Por Miguel Yasuyuki Hirota
La noticia sobre la posible implementación de una moneda social en unos barrios marginados de Barcelona ha despertado el interés de una buena parte de la sociedad española, aunque en este mismo momento el proyecto está todavía por elaborarse. Quisiera presentar mi punto de vista, esperando que sirva para que esta moneda sea lo más exitosa posible.
Hay que recordar nuestro punto de partida de que las monedas sociales son para crear una economía autosuficiente. En las comunidades más prósperas la gente compra a sus vecinos con frecuencia mientras que en las pobres la gente tiende a gastar dinero en cadenas de comida rápida etc. y se va pronto el dinero sin dejar buenos impactos económicos en el barrio. Entonces es necesario empezar por concienciar a los vecinos para que quieran participar en esta economía más circular. A este respecto sirve mi post en octubre de 2014, basado en el manual “tapando las goteras”, que invita a los vecinos a pensar cómo sustituir la fuga del dinero (compra exterior) con la producción local.
Vídeo relacionado a Tapando las Goteras, titulado “Apreciando lo Nuestro”
Un indicador útil para medir la eficacia de estas monedas sociales es el multiplicador. Por ejemplo, si Eva cambia un billete de 10 euros en una moneda social y la gasta en un restaurante de Martín, él compra una botella de vino equivalente en el comercio de Patricia y ella cambia esta moneda social en euro para pagar a su proveedor externo, el efecto multiplicador es de 2 (“Eva a Martín” y “Martín a Patricia”) y cuánto más se usa la moneda dentro de la comunidad, más próspera es la economía local. Chiemgauer es una moneda consciente de este factor y sigue calculando esta cifra para mostrar su impacto en la comunidad, también dificultando un poco la fuga del dinero por cobrar el 5% de comisión al reembolsar la moneda social en euro.
Otro elemento clave para lograr mayor impacto con una moneda social es dedicarse a fomentar la cohesión social, o “factor C” (compañerismo, comunidad, cooperación, colaboración, comunión, coordinación, etc.) como dice el economista chileno Luis Razeto. Muchos lectores de este blog se acordarán del Banco Palmas en Brasil cuando hablamos de iniciativas para luchar contra la pobreza, pero un elemento que no se puede pasar inadvertido es que el Conjunto Palmeiras, donde nació este banco comunitario con una moneda social propia, había construido un alto nivel de confianza mutua a través de diferentes movimientos reivindicativos por la asociación ASMOCONP (Associação de Moradores do Conjunto Palmeiras) para mejorar sus condiciones de vida, algo carente en muchas comunidades españolas. Es fundamental realizar muchos esfuerzos para que los vecinos sean solidarios mutuamente (quizá vale la pena empezar con un banco del tiempo para este fin).
Documental “Palmas” (subtítulo en portugués)
Otro punto importante es que se puede emitir la moneda social de forma vinculada a la formación profesional, en vez de otorgarla como renta básica, para ayudar a estas personas a tener un trabajo digno, lo que significa la salida no sólo de la pobreza económica sino también de la exclusión social. Mayor en Campo Maior (Portugal) es un ejemplo en que se emite la moneda para este fin. Valdría la pena invitar a diferentes empresas de inserción, por ejemplo, a participar en este proyecto para que se pueda formar más personas. También cuando la comunidad esté lista para iniciar nuevos proyectos, se podrá ofrecer esta moneda social para financiarlos y se puede inspirar del proyecto Fomento, realizado por la fundación holandesa STRO para el Conjunto Palmeiras.
Vídeo que explica cómo funcionó el proyecto Fomento
Las monedas sociales como iniciativa de un ayuntamiento tienen mucho potencial, pero también necesitan ser prudentemente diseñadas para optimizar su impacto. Espero que Barcelona consiga poner en marcha una moneda apropiada que realmente sirva para las personas más necesitadas.
Fotografía de portada: Scrabble Series Money vía Flickr / Creative Commons
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