos actos de campaña.

Dada la diversidad del país, en unos lugares los candidatos tendrán que hablar de agricultura y en otros, de alta tecnología. En unas ciudades les preguntarán por los hispanos y en otras por los asiáticos. A veces serán obligados a pronunciarse sobre el aborto y otras, sobre su fe en Dios. Tendrán que explicar cuánto quieren a sus hijos, por qué se divorciaron, qué harían si un familitar fuera condenado a muerte. Habrán de reconocer si fumaron marihuana y anticipar cómo piensan tratar al nuevo líder de Corea del Norte.

Poco quedará por saberse de ellos cuando sean ratificados por la Convención de su partido, hacia el final del verano. Todo esto no garantiza que los americanos eligen siempre al mejor. Hay pruebas sobradas de que no es así. Pero sí es reconfortante saber que elegirán, dentro de lo cabe, a quien les de la gana.

El País

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