Alterconsumismo

Sobre el blog

“El consumo es democracia. A través de lo que compras decides qué tipo de sociedad quieres. En este espacio encontrarás ideas para hacer que tu consumo sea justo y sostenible. Únete al Alterconsumismo.”

Sobre los autores

Anna ArgemíAlterconsumismo es un blog coral dirigido por Anna Argemí, periodista especializada en comercio justo, consumo responsable y alternativo. Los últimos años estuvo a cargo de la comunicación externa del comercio justo en Intermón Oxfam.

  • Marta Guijarro (Coordinadora Estatal de Comercio Justo)
  • Laura Perona (Fairtrade Ibérica)
  • Albert Cañigueral (Consumo Colaborativo)
  • Carlos Ballesteros (Universidad de Comillas, especialista en consumo)
  • Marco Coscione (Coordinadora Latinoamericana y del Caribe de Pequeños Productores de Comercio Justo)
  • Anna Carrascón (Setem)
  • Álvaro Porro (revista de consumo responsable Opciones)
  • Esther Vivas (activista e investigadora en políticas agrícolas y agroalimentarias)
  • Sonia Felipe Larios (Triodos Bank)
  • Gema Gómez (Slow Fashion Spain)
  • Cristina Diago (Biocultura – The Ecologist)
  • Pilar Sampietro (periodista especializada en ecología RNE)
  • Laura Alcubilla (Economía del bien común)
  • Lidia Ucher
  • Dídac S-Costa (mercados sociales)
  • Rafael Sanchís (director de Comercio Justo de Intermón Oxfam).

Colada ecológica y pelotas de golf

Por: | 16 de mayo de 2013

Lavadora
Mi marido sufre brotes de activismo ecologista. Suelen sobrevenirle en verano durante el período de vacaciones. No sé si atribuirlo a las temperaturas alocadas, siempre al alza, o al paréntesis que se abre de manera abrupta un día de verano cualquiera. Al fin y al cabo algo hay que hacer con la mente, las manos y el tiempo, que quedan desocupados de un día para el otro sin transición que valga. En uno de esos veranos sofocantes mi marido tuvo la brillante idea de mejorar nuestra colada, de hacerla más ecológica. Él ya es un consumidor de por sí bastante responsable pero siempre está predispuesto a elevarse a sí mismo el listón ni que sea un poquitín más. Hasta la fecha nosotros cumplíamos escrupulosamente con los consejos para un lavado responsable, a saber:

  1. Llenar el tambor de la lavadora hasta su capadidad máxima
  2. Evitar el prelavado siempre que sea posible
  3. Seleccionar un programa corto de lavado y a temperatura fría. La mayor parte de la energía que consume la lavadora, entre el 80 y el 85%, se utiliza para calentar el agua, por lo que es muy importante lavar, siempre que se pueda a temperaturas bajas.
  4. Ajustar la dosis de detergente según la dureza del agua. Un agua blanda necesita menos detergente que una dura. Además, una dosificación adecuada reduce la cantidad de jabón vertida al medio ambiente. Por el contrario, si se echa detergente en exceso se produce mucha espuma que hace trabajar innecesariamente al motor de la lavadora además de contaminar.
  5. Poner en marcha la lavadora por la noche en caso de tener contratada la tarifa nocturna.
  6. En caso de avería y de no poder arreglarla, comprar una lavadora de eficiencia energética.

Lo dicho: estos seis principios no eran ya suficientes y había que elevar el listón.

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¿Podemos cambiar el mundo desde el consumo?

Por: | 15 de mayo de 2013

Autor invitado: Álvaro Porro (redactor de la revista de consumo consciente y transformador Opciones)

Cambiar_mundo_consumo
Plantear transformar nuestro mundo exclusivamente desde el consumo puede ser ingenuo e incluso peligroso. Pero pretender transformarlo sin tocar el consumo puede ser ilusorio e irreal. El consumo consciente puede ser transformador, siempre que conozca sus límites y potencialidades.

