Por Rafa Sanchís, director de márketing de Oxfam Intermón
Aquella mañana de diciembre en Uganda se mezclaba algo de calor con una lluvia fina. En su pequeño cafetal, Adroa se secó la frente y metió en el saco los últimos granos de café recién cosechados. Se sentía orgulloso por las mejoras que había hecho en su campo durante los últimos años. Se había esforzado muchísimo, pero había merecido la pena: sus plantas de café crecían sanas y producían unas bayas rojas de extraordinaria calidad. Recogió todo, cargó el saco repleto de café a su espalda y emprendió el camino a la aldea entretenido con sus pensamientos.
Fantaseó con las diferentes cosas que podría hacer con el dinero de su modesta cosecha. Compraría el pequeño televisor que había visto en el mercado de la capital. O quizás una motocicleta usada, como otros hombres de la aldea habían hecho en los últimos años. Adroa suspiró, se encogió de hombros y sonrió para sí mismo. “Que las niñas terminen sus estudios”- se dijo- “hay que ser responsable”. Y conforme el camino avanzaba calculó mentalmente el dinero que necesitaría para pagar el colegio, los libros, algunos cuadernos y lápices y dos uniformes nuevos, ya que las niñas crecían rápido y los del año anterior se estaban quedando pequeños. 150 mil Shelling: eso era lo que necesitaba.
Como aún quedaban unas colinas antes de llegar a casa, Adroa se dedicó a recordar la última conversación con el intermediario local que compraba café a más de medio pueblo, para luego venderlo a una gran empresa extranjera. Le había dicho que en la bolsa de Nueva York el café cotizaba al alza y que podría pagarle unos 7.000 shelling por kilo. Adroa no era muy bueno con los números, pues su paso por el colegio fue más bien corto, pero sabía cómo calcular. Se paró, puso el saco en el suelo y mientras descansaba, comenzó a contar con los dedos con gran rapidez. Con los sacos que había cosechado podría reunir cerca de 120.000 shelling, casi suficiente para pagar lo que necesitaba. Aunque -bien pensado- iba a esperar unas semanas para vender su café. Los precios habían subido últimamente y si tenía un poco de paciencia seguro que reuniría suficiente para pagar todo lo que hacía falta.