Cambiar el mundo desde el comedor escolar

Por: | 24 de septiembre de 2015

Por Noemí García, Anaclara Padilla y Vega Alonso, del Departamento de Estudios e Incidencia Social de las ONGD PROCLADE-PROYDE-SED.

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Como cada año, con septiembre llega el nuevo curso, proyectos renovados y formas diferentes de aprender a través de la experiencia. Desde los colegios vinculados con nuestras ONGD (
SED, PROYDE y PROCLADE) y con la mirada puesta en la nueva Agenda de Desarrollo Post 2015, desde el curso pasado nos propusimos convertir al alumnado en ‘auditores’ de sus propios desperdicios alimentarios en los centros educativos: recoger, separar y pesar la basura, sensibilizarse sobre el tema y volver a pesar los desperdicios orgánicos para comprobar el efecto de la sensibilización. Se trata de una idea que nace para concienciar a la población escolar sobre la importancia de cambiar nuestros hábitos de consumo como herramienta indispensable para acabar con el hambre en el mundo.

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La mecánica es muy simple: el alumnado de los últimos cursos de Primaria se encarga de liderar esta actividad que, a lo largo de tres semanas (no necesariamente consecutivas), busca demostrar cómo con pequeñas acciones cotidianas es posible acabar con las injusticias que nuestro consumismo provoca en otros lugares del planeta. Así, en su papel de protagonistas de la iniciativa, como también lo serán de la transformación social que se desea, se encargan durante la primera semana de contabilizar diariamente los comensales y registrar el peso de los desperdicios alimentarios generados en el comedor o en el patio, incluso de llevarlos a los contenedores y de explicar a toda la comunidad educativa por qué no podemos continuar tirando tanta cantidad de comida. Durante la segunda semana se realizan actividades de sensibilización (fichas didácticas, posters, vídeos, teatros, etc.); y en la última semana se vuelve a tomar registro de los desperdicios para compararlos con los de la semana inicial, haciendo previamente una equivalencia a lo que cada alumno o alumna tiraría a lo largo de todo el curso.

El objetivo fundamental de la actividad no es tanto que se reduzcan de manera significativa los desperdicios alimentarios en los comedores escolares como que cale el mensaje de la necesidad de cambio en nuestras actitudes y acciones diarias, que se comprenda en qué medida el despilfarro de alimentos afecta al medio ambiente y a la desigualdad entre las personas que viven en diferentes partes del mundo. La actividad concluye, sobre todo, con la seguridad de que la comunidad educativa (alumnado, profesorado y personal adjunto) posee herramientas suficientes para evitar que la situación de injusticia social y daño medioambiental continúe si cada persona pone algo de su parte. Y lo más importante de todo: cada niña o niño ha contado la experiencia a sus familias, a sus amistades de fuera del cole… hasta convertirse en agentes multiplicadores de ese mensaje de ejercer un consumo justo que se preocupe por las personas.

No sólo el alumnado ha sido consciente de que tiramos demasiada comida a la basura, mientras que con solo un 15% de los alimentos que se despilfarran se acabaría con el hambre en el mundo: “tenemos un alto grado de inconsciencia de todos los alimentos que desperdiciamos y del daño que con ello hacemos al medio ambiente”, dice un alumno participante. También el resto de la comunidad educativa (incluyendo profesorado y personal de cocina) estuvo totalmente involucrada en todas las actividades, ya que gran parte de ellos comen también en los mismos comedores que el alumnado y participan activamente de las actividades que se realizan en el resto de las instalaciones del centro, entre ellas el patio derecreo: “todos y todas somos responsables del desperdicio de comida en el mundo”, dice una educadora.

Todas las auditorías que hasta ahora se han realizado –monitorizando más de 800 kilos de restos alimentarios desechados– y las que se realizarán durante el curso que ahora comienza son fruto de un trabajo colectivo de alrededor de 100.000 personas que componen la comunidad educativa de nuestros casi 200 centros. Todos ellos coincidieron en que ‘auditar’ la comida desperdiciada en el comedor escolar podía ser el punto de partida para provocar un cambio de actitud que generara una reacción en favor de la reducción del desperdicio de alimentos con todo lo que ello revierte para la Tierra y para las personas.

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Esta actividad que pone en marcha el
Departamento de Estudios e Incidencia Social de SED, PROYDE y PROCLADE no está aislada del resto de nuestro trabajo conjunto*: la campaña anual de Educación para el Desarrollo del pasado curso (La comida no se tira, de la que ya os hablamos hace unos meses en este mismo blog) se centraba en el consumo responsable con especial atención al despilfarro de alimentos. Y precisamente de ahí y del modelo de auditoría diseñado por el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente (MAGRAMA) dentro de su estrategia Más alimento, menos desperdicio(que podemos encontrar en la Guía práctica para reducir el desperdicio alimentario en centros educativos Buen Aprovecho) surgió la idea de proponer esta experiencia piloto.

Durante este curso que ahora comienza seguiremos trabajando en estas mediciones de desperdicios alimentarios, mejorando algunos aspectos y ampliando los contenidos de sensibilización con nuestra campaña anual: bajo el lema Dales un respiroreflexionaremos sobre cómo nuestra forma de vida consumista genera una peligrosa huella para el planeta, que además es injusta para una gran parte de la población, fundamentalmente la que vive en países empobrecidos.

Si quieres poner en marcha esta experiencia en tu centro educativo, solo tienes que escribirnos a [email protected] y te contamos cómo puedes hacerlo.

*Las campañas de EpD se realizan en colaboración con PROIDE, PROEGA, PROIDEBA, Edificando y PROCLADE-Yanapai.

Fotos: PROCLADE-PROYDE-SED

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