Existen muchas nociones de lo que es el consumo consciente. Una de ellas, quizá la más extendida inicialmente y más asociada con el término consumo ético, entiende que consiste básicamente en ir sumando personas que en sus decisiones de compra escruten entre las distintas opciones de manera que se vayan desplazando desde las "empresas negativas" y se potencien las "empresas positivas", hasta un punto en que las empresas que no actúen con respeto por el medio ambiente y las personas no tengan casi cabida.

Pero a la hora de consumir estamos condicionados por las opciones reales que tenemos. Por ejemplo, no es lo mismo replantearte tu uso del coche en un modelo de ciudad que favorezca la movilidad sostenible, que en un modelo de ciudades con un transporte público deficiente y donde peatones y ciclistas son marginados. El entorno nos condiciona.

Nuestra naturaleza psicosociológica nos limita. La forma en que funciona nuestra percepción y nuestra acción como seres humanos tiene unas características que hacen difícil funcionar las 24 horas del día en base a decisiones calculadas que manejan infinidad de variables y aspectos morales.

Si ignoramos los dos puntos anteriores, es decir, el peso de las estructuras socioeconómicas en el proceso de consumo, el planteamiento del consumo consciente transfiere toda la responsabilidad de los problemas sociales y ecológicos al nivel individual, queriendo dar respuestas individuales a problemas que son colectivos.

En realidad no se trata de sobrevalorar el poder del consumidor, sino de destapar la debilidad del consumismo. Estamos hablando de un cambio de valores, de ideal de bienestar, de estilos de vida y de prácticas cotidianas. Todo ello requiere un cambio cultural de gran magnitud y un cambio de muchos elementos estructurales. Necesitamos reflexión, conocimiento, educación, políticas, construcción de alternativas, acción, cooperación, nuevas leyes, regeneración democrática, una apasionante aventura.

Así pues, ¿basta con caminar por la vía del consumo consciente para cambiar el mundo? ¡En absoluto! El consumo consciente se inserta junto con gran cantidad de movimientos y líneas de pensamiento en la acción colectiva que persigue la transformación: ideas como el decrecimiento, la agroecología, la soberanía alimentaria, la relocalización de las economías, la justicia en el comercio internacional o no, la protección y desarrollo de los servicios públicos, la regulación de empresas y mercados, la democracia participativa, la renta básica, la potenciación de la cultura libre, la reducción de la jornada laboral, las políticas en defensa del territorio...

El consumo consciente y transformador tal y como lo concebimos desde Opciones puede ser efectivo en la transformación como fuelle que avive toda una serie de cambios estructurales que necesariamente pasan por la arena política pura y dura, ya sea institucional o de movimientos sociales. Es por lo tanto necesario generar propuestas especialmente en esos ámbitos donde el Consumo Consciente actúa para que los vacíos que dejan políticas fracasadas se llenen con políticas transformadoras. Es el momento de ayudar a pensar esos otros mundos posibles. Un ejemplo de lo dicho: si con la crisis baja un 40% la venta de coches, es el momento de apostar por el transporte público (más y mejor) o por la extensión de las iniciativas de compartir coche antes que por un enésimo plan renove que no es precisamente sostenible. Y es el momento de reconducir esa industria y esos empleos hacia las energías renovables. Y como consumidores y ciudadanos tenemos mucho que decir en esto.

En la web de Opciones puedes leer una versión ampliada de esta entrada. 

Consumo colaborativo para principiantes

Por: | 14 de mayo de 2013

Autor invitado: Albert Cañigueral (promotor del consumo colaborativo y conector Ouishare para España y LATAM)

Oui share fest paris
Los promotores del consumo colaborativo se reunieron en París en la Ouisharefest hace unas semanas (c) Stefano Borghi


¿Cuándo fue la última vez que usaste ese taladro que tienes en casa? ¿Has pensado alguna vez que tu coche se pasa más del 95% del tiempo estacionado y el dinero que eso cuesta? ¿Y ese vestido que sólo has usado en una boda? Y mejor no hablar de la ropa y los juguetes de los niños.

