“El consumo es democracia. A través de lo que compras decides qué tipo de sociedad quieres. En este espacio encontrarás ideas para hacer que tu consumo sea justo y sostenible. Únete al Alterconsumismo.”
Sobre los autores
Alterconsumismo es un blog coral dirigido por Anna Argemí, periodista especializada en comercio justo, consumo responsable y alternativo. Los últimos años estuvo a cargo de la comunicación externa del comercio justo en Intermón Oxfam.
Marta Guijarro (Coordinadora Estatal de Comercio Justo)
Laura Perona (Fairtrade Ibérica)
Albert Cañigueral (Consumo Colaborativo)
Carlos Ballesteros (Universidad de Comillas, especialista en consumo)
Marco Coscione (Coordinadora Latinoamericana y del Caribe de Pequeños Productores de Comercio Justo)
Anna Carrascón (Setem)
Álvaro Porro (revista de consumo responsable Opciones)
Esther Vivas (activista e investigadora en políticas agrícolas y agroalimentarias)
Sonia Felipe Larios (Triodos Bank)
Gema Gómez (Slow Fashion Spain)
Cristina Diago (Biocultura – The Ecologist)
Pilar Sampietro (periodista especializada en ecología RNE)
Laura Alcubilla (Economía del bien común)
Lidia Ucher
Dídac S-Costa (mercados sociales)
Rafael Sanchís (director de Comercio Justo de Intermón Oxfam).
Hace un añoOxfam Intermónlanzó una nueva gama de cosmética natural, llamada Senzia, con certificaciónNatrue. Natrue (de natural y true, verdadero en inglés) es el sello más estricto para certificar los productos cosméticos naturales. Tan estricto que garantiza que el cosmético no contiene fragancias sintéticas ni colorantes ni derivados del petróleo ni aceites de silicona ni sus derivados, ni ingredientes modificados genéticamente (en cumplimiento de la regulación de la EU). En fin, que es natural natural, como deberían ser todos los productos de su género. ¿Por qué los sellos certifican sólo las bondades? ¿No sería más práctico incluso que hubiera sellos para señalar claramente con el dedo a los que están infringiendo las reglas del juego, jugando con nuestra salud y con la del planeta?
“Los cambios ya han empezado, y estamos ante un gran momento para las generaciones más jóvenes.” El veterano cineasta Pere Portabella animaba recientemente a seguir tramando cambios en las instituciones democráticas desde el activismo cultural.
Lo proclamaba desde el innovador centroTabakalerade Donostia y en el programa “Diálogos con el cine militante”, donde repasaba su extensa carrera documentando transiciones políticas y sociales, desde “Informe General” de la transición española a la crónica quincemayista “No estamos solos”. Lo cierto es que, sin olvidar que “los poderes mueren matando” y que siguen ahí, interviniendo nuestras prácticas transformadoras, y pese a la crisis global que nos acecha, “hay espacios de creación que están siendo ocupados por gente que en su día irrumpió en las plazas de nuestras ciudades”.
Reorientar la vida de una (o uno), no siempre es fácil. Y resulta que estamos educados y orientados en el consumo desenfrenado: sin conciencia, sin consecuencias.
Estos días de salvaje consumo navideño, algunas organizaciones están invirtiendo sus recursos para tratar de repartir dosis de reflexión que, quizá, hará que torzamos por el camino con flecha hacia la sostenibilidad.
Bajo el lemaEsta Navidad, hágale un regalo al planeta, Greenpeace ha publicado un vídeo de aires retro para explicarnos como contribuir a un consumo más sostenible; empezando esta Navidad pero con un compromiso de larga duración. Greenpeace nos recuerda que “vivimos en un planeta finito con recursos finitos, pero sin embargo producimos y consumimos por encima de las posibilidades físicas del planeta.”
DesdeCitycisenos proponen, a través del movimiento#NoMásCosas, una idea para compartir cualquier cosa que ya no usemos con nuestros vecinos del barrio. Es un ejercicio que nos ayudará a ver cómo nuestras casas están repletas de trastos que nos sobran. Instrucciones: meter en una caja las cosas que no queremos y sacar la caja al portal del edificio; de este modo, cualquier persona que necesite algo se lo podrá llevar.
Reducir el consumo y vivir con menos, a parte de ayudar a mantener los recursos de nuestro planeta, contribuye a una vida más plena, más feliz y de mayores experiencias.
El diseñador y periodista Graham Hill en su charlaLess stuff, more Happinessnos sugiere que menos cosas y menos espacio equivale a una menor huella ecológica en el planeta; además de incrementar nuestra felicidad y ahorrar dinero.
Diapositiva de la TedTalk de Graham Hill
Un estilo de vida minimalista implica ser consciente de las cosas que poseemos, las cosas que compramos y cómo invertimos nuestro tiempo. Así nos lo cuenta, en 47 segundos, José Mújica, Presidente de Uruguay entre los años 2010 y 2015.
Puede que todos esto suene extraño o no vaya con nosotros, pero ¿por qué no probarlo? ¿Por qué no abrir una habitación y coger todo aquello que ya no significa nada en nuestra vida diaria, meterlo en una caja y sacarla a la calle?
