KATTYA CASCANTE
España que había duplicado su AOD en los últimos años, llegando a destinar en 2009, 4.728 millones de Euros (el 0,46% de la RNB española), redujo a principios de año sus estimaciones de gasto a un 50% (2.404,66%, un 0,23%), confirma las peores sospechas, volver al vagón de cola de las 30 economías de mercados que integran el Comité de Ayuda al Desarrollo (CAD). Por tanto, el compromiso marcado por el CAD de elevar la AOD hasta el 0,7% de la RNB española en 2015, convertido en objetivo político por la Administración de Zapatero, ya ha dejado de serlo.
Sin embargo, ¿qué criterios están primando en los recortes? Si bien la AOD ha sido siempre el instrumento híbrido por excelencia en cuanto a la presencia de los intereses que la informan y dirigen, ¿hay realmente una intención de reformar la política española de cooperación internacional y desarrollo? ¿Representan las decisiones recientes una oportunidad para adaptar la arquitectura institucional a las necesidades del sistema de cooperación, adecuar las capacidades y los recursos humanos, concentrar la ayuda en menos actores, sectores, países e instrumentos, al mismo tiempo que se mejora el sistema de rendición de cuentas y medición de impacto?
Si acudimos al sistema de planificación, el Plan anual de Cooperación Internacional de 2012, parece responder más y mejor I Plan Director (2001-04) que el actualmente en vigor. Durante la anterior legislatura, la carga ideológica impidió el consenso necesario para cumplir con el objetivo común de convertir la AOD en una política de Estado, con lo que ante el primer pulso de superposición de intereses económicos, y con un Pacto de Estado contra la Pobreza promovido desde la Coordinadora Nacional de ONGD difunto, el retroceso ha sido del todo inevitable. Confrontar principios (de corte progresista) con intereses (de corte conservador) en vez de alinearlos hacia un mismo objetivo, ha sido una gran equivocación y suficiente motivo para que el nuevo gobierno se viera legitimado a cambiar sin complejos.
De entre las decisiones más representativas, destaca la de otorgar al Ministerio de Economía y Hacienda (MEH) más peso en cooperación que el propio Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación (MAEC). En 2012, el MEH vigilará que en términos absolutos y relativos, la cooperación no incremente la carga fiscal del país, más allá de que los créditos ganen terreno a las donaciones, o de si se produce un mayor endeudamiento en los países más empobrecidos con los que se coopera.
De igual modo, modificar la estructura del MAEC, fusionando como hace ocho años la Secretaría de Cooperación internacional con la de Iberoamérica, supone regresar a la fuerte vocación latinoamericana el gobierno frente a las necesidades de desarrollo del contexto internacional. Desestimar la elaboración del III Plan África e impulsar la iniciativa de "marca España" confirma la concentración de la ayuda en aquellos países con los que España mantiene especiales vínculos de carácter histórico o cultural. Criterio que, lejos de suponer un avance en la eficacia de la ayuda, refuerza la inercia de unir la capacidad del sistema español de cooperación a un modelo de acción exterior poscolonial. Si en la legislatura pasada, el discurso de la agenda de desarrollo de los países de Nordic Plus, se adelantó a nuestra práctica, el actual gobierno nos propone volver a la casilla de salida.
En cuanto a la modalidad de la ayuda también encontramos que la apuesta del anterior Gobierno por el multilateralismo activo, retorna a las proporciones del I Plan Director (2001-04). Las contribuciones a la UE se incrementan en 17 millones de Euros mientras el resto sufren una reducción de más de un 64% en el caso de los organismos financieros multilaterales de desarrollo y hasta del 78% en los no financieros respecto al 2010. Una lógica que sin embargo no debería permitir renunciar a la experiencia, el conocimiento adquirido y el capital para consolidar nuestra posición de liderazgo dentro de los foros internacionales. ¿Se quiere renunciar a rentabilizar los esfuerzos realizados justo ahora que se gesta una nueva agenda de desarrollo post-2015 y de la gobernanza mundial?
La carencia de una visión identitaria y estratégica para conseguir mejores niveles de calidad de la ayuda y para maximizar su impacto en el desarrollo sigue ahí, en el sistema. Sin posicionamientos claros en los distitnos debates y foros de la comunidad internacional no se puede fortalecer una presencia con perfil propio. Nuestro papel será cada vez más irrelevante gracias a los bandazos políticos que los distintos cambios de gobierno provocan. Sin una política pública de continuidad y sostenible, se hacen menos relevantes los argumentos de racionalización del gasto o cualquier otro criterio urgente que pueda aplicarse en estos tiempos de crisis.