Hemos sido hiperconsumidores, acumuladores sin sentido ni límite
. Nos explicaba Clemente Álvarez en su blog que se estima que tenemos entre 3.000 y 4.000 objetos en nuestros hogares, 15 veces más que nuestros abuelos. ¿Podemos hacerlo mejor y entender que el acceso a las cosas es mejor que su propiedad y su acumulación?

"Algún día miraremos al siglo XX y nos preguntaremos por qué poseíamos tantas cosas". Con esta frase comenzaba un reportaje en la revista TIME que incluyó el consumo colaborativo como una de las 10 ideas que van a cambiar el mundo.

El consumo colaborativo se puede definir como la manera tradicional de compartir, intercambiar, prestar, alquilar y regalar redefinida por las nuevas tecnologías y las comunidades que se crean. En definitiva los ciudadanos, conectados, se están organizando e intercambiando información para consumir, educarse, divertirse, viajar, financiarse, de manera conjunta, horizontal, directa y a menor escala.

Para entenderlo nada mejor que revisar algunos servicios de consumo colaborativo que ya existen en España:

  • Sistemas de bicicleta pública (como el Bicing en Barcelona). En este Google maps puedes consultar los servicios que se ofrecen por toda España.
  • Trayectos compartidos en coche, que buscan llenar los asientos vacíos con pasajeros que comparten recorrido. Permite compartir gastos y conocer a nueva gente. Los mayores operadores en Europa son Blablacar (con 3 millones de usuarios) y Carpooling (con 4 millones). En España también destaca Amovens. Estos servicios ya se han convertido en competidores directos para autobuses y trenes en recorridos de media distancia, y desplazan a más de 2 millones de usuarios al mes.
  • Alquiler de coche entre particulares con un seguro adecuado mediante SocialCar.
  • Dentro de mi "tribu de confianza", que incluye a familia, compañeros de trabajo, del club, vecinos, puedo organizarme para compartir aquello que alguien ya ha comprado pero usa poco. Se puede utilizar ShareTribe o Obsso por ejemplo.
  • Los niños crecen, la ropa por desgracia no. Pero la verdad es que otro niño sí puede reaprovecharla. En España ya hay más de 10 empresas que ofrecen alternativas de consumo colaborativo para los peques.
  • Turismo. Mediante Couchsurfing (que es gratuito) o Airbnb (de pago) es muy simple viajar y alojarse en casa de desconocidos en cualquier lugar del mundo. También se puede encontrar fácilmente con quien compartir actividades (Trip4real o Sherpandipity) o las comidas (EatWith).

Consumo_colaborativo
En resumen el consumo colaborativo se presenta como el último ejemplo del valor de internet para los consumidores. Este modelo emergente empieza a ser suficientemente grande y disruptivo como para que los organismos reguladores y las empresas hayan tomado conciencia de ello. Como concluyó la revista The Economist un artículo que le dedicó: "it's time to start caring about sharing", es decir, ya es hora de empezar a preocuparse por compartir.

La tragedia de Bangladesh antes de la tragedia

Por: | 13 de mayo de 2013

Tragedia_bangladesh2
No sé si compartirás conmigo la impresión de que el periodismo a menudo llega tarde, demasiado tarde. Se diría que le mueve más la necrofilia que la filantropía. Estas últimas semanas se nos ha empachado con imágenes de cadáveres prematuramente enterrados entre escombros, de familiares de los desaparecidos portando fotos y mostrándolas a cámara. Ojalá que nosotros, espectadores apoltronados en el sofá de casa, pudiéramos insuflarles de nuevo la vida como fue en el principio, a fuerza de soplar sobre esas caras inertes, retratos que nos miran sin vernos. Se nos ha tenido en vilo siguiendo casi al minuto el recuento macabro de víctimas y el de personas enterradas en vida y salvadas in extremis. Y a pesar del alud informativo me faltaban piezas para recomponer el puzzle. Así que fui a buscar imágenes del país antes de que llegaran los focos, es decir, antes de que cediera el edificio maldito.

