JOSÉ FERNÁNDEZ-ALBERTOS
Casi todas las propuestas concretas que se discuten como posibles soluciones a la crisis actual (devaluación interna, consolidación fiscal, creación de una unión bancaria o incluso fiscal europea) exigen, de manera más o menos explícita, un aislamiento de la política económica respecto de las demandas de la ciudadanía: Las reformas y recortes necesarios habrán de imponerse por muy impopulares que estos sean, y las decisiones de los gobiernos nacionales deberán ser supervisadas de manera más estricta por instituciones supranacionales sobre las que los ciudadanos apenas tienen capacidad de influencia.
Este progresivo aislamiento de la política económica respecto del control democrático ya lo llevamos practicando algún tiempo, y conocemos algunas de sus consecuencias: desafección de los ciudadanos, crisis de gobernabilidad asociadas al declive de los principales partidos, y aparición de tendencias populistas y extremistas. Como recientemente señalaba el politólogo James Alt parece que estemos siguiendo una versión adaptada del famoso consejo de los hermanos Marx: "si tienes un problema, contrata a un experto; esto hará que el problema se haga más grande, pero al menos tendrás experto".
Algunos argumentan que esta crisis política es pasajera. En el momento en que las políticas impopulares empiecen a dar sus frutos en términos de crecimiento, la gente olvidará que los gobernantes las adoptaron de espaldas a ellos. A la población, se dice, le importan los fines, no los medios.
Este razonamiento parte, como mínimo, de una premisa errónea: pensar que hay "una" forma óptima de resolver la crisis y para dar con ella lo mejor es "aislar" a los políticos de la influencia de los votantes. Es esta una visión ingenua que ignora el hecho de que cualquier resolución de la crisis actual pasa por un reparto determinado de los costes del inevitable ajuste al que se enfrentan nuestras economías.
Dicho de otra forma, el hecho de que toda solución a la crisis implique una distribución determinada de sacrificios entre países, entre grupos sociales, y entre individuos nos obliga como sociedad a responder preguntas de naturales puramente política: ¿Qué grupos han de ser los más castigados por los ajustes y qué grupos han de ser protegidos? ¿Deben pagar más los contribuyentes o los beneficiarios del Estado del bienestar? ¿Qué tipos de contribuyentes y qué tipos de beneficiarios?
Desengañémonos: no existen respuestas "técnicas" a estas preguntas, sino únicamente políticas. Y la mejor forma que tenemos para resolver los debates distributivos que subyacen a todas estas cuestiones es mediante métodos democráticos.
Usurpar al debate público estas cuestiones y obligar a los políticos a seguir los dictados de expertos o agencias supranacionales no sometidas al control democrático tiene, además, la indeseable consecuencia de hacer estas políticas más frágiles e inestables en el tiempo. Este es uno de los argumentos que defiendo en el libro "Democracia Intervenida": es precisamente el hecho de que los políticos tengan que someterse periódicamente al escrutinio ciudadano lo que hace que las políticas impopulares que adoptan sean inestables y generen incertidumbres en la economía.
Tengamos pues menor miedo a la democracia. Sólo adoptando políticas que gocen de amplio respaldo social lograremos que éstas sean percibidas como creíbles y sostenibles en el tiempo.
José Fernández-Albertos (twitter: @jfalbertos) es investigador en el Instituto de Políticas y Bienes Públicos del CSIC. Acaba de publicar "Democracia Intervenida. Políticas Económicas en la Gran Recesión" (Alternativas - La Catarata), que presenta este próximo miércoles 27 de junio a las 19:00 en el Centro Cultural Blanquerna (c/ Alcalá, 44).
Hay 3 Comentarios
Aplaudiría el artículo si no fuera por una disensión seria: No se debería reconocer como democracia a esta clase de "hipocracia" (poder de la hipocresía), que no es distintiva española, sino que hace mucho que esta enquistada en todo occidente.
