Tengo una amiga que ha decidido vivir el Adviento al revés. En los calendarios de Adviento tradicionales cada día descubres un dibujito, un pequeño regalo o una chocolatina. Pero ella en vez de ir a la búsqueda de algo en su calendario, una cesta, cada día va a depositar algo en ella, ya sea comida o bien un producto de higiene para, llegada la Navidad, regalar la cesta y los objetos que contenga a una persona «homeless». Se me ha ocurrido, entonces, que podría proponer varias ideas, como esta, para vivir no sólo el Adviento sino toda la Navidad «al revés».
¿Qué tal, por ejemplo, hacerse el propósito de reparar por defecto, nunca mejor dicho, lo que se nos ha estropeado en vez de ir corriendo a la tienda más cercana para reemplazarlo en un santiamén? A veces me digo que no hacemos ni el esfuerzo de reparar por una cuestión más psicológica que de otro orden. El hecho de no poder contar con nuestro «objeto» en ese mismo momento que queremos nos produce una angustia fenomenal, casi insoportable. Y en realidad quizá tampoco tengamos una necesidad imperiosa de utilizarlo.