Juanjo Martínez, experto en comercio justo de Intermón Oxfam, estuvo allí el año pasado visitando grupos productores. Lo que sigue es su fotografía de Bangladesh antes de la tragedia:

"El gran crecimiento económico que ha experimentado el país no ha bajado a pie de calle con la excepción de algún barrio acomodado de Dacca, la capital. Las infraestructuras, como te puedes imaginar, dejan mucho que desear. Como muestra un botón y no uno cualquiera: los ferrys que cruzan el Ganges aguantan el tipo desde la época colonial británica. Sólo algunos pocos se anegaron sin remedio en un trayecto cualquiera y yacen aún encallados, testimonios de un desarrollo que también embarrancó. Me sorprendieron también las represas de agua que muchas familias retienen durante el monzón para aprovisionarse el resto del año. Con el tiempo el agua se estanca y aun así con esa misma agua empantanada anegan el arroz y abrevan el ganado."

"Las fábricas textiles florecen por todas partes sobre todo cerca de las principales carreteras. Suelen tener nombres muy presuntuosos y rimbombantes pero lo cierto es que ninguna confecciona sus propias marcas sino que son meros proveedores para terceros. Las condiciones de trabajo, según cuentan, son muy duras y a los trabajadores se les retribuye pésimamente. Son libres de dejar el trabajo si quieren. Tanto les da si renuncian porque siempre hay otra persona en la puerta dispuesta a ocupar la vacante. Me llamó la atención que la mayoría de esas fábricas no tienen ventanas y que su perímetro está protegido por alambradas y medidas de seguridad, ¡medidas de seguridad!"

"Supongo que ahora, a raíz del accidente tan mediatizado, cerrarán algunas fábricas, se abrirán algunos expedientes y escenificarán de cara al exterior una reacción contundente, más motivada por el miedo a que los consumidores demonicen el "made in Bangladesh" que por la convicción de que las personas tienen derechos. Si en unos meses no ocurre nada -y espero que sea así- apuesto a que las fábricas ahora cerradas irán reabriendo y aquí paz y después gloria. El gobierno basa sus ingresos en el comercio exterior y, por lo tanto, no va a penalizarlo. Le sale más a cuenta silenciar una desgracia a posteriori que tomar medidas preventivas para evitar que ocurra."

A la vista de lo que cuenta le pregunto a Juanjo qué podemos hacer los consumidores españoles para no contribuir aún más a la tragedia de Bangladesh:

"Apoyar alternativas que aseguren los derechos de los trabajadores es una manera excelente de mandar un mensaje a los grandes actores del negocio. Lo van a pillar rápido si es una actitud creciente. Creo que ese mensaje es más poderoso que las miles de firmas que no necesariamente representan una amenaza al sistema productivo. Las firmas sirven sólo si van acompañadas de cambios en las pautas de consumo."

¿Qué más puedes hacer?

 

  • Cuando vayas a comprar ropa, mira la etiqueta y haz preguntas a los dependientes como:¿Dónde se fabricó esta prenda de ropa? ¿Sabéis cuánto se pagó a las personas trabajadoras por producirla? ¿La marca tiene un código de conducta? La mayoría de dependientes no sabrán responder a las preguntas, pero si muchas personas insisten, al final las marcas se verán obligadas a tener que dar respuesta.
  • Por desgracia no existe una lista definitiva de minoristas o fabricantes limpios, pero puedes consultar qué empresas se han comprometido a implementar un código de conducta en Reino Unido, Holanda y Estados Unidos.
  • Compra menos ropa pero que garantice el respeto a los derechos laborales (producción local o de comercio justo). Te resultará más cara pero también te durará más. En Barcelona existe por ejemplo  Slow shop, una iniciativa que promueve los talleres artesanos del barrio de Gracia.

