Por Jorge Romero, arquitecto especialista en energía y medio ambiente
El consumo necesita la publicidad como mecanismo de supervivencia; y la publicidad es la relación creada entre la empresa que nos quiere vender y el consumidor. Nosotros como consumidores no siempre somos consciente de ello. Por ejemplo un ciudadano medio en EE.UU visualiza a lo largo de su vida 143.080.000 anuncios y recibirá involuntariamente durante su vida más de 140.000 anuncios. En los últimos años han aparecido movimientos críticos que denuncian la invasión del espacio público por el permisivo exceso de vallas publicitarias.
¿Pero qué sucede cuando esa publicidad se encuentra en la calle, en tu ciudad, en los espacios públicos? Esos espacios que pagamos y mantenemos todos con nuestros impuestos. Algunas de estas cuestiones se plantean en un documental llamado This space available. La relación de nuestros espacios públicos con la publicidad.
Según los datos que se ofrecen, en EE.UU todos los carteles publicitarios ensamblados ocuparían una superficie de 60.000 campos de fútbol. Podríamos plantearnos que nos encontramos ante un nuevo modelo de contaminación visual. Pero también nos encontramos cada vez más con vallas publicitarias digitales, añadiendo a la ecuación la contaminación lumínica. Este tipo de publicidad no tiene una normativa aplicable en relación a su nivel de brillo, duplicando con frecuencia el nivel de luminosidad del sol. Relacionado con este aspecto no podemos ignorar el consumo asociado que comporta la publicidad urbana digital. Una valla publicitaria digital consume 397.487 kilovatios de electricidad al año; unas 14 veces el consumo de un ciudadano medio en su casa.
Por un megacartel que cubre la fachada de un edificio, en un calle concurrida, las empresas propietarias pueden conseguir unos ingresos de hasta 100.000 dólares al mes. Teniendo en cuenta que actualmente 4 compañías son propietarias de 80% de las vallas publicitarias de EE.UUU, podríamos hablar de otro tipo de oligarquías. Empresas que mueven la rueda del consumismo. No sólo nos encontramos con casos de contaminación lumínica o visual, sino que se plantean si podríamos llegar a hablar de contaminación moral. ¿El derecho a publicar anuncios debe depender exclusivamente del poder económico?
De hecho, actualmente en nuestras ciudades nos encontramos con muchas vallas publicitarias vacías, en venta a causa de nuestra crisis económica. Quizás es un buen momento para eliminar publicidad privada de nuestros espacios públicos. “En casa controlamos los mensajes que llegan a nuestra mente; en la calle, que además has pagado como contribuyente, no tienes la opción de no consumir una valla publicitaria con la que nos bombardean, esencialmente en sitios públicos” denuncian las organizaciones críticas que comienzan a actuar contra lo que ellos consideran una usurpación de los espacios públicos por los mensajes privados.
Algunas ciudades van consiguiendo que su legislación no sea tan permisiva para los intereses de las marcas, y tengan más en cuenta los intereses de los ciudadanos; cosa extrapolable a muchos ámbitos de nuestra vida dentro de las ciudades. Por ejemplo en nuestro país ya tenemos estaciones de metro patrocinadas por empresas privadas y futuros proyectos con la intención de conseguir más ingresos, y garantizar la sostenibilidad económica de nuestras infraestructuras. Pero quizás la pregunta correcta sería plantearnos el motivo por el cual nuestros impuestos no son suficientes para gestionar de forma eficiente nuestras ciudades.
Se puede ver todo el documental “This space available” en español cliclando en el link Espacio disponible
Imagen extraída del documental "This space available"
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