Mi último post antes de tomarme la baja por maternidad fue protagonizado por Movistar y el primero de esta nueva etapa por Orange. ¿Casualidades de la vida? Hace 6 meses no había manera de dar de baja una línea de teléfono fijo. Finalmente me salí con la mía. Y hoy me encuentro ante otro reto mayúsculo: mi teléfono móvil está en la UCI, por no decir que ha pasado ya a mejor vida. No tenía ni 2 añitos, el pequeñín. Y coincide -casualidad de casualidades- con el vencimiento del contrato de permanencia que tenía con Orange aquí en Francia donde vivo. Orange se ofrece a darme un nuevo smartphone por un precio irrisorio siempre que renueve el contrato y la permanencia con ellos, claro está.
Cuando fui a la tienda de Orange para pedir que echaran un vistazo a las entrañas de mi móvil se me comunicó que el técnico estaba saturado de peticiones y que la espera podía alargarse más allá de una hora. En cambio si optaba por encontrarme con un comercial que me informaría sobre los nuevos aparatos disponibles el tiempo de espera se reduciría a unos veinte minutos. No más. Curioso. Me encuentro por enésima vez en mi vida ante un caso de obsolescencia programada, palabro horroroso donde los haya y que refleja un horror aún mayor: el deseo de hacer las cosas mal con el único objetivo nada loable de ganar más dinero. ¿Hay algo más penoso?