    Y si quieres variar tu armario pero el presupuesto no te lo permite tanto como querrías:
  • Compra en un mercadillo de ropa de segunda mano, como Lost and Found.
  • Organiza en casa un intercambio de ropa con las amigas.

Más info en la web de la campaña Ropa Limpia

Happy shopping

Por: | 12 de mayo de 2013

Autor invitado: Carlos Ballesteros (profesor de Comportamiento del Consumidor y militante activo por una economía basada en las personas)

(c) Carlos Ballesteros

"Vuelve a comprar sin remordimientos, feliz, feliz de la vida. Practica el happy shopping y compra como antes de la crisis." Este es el slogan de una campaña que un centro comercial de mi ciudad está desarrollando durante todo el mes de abril y mayo. La promoción consiste en que un día a la semana se pueda comprar a precios de 2006 y así te olvides de las preocupaciones, la crisis y demás desgracias. No pretendo, en esta primera intervención en este blog, entrar al debate sobre lo adecuado o no de la promoción desde una perspectiva técnica.

Prefiero centrarme en el fondo intelectual, ideológico que se esconde tras el mensaje: ¡sé feliz comprando! Es el tema de siempre, el de si el dinero, el consumo desmedido conlleva la felicidad, pero dicho de manera mucho más descarada, sin esconderse y sin tapujos. Mientras compras, mientras gastas el dinero no tienes que preocuparte de nada. La adrenalina correrá por tus venas y el subidón será espectacular si te gastas alegremente un dinero (que no tienes) en la ilusión de vivir como hace 6 o 7 años, cuando todo era de color rosa.

La economía clásica ha usado habitualmente el concepto de utilidad para explicar por qué compramos: si la utilidad (una forma como cualquier otra de referirse a la felicidad) que esperamos recibir en el acto de compra es mayor que el sacrificio, en forma de desembolso monetario que tenemos que hacer, entonces compraremos. A partir de ahí la mayor parte de los ortodoxos han usado esta teoría para hacernos comprar alegremente: cuanto más te gastes mejor estarás; no compares el frío e impersonal dinero con la infinitud de promesas de vida feliz y cómoda que te ofrecemos desde las estanterías y los escaparates.

Es cierto que ha habido y hay voces críticas. Algunas, como las del economista Richard Easterlin, incluso científicamente sustentadas en una investigación empírica, que en 1974 formuló la paradoja que lleva su nombre y que plantea que no por tener más dinero se es más feliz, al contrario de lo que decían los clásicos. Otras hablan de decrecimiento, del "mejor con menos". Esta es precisamente la que pretende ser mi contribución a este blog. Hablar del happy shopping desde una perspectiva totalmente diferente a lo que este centro comercial nos plantea: que no se es más feliz teniendo más sino que precisamente en la sobriedad -término en desuso- es donde se puede encontrar el bienestar y desarrollarse plenamente. De las tres Rs famosas del ecologismo, la del Reducir es la primera y la que debería marcar nuestra conducta como consumidores de un mundo en peligro.

Hay vida después de la muerte... de los objetos

Por: | 10 de mayo de 2013

Reparacion_objetos
Hace varios años se me estropeó la impresora.
Sin pensarlo dos veces la cargué en volandas hasta la primera tienda de informática que encontré con la esperanza de que quizás una transfusión de tinta o un trasplante de engranaje le devolvieran la vida y los colores. Solté el lastre aliviada sobre el mostrador de la tienda:

- ¿Cuánto puede costar arreglar la impresora?

El dependiente frunció el entrecejo mientras sopesaba con la mirada las rectas y las aristas algo desgastadas del armatoste.

