Por Miguel Yasuyuki Hirota
Se suele pensar que las monedas sociales son herramientas económicas, pero también es fundamental considerar aspectos sociales, sobre todo la cohesión social, si queremos lograr nuestros objetivos.
Un hecho destacable es que el éxito de diferentes monedas sociales se basa en el lazo fomentado a lo largo de muchos años entre los socios: por ejemplo, Chiemgauer funciona bien gracias a la confianza entre los socios en torno a la escuela Waldorf y prospera el Banco Palmas fundado sobre la solidaridad nutrida a través de años de lucha social. En España, La Turuta en Vilanova i La Geltrú (Barcelona) mantiene su dinamismo a base de distintas actividades de Transition Towns, un movimiento que surgió en Reino Unido para reducir nuestra dependencia al petróleo y realizar varias medidas asequibles en cada comunidad, y se ha creado la moneda Puma (Sevilla) tras años de las actividades de los vecinos para proteger el palacio histórico de Pumarejo.
¿Pero por qué es tan importante fomentar esta cohesión social? Porque la implementación y la circulación de una moneda significa estimular transacciones entre los socios, o sea aceptar una moneda social se traduce como comprometerse a comprar bienes y/o productos a otros socios. Además, como no están disponibles diferentes productos y servicios en moneda social, se necesitan esfuerzos permanentes para ampliar la gama e incrementar la utilidad de este medio de intercambio. Merece la pena jugar el juego “Tapando las Goteras” que ya he presentado en mi post anterior, porque os ayuda a pensar cómo reformar vuestra estructura económica por aumentar la autosuficiencia local / regional y crear nuevos emprendimientos.
Otra expresión similar y muy útil es “Factor C”, acuñada por el economista chileno Luis Razeto para señalar una serie de elementos necesarios para emprendimientos solidarios que comienzan con C, por ejemplo: Compañerismo, Comunidad, Cooperación, Colaboración, Comunión y Coordinación. La creación de una nueva economía local, enfocada en satisfacer las necesidades locales con los recursos disponibles, requiere también la reestructuración del estilo de vida de los socios y es necesario involucrarles a pensar cómo orientarse más hacia lo local.
Obviamente no es fácil fomentar la cohesión social mientras que es fácil destruirla. Lo ideal sería introducir una moneda social en una comunidad que, por cualquiera que sea el motivo, haya logrado consolidar sus propios vecinos, pero también es posible fomentar esta cohesión a través de diferentes actividades, por ejemplo a través de diferentes reuniones dedicadas a considerar la autosuficiencia regional y/o de la concientización en término de Transition Towns (aquí se dispone de manuales). Habría que involucrar diferentes actores de la comunidad, entre otros, consumidores, comercios locales, ayuntamiento, asociaciones, etc., para que todo el mundo esté unido para su objetivo común.
Es también imprescindible, sin embargo, diseñar bien una moneda social de modo que sea ventajosa a todos los actores sin sacrificar a nadie. Hay que prestar atención especial a los comercios locales, porque necesitan pagar a sus proveedores que están fuera del pueblo y no se les puede obligar a aceptar más que lo que puedan. Una queja típica de los comercios es acumular demasiada cantidad de moneda social que no se puede gastar y esta situación destruye su confianza a este sistema, les desalienta a seguir aceptando este medio de intercambio local y les da ganas de salir de este circuito. De ahí que se han concebido diferentes monedas respaldadas con moneda oficial (ej.:Chiemgauer, SOL-Violette, Eusko, Banco Palmas y Bristol Pound) con el fin de que los comercios locales tengan más facilidad en aceptarlas y gastarlas.
La creación de una moneda social significa el compromiso de sus socios a comprar y vender productos y servicios lo más posible. Por lo tanto es menester seguir animándoles a pensar en cómo pueden estrechar sus relaciones son sus vecinos.
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