Caja de cartón y espacio cedido por Abbas, mi vecino propietario del Paqui-súper de al lado
Yo ya lo he hecho. Esta es mi caja. Y me siento más liviana y más feliz, por contribuir -aunque sea sólo un poquito- a hacer mi vida más sostenible.
Ya está aquí esa época estresante -para padres y niños- en que los mayores se lanzan a la compra contra reloj de los juguetes especificados en la carta a los Reyes o a Papá Noel y esa época en la que los menores por su lado aumentan la presión sobre sus progenitores para conseguir todos y cada uno de los regalos señalados. ¿A quién beneficia este estrés y este mercadeo entre unos y otros?
En el super de mi barrio venden los juguetes ya con un descuento del 50% y, claro, es tentador echar un vistazo al lineal. He visto una pizarrita que haría las delicias de mis gemelitos y tentada he estado de pillarla pero me he frenado a tiempo. ¿Cuántos juguetes necesitan mis hijos? Está claro que los propietarios del super van diciendo -sin abrir la boca- «hay que vender, hay que vender», pero ¿significa eso que yo tengo que comprar?
Hace tiempo ya que quería escribir sobre el cohousing o la covivienda, esta otra forma de vivir y convivir. Se trata de grupos de personas que deciden vivir juntas, más allá del concepto clásico de pareja y familia. Pueden ser amigos o incluso extraños con quienes se decide compartir espacio, experiencias y una misma visión de la vida comunitaria. La primera vez que oí hablar del tema fue en Berlín en 2005. Por aquel entonces conocí a una joven pareja con 2 hijos pequeños que habían decidido junto con otros amigos, también padres de familia, comprar conjuntamente un terreno donde iban a construir una casa de varios pisos con espacios privados pero otros comunes, como lavandería o sala de juegos. Salía más barato entre todos comprar un terreno y socializar los gastos comunes además de ser una opción más sostenible desde el punto de vista medioambiental. Pero el objetivo de mis amigos berlineses iba mucho más allá. Querían vivir con amigos.
Por María Hidalgo y Cristina Palacios de Fairchanges
Cada año tenemos el mismo dilema: Dejarnos seducir por la magia consumista de la Navidad o apostar por un consumo más responsable. Hacerlo te puede convertir en ese bicho raro de la oficina que no quiere participar en el amigo invisible. O en ese familiar tacaño que no participa del reparto de regalos. Por suerte, formar parte de las tradiciones y ser un consumidor responsable cada vez es más fácil.
Ahora tenemos más acceso a esa información que antes escapaba a los reportajes y noticias tradicionales. La publicidad ya no es la única información que obtenemos sobre un producto. Ynos enfada muchísimo saber que detrás de nuestras marcas favoritas hay una industria injusta, esclavista o contaminante. Antes era muy complicado pasar de la indignación a la acción si buscabas un producto con buena relación calidad/precio o con una estética cuidada. Y esa excusa nos ha servido durante años para evadir nuestra responsabilidad. Pero ahora…
Se está acabando el año del cine climático, al menos así lo he vivido yo. 2016 debutó con Demain(Mañana), un documental francés protagonizado y producido por actores que buscan despertar en el espectador la conciencia ecológica y conseguir entre todos, de manera colaborativa, re-crear el mundo de mañana. Continuó el «festival off de cine medioambiental» con Before the flood (Antes del diluvio), la contribución personal y a la vez muy bien documentada de Leonardo di Caprio para luchar contra el calentamiento global y para sobre todo intentar dar un golpe de timón a la política medioambiental de los EEUU. El filme se quedó en eso : en bonito alegato pero en puro intento.
Y ya a las puertas del 2017 se anuncia una nueva película con telón de fondo de «desastre climático en ciernes», The humanity project (El proyecto de la humanidad). En este caso el cabeza de cartel es Nicholas Cage y la película, clasificada de ciencia ficción, nos traslada al horizonte no tan lejano del 2030, cuando una gran parte del Midwest americano se ha convertido, según el guión, en territorio inhabitable por culpa del tan manido cambio climático.
La noticia sobre la posible implementación de una moneda social en unos barrios marginados de Barcelonaha despertado el interés de una buena parte de la sociedad española, aunque en este mismo momento el proyecto está todavía por elaborarse. Quisiera presentar mi punto de vista, esperando que sirva para que esta moneda sea lo más exitosa posible.
Hay que recordar nuestro punto de partida de que las monedas sociales son para crear una economía autosuficiente. En las comunidades más prósperas la gente compra a sus vecinos con frecuencia mientras que en las pobres la gente tiende a gastar dinero en cadenas de comida rápida etc. y se va pronto el dinero sin dejar buenos impactos económicos en el barrio. Entonces es necesario empezar por concienciar a los vecinos para que quieran participar en esta economía más circular. A este respecto sirve mi post en octubre de 2014, basado en el manual “tapando las goteras”, que invita a los vecinos a pensar cómo sustituir la fuga del dinero (compra exterior) con la producción local.