- Lo siento pero no arreglamos impresoras. Te sale más a cuenta comprarte una nueva.

Recibí la misma respuesta en todas y cada una de las tiendas donde mendigué algo de compasión y al final di mi brazo a torcer: me compré una nueva.

Recordé el episodio hace unas semanas al pasar por delante de un local a la puerta del cual se puede leer: "Mejor que nuevo: 100% viejo". Se trata de una iniciativa del Área Metropolitana de Barcelona que persigue el loable objetivo de alargar la vida de los objetos y, por ende, generar menos residuos.

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El próximo sábado, 11 de mayo, es el Día Mundial del Comercio Justo. Algo que, en verdad, me produce cierta tristeza. Los días mundiales tienen un punto de "premio de consolación". Puesto que durante todo el año pasamos olímpicamente del comercio justo, le permitimos que salga a la calle un día al año, que plante mesas plegables para vender café y chocolate, que remueva vagamente nuestras conciencias con sus informes y proclamas y adiós muy buenas, hasta el año que viene.

Me ponen triste días así porque revelan que nos importa muy poco qué consumimos. Nos importa el precio, eso sí. Y por precio entendemos lo que abonamos al pasar por caja. Pero lo aparentemente barato puede salir caro. Eso suele decirme mi madre. ¡Y cuánta razón lleva! Lo barato sale caro porque tras ese precio ajustado estamos pagando a veces sin pretenderlo relaciones comerciales injustas, explotación laboral y de mano de obra infantil, negación de derechos laborales, destrucción de recursos naturales, discriminación entre hombre y mujer... Esto por mencionar algunas lindezas. La tragedia de Bangladesh está devolviéndonos la imagen del espejo y, no es sorpresa para nadie, no salimos muy bien parados. Ojalá que de todo ello surja una revisión colectiva sobre lo que entendemos por precio. 

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El sello Fairtrade certifica que se cumplen los criterios del comercio justo. Fotografía: Pablo Tosco / Intermón Oxfam

Me gusta el comercio justo por todo lo que no es, a saber, esas lindezas citadas en el párrafo anterior, y por lo que genera en mí: me obliga a tomarme en serio como consumidora.

El año pasado tuve la suerte de conocer a una mujer de un grupo productor de café de comercio justo de Nicaragua. Eva Pineda, que es técnica de la cooperativa Aldea Global, me contó de la discriminación atávica que sufre la mujer rural en Nicaragua, de las jornadas interminables de trabajo durante la época de cosecha, pero también de cómo su cooperativa reinvierte los beneficios en la comunidad, en forma de clínicas móviles, asistencia técnica, créditos y en un programa de género que tiene por objetivo ayudar a las socias a acceder a la propiedad de la tierra que se les niega por ser mujeres, campesinas y pobres. Una triple maldición. Una tierra que les pertenece por herencia aunque no haya papel ni registro oficial de por medio. Y me dije a mí misma que a partir de entonces sólo compraría ese café, porque huele a justicia y a libertad.

Quizá tú también quieras conocer otras alternativas de consumo porque sospechas que sin pretenderlo estás colaborando con un sistema injusto, que premia al listillo y castiga al honrado. O quizá no creas que hay alternativas reales, prácticas, al alcance de tu mano y de tu bolsillo para escapar del consumismo desaforado. Si es así, estás de suerte: has encontrado tu blog. Aquí te daremos a conocer muchas opciones para pensar y practicar otro tipo de consumo, más responsable, justo, alternativo, ético, sotenible, bio, consciente, eco-nómico, orgánico, transformador, colaborativo, slow, ecológico... Por adjetivos no va a quedar. ¿Te apuntas entonces al Alterconsumismo?

Si quieres conocer más sobre el comercio justo, los criterios que lo rigen, y sobre las actividades que se celebran el sábado 11 por toda España con motivo del Día Mundial, consulta la página web de la Coordinadora Estatal de Comercio Justo.

El País

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