No es democrático engañar a la población para conseguir su voto de forma capciosa y para designar funcionarios a los que prácticamente nadie conoce ni puede averiguar casi nada sobre ellos, especialmente de sus antecedentes y condiciones profesionales como morales (de idoneidad para la función).
Bien se quejan los del 15M "le llaman democracia y no lo es".
¿Acaso alguna autoridad competente exige explicaciones al gobierno de sus mentiras electorales e incluso posteriores? Como "no hay ni habrá rescate"o "ni un euro de ayuda a las bancos privados". "No quitaremos ni un céntimo en los presupuestos de sanidad y educación".
Deberían estar ya destituidos y condenados a trabajos forzados semejante panda de hipócritas mentirosos que estafan moralmente a toda una nación entera. Porque si intentaran aludir ignorancia de la verdadera situación social y económica, las promesas electorales en las que aseveraban que no echarían culpas a la herencia recibida, fueron como mínimo una imprudencia alevosamente irresponsable que justifica se les destituya e inhabilite a postularse y ejercer cargos públicos.
Pero a todo esto, los "no PPeros" de las cámaras LO IGNORAN alevosamente; al igual que los funcionrarios ¿responsables? del Poder Judicial y, desde la prensa, apenas tibias críticas que resultan más ambiguas que objetivas.
La sociedad se ha escindido en tres grandes grupos que se pueden alegorizar como un tornillo que penetra forzadamente, ayudado por abundante grasa.
Los ricos egoístas que sólo piensan y defienden su pecunio a como dé lugar (tornillo forzador).
Los lamebotas serviles y condescendientes que no quieren perder posición socio económica y, por eso, intentan "suavizar" las cosas (grasa).
El grueso de los trabajadores y sus familias, que son exprimidos y explotados hasta lo inhumano (madera forzada).
No se trata de perimidas ideologías de izquierdas, centro o derechas; sino de SENTIDO COMÚN que, no por nada, se dice que es el menos común de los sentidos.
Pero el efecto real es como cuando se hace puré: Cuanto más presiona el pisón de los ricos, más se hunde hacia el fondo y se le suben encima los oprimidos, que pasaron por huecos. ¿Mejor ejemplo que lo que detonó a las revoluciones en Francia y Rusia? Que es también lo que facilitó y potenció a la fuerza del nazismo alemán y, actualmente, a muchas ideologías extremistas?
Aún se está a tiempo de evitar grandes derramamientos de sangre, si los "grasa" dejaran de facilitar tanta presión e injusticias, para que los ricos egoístas sean los que se ubiquen como corresponde realmente a las circunstancias que provocaron con sus negligentes ambiciones desmedidas.
Publicado por: Susurro | 27/06/2012 14:13:56
"El líder del PSOE le dice al presidente: 'Va usted al consejo europeo con el apoyo del PSOE' "
Publicado por: ¡PSOE-PP, la misma mierda que caga la banca es! | 27/06/2012 13:32:47
El período electoral es a veces muy largo y a veces muy corto. El ámbito electoral es a veces muy pequeño, a veces demasiado grande y a veces incongruente. Por ejemplo, hoy mismo: esperar que las elecciones de 2013 cambien a merkel es tarde para evitar un desastre del euro. una ayuntamiento puede aprobar un plan que multiplica por 10 su población e inducir una quiebra con 25000 pisos vacíos. Ganar tres millones de votos de diferencia en Alemania promueve políticas que empobrecen a más de 100 millones de europeos de Portugal, España, Italia y Grecia.
La democracia representativa ya no sirve, no queremos una autocracia aristocrática eficaz, como la china...
Esperemos que, mejor antes que mas tarde, incorporemos recursos de open government y democracia directa. Ya hay herramientas efectivas, por ejemplo: http://liquidfeedback.org/ . No se trata de revolución, destruir el teatro parlamentario, sino de conectar herramientas de participación con las de toma de decisiones.
Publicado por: frydman | 27/06/2012 13:12:40