Por Lidia Ucher, periodista
“Los cambios ya han empezado, y estamos ante un gran momento para las generaciones más jóvenes.” El veterano cineasta Pere Portabella animaba recientemente a seguir tramando cambios en las instituciones democráticas desde el activismo cultural.
Lo proclamaba desde el innovador centro Tabakalera de Donostia y en el programa “Diálogos con el cine militante”, donde repasaba su extensa carrera documentando transiciones políticas y sociales, desde “Informe General” de la transición española a la crónica quincemayista “No estamos solos”. Lo cierto es que, sin olvidar que “los poderes mueren matando” y que siguen ahí, interviniendo nuestras prácticas transformadoras, y pese a la crisis global que nos acecha, “hay espacios de creación que están siendo ocupados por gente que en su día irrumpió en las plazas de nuestras ciudades”.
Portabella nos habla de una “gran oportunidad” que se nos presenta en medio de esta crisis sistémica en la que ya se van abriendo cada vez más brechas. Ahora se trata de seguir de cerca esas nuevas prácticas, desde la cultura, la educación, la ayuda humanitaria... darles el valor que merecen, documentándolas y visibilizándolas.
Es a lo que venimos hoy aquí, a este espacio “Alterconsumismo”. Porque si algo hemos aprendido es a desaprender. Como recogió el periodista Javier Erro, los movimientos 15M han mostrado que es posible “reconocer el valor de lo educativo”: “Ahora nos vamos... pero no importa porque volveremos en cualquier momento. Lo importante es que de aquí salimos distintos, porque el trabajo más importante es con nosotros mismos. Este es un proceso permanente de educación.”
Desde el mismo espacio donde hablaba Portabella de “la gran oportunidad” para los más jóvenes, Donostia, partió la caravana “Europa Transit”, en busca de “la empatía y el entendimiento mutuo” en diez lugares, diez conflictos y en diez relatos “en defensa de una cultura para la transición a la convivencia”. A su llegada a Grecia, se detiene en Tesalónica para rodar “Escuela en Tránsito” con niños y niñas refugiadas que han perdido su derecho a aprender a escribir, leer e ir a clase cada día. En un corto animado, hablan de su “escuela ideal”.
“Fatima, Hassen, Delsher, Deliar, Sahad, Mohamad Nour, Yusef, Roshin, Riham, Lin… Son los nombres propios que le ponen cara, mirada y anhelo a los casi 50 millones de niños y niñas que han atravesado fronteras a la fuerza, según cifras de UNICEF.” Como hacía Kapuscinski nada más llegar a un país sumido en la violencia: buscar “el lugar donde renace la esperanza”, Escuelas en Tránsito lo ha buscado y hallado en la infancia refugiada.
Es una manera, quizás, de vencer al mayor crimen contra la humanidad: matar la esperanza, según decía el pedagogo Rogelio Blanco, y nos recuerda Cristina Ávila-Zesatti en Corresponsal de Paz, otro proyecto comunicativo que visibiliza los esfuerzos para educar para la paz desde el mismo lugar del conflicto.
Ponerse en la piel del otro, tantas veces como sea necesario para recuperar la capacidad humana de empatizar que parece hemos perdido entre tanto impacto visual. Es lo que han pretendido desde organizaciones como Save The Children o Amnistía Internacional. En la conferencia “Siria, las voces silenciadas, la periodista Mónica García Prieto aludía al contundente mensaje de Save the Children para que no olvidemos a quien más sufre en las guerras: la infancia.
Otra apelación a la empatía es la de Amnistía Internacional Catalunya con un “Yo acojo“ y un vídeo que nos hace parar por unos minutos para mirar a las personas refugiadas como iguales: “ Mira a los refugiados a los ojos. ¿No son iguales que tú? Mirá más allá de la frontera”.
El documental danés “Un hogar en el mundo” nos muestra con mucha sensibilidad pero en toda su crudeza el trauma que supone para los niños y niñas que huyen de sus hogares perdiendo en el camino las más tiernas referencias de su identidad, su cultura, su lengua… y su lucha por superar y encontrarse a sí mismos en un lugar nuevo y desconocido. Y nos alerta de la importancia de ofrecerles nuevas referencias y acompañarles en el proceso de integración. El film apunta a las personas educadoras como figuras esenciales para que los niños se sientan acogidos en este duro tránsito en tan tempranas edades.
Otros documentales hablan también de estas otras formas de cambiar, desde la cultura audiovisual, mostrando cómo educar en tránsito, en origen y en destino a niños y niñas, a jóvenes, a aprender de nuestra historia y a mirar al futuro con confianza en nuestro poder para transformar. El lugar de las fresas es todo un canto al entendimiento entre personas de diferentes generaciones, culturas y religiones desde la voluntad y la cooperación humana. Como dice su directora, Maite Vitoria Daneris, la película demuestra que “la gente común es la que hace el verdadero progreso y da una clase magistral a la clase dirigente”.
“No estamos solos”, de Pere Joan Ventura y producido por Films 59, es el relato coral de las prácticas que han conseguido reactivar conciencias e implicar a la gente de a pie en sus propios procesos de cambio: participando en asociaciones vecinales, colectivos de barrio, cooperativas… Como su nombre anuncia, “no estamos solos” y el poder de actuar en común sobresale como la verdadera fuerza de cambio.
Un documental que cierra este ciclo de films de diagnosis, procesos y experiencias transformadoras, profundiza en esta misma idea de la fuerza de lo colectivo: “In the same boat”, en alusión directa a lo que el sociólogo Zygmunt Bauman dice en la película: Todos vamos en el mismo barco. Es decir, el cambio será global y desde el poder de la gente, o no será, o será otra cosa.
El film, dirigido por Rudy Gnutti y coproducido por Pere Portabella, se proyecta en los cines Verdi de Madrid y Barcelona los días 20 y 22 de diciembre, con coloquio posterior sobre las ideas y alternativas -decrecimiento, renta básica, alternativas ciudadanas- que se plantean aquí para superar la desigualdad creciente y la más que mencionada “crisis de valores” de nuestras sociedades actuales. A través de entrevistas con Pepe Mújica, Serge Latouche o el propio Bauman, entre otros, analiza cómo el progreso tecnológico es, por un lado, “un gran logro de la humanidad en todos los campos (comunicación, educación, salud, etc.), mientras que, por el otro, está destruyendo empleo, tanto manual como intelectual.”
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