Por Eva García, de Oxfam Intermon
Foto de Chetna Organic
En la industria textil, el algodón es la seguna fibra más utilizada, aproximadamente un 32%. Tiene un gran impacto medioambiental: utiliza el 25% de los insecticidas y más del 10% de los pesticidas; genera el 1% de las emisiones mundiales de efecto invernadero; consume elevadas cantidades de agua (para hacer una camiseta se necesitan 2.700 litros de agua). Pero también tiene sus consecuencias sobre las personas trabajadoras y consumidoras, que trabajan y consumen respectivamente, los productos realizados con algodón, y que de una forma u otra se ven expuestas a las sustancias químicas que lo componen.
La alternativa es el uso de algodón orgánico en la producción de las prendas de vestir. El algodón orgánico es cultivado en tierras certificadas libres de sustancias tóxicas y de todo tipo de pesticidas e insecticidas. La agricultura orgánica se basa en la rotación de cultivos en lugar de utilizar fertilizantes artificiales. Asimismo tiene especial cuidado con los trabajadores y trabajadoras que llevan a cabo dichos cultivos, asegurando condiciones de trabajo dignas. Para que una prenda de algodón sea considerada cien por cien ecológica deberá ser procesada, también, de forma orgánica, evitando, por ejemplo, usar tintes contaminantes o perjudiciales para la salud.
En definitiva, su uso en la confección textil solo tiene beneficios porque ante todo ayuda a preservar el medio ambiente; se apoyan técnicas de cultivo que mejoran la fertilidad del suelo; protegen los rios y acuíferos de una alta exposición a sustancias tóxicas; ayuda a mejorar las condiciones de salud y trabajo de los productores. Además el tejido resultante es suave, cómodo, transpirable e hipoalergénico, ya que la ausencia de tóxicos evita las posibles afecciones de la piel que se asocian al uso del algodón convencional.