Por Sonia Felipe Larios, de Triodos Bank
Por mi trabajo en un banco ético, llevo casi 9 años tratando de encontrar la mejor forma de explicar qué es eso de la banca ética. Me ha tocado repetir hasta la saciedad que no, que no es un oxímoron, que al menos hay una veintena de entidades en todo el mundo que demuestran que es posible hacer finanzas con rostro humano. Y que, si bien este modelo de banca destaca por tener unos valores claramente sociales y medioambientales, no se queda a la zaga en cuanto a resultados, si nos ponemos analíticos. De hecho, proporcionalmente los bancos con valores conceden más préstamos y son más rentables que las grandes entidades sistémicas.
De alguna manera, puedo sentirme orgullosa de haber conseguido este propósito en parte. Porque la banca ética es cada vez más conocida y elegida por un mayor número de particulares y empresas para gestionar sus ahorros o la tesorería, realizar su operativa habitual o financiarse. Existe en la sociedad un interés creciente por otro tipo de finanzas más humanas, con enfoque a largo plazo y que busca un equilibrio entre los resultados financieros y el impacto social y medioambiental de los proyectos y empresas que financian. Incluso surgen tesis, informes de escuelas de negocios y estudios que ponen de relevancia que la banca ética no es una moda más, sino que ha venido para quedarse.
¿Quiere decir que si existen bancos éticos es porque hay otros que no lo son? Una pregunta muy recurrente, sin duda. En mi opinión, al igual que ocurre con el consumo responsable, el comercio justo o la moda sostenible, el uso de apellidos ayuda, simplemente, a remarcar un aspecto concreto de la actividad frente al imaginario colectivo o la práctica habitual del sector. Da igual banca ética que sostenible, con valores, social o alternativa. Lo importante es dejar claro que se trata de un modelo de banca que pone el foco de interés en lo que realmente importa en este sector (y en todos realmente): las personas.