KATTYA CASCANTE
Ayer se presentaron los Presupuestos Generales del Estado para 2013 con una ausencia sintomática, la del propio presidente del Gobierno. Mariano Rajoy se encontraba en Nueva York para defender la candidatura española para formar parte del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. España compite con Turquía y Nueva Zelanda como miembro no permanente del Consejo en el bienio 2015-2016. Un puesto para el que nuestro Gobierno ha decidido emplearse a fondo con un gran despliegue diplomático y donde se demostrará si todavía nos queda algo de músculo para jugar esta mano.
Y no es que tengamos razones para ser positivos. Recordemos que no hace mucho Brasil nos arrebató la dirección de la Organización Mundial de la Alimentación (FAO) justo en un momento en el que se procuraba rentabilizar la enorme apuesta económica que en materia de seguridad alimentaria llevó a cabo España con el anterior Gobierno. Si entonces teníamos motivos (recursos) de sobra para convencer, lo cierto es que ahora las credenciales no sirven ni para evocar el mejor de los pasados.
En su discurso Rajoy, no sólo destacó la importancia de buscar una solución para el Sahel (Mali), fue más allá. Mencionó la intención de colaborar junto con una fuerza militar de la Comunidad Económica del África Occidental (CEDEAO) si se decide intervenir en Mali, para evitar la inseguridad en una región que a penas se encuentra a 800 kilómetros de nuestro país. Y, en la que (en esto no fue tan explícito) la crisis de la subida de precios de los alimentos está haciendo mayores estragos sobre la población.
Una sensibilidad que resulta paradójica ante los nuevos recortes anunciados para el presupuesto de 2013. Recortes muy intensos (por no decir mortales) para la política de Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD). Y todo ello como si de otro asunto se tratase y apenas una semana después de que el propio Secretario General de NNUU (en la misma ciudad) presentara el informe 2012 del Grupo de Tareas sobre el desfase en el logro de la Alianza Mundial para el Desarrollo, el Objetivo 8 de la Declaración del Milenio.
En el informe se aprecia un desfase de más de 166 mil millones de dólares entre los compromisos de AOD mundial (más de 300 mil millones de dólares) y lo desembolsado hasta la fecha. Es decir un 0,39% frente al 0,7% del ingreso nacional bruto de los países donantes. Algo que para los países menos adelantados se traduce en 17 mil millones menos frente a los 38 mil previstos en el Programa de Acción de Estambul. Un acuerdo que determinaba durante el decenio 2011-2020, aportar a la AOD entre 0,15 y 0,20% del ingreso nacional bruto de los países donantes para 2015.
En cuanto al acceso a los mercados, un compromiso que se inició en 2001 con las negociaciones de la Ronda de Doha y donde se acordó establecer un "sistema de comercio y financiamiento multilateral abierto, equitativo, basado en normas, previsible y no discriminatorio", la frustración no puede ser mayor. La parálisis y la falta de interés, agravados sin duda por la crisis, facilitan la proliferación de nuevas medidas proteccionistas (hasta un incremento del 82%) en el comercio internacional. Frente al compromiso de permitir que el 97% de las exportaciones de los países menos adelantados, tuvieran un acceso exento de derechos y de cupos a los mercados de los países desarrollados, como se recomienda en la Declaración Ministerial de Hong Kong de la OMC de 2005, apenas la mitad se admiten con acceso preferencial "verdadero".
Del mismo modo encontramos que 10 de los países pobres más endeudados no han conseguido beneficiarse de la iniciativa multilateral de Alivio de la Deuda y otros 20 (frente a los 68 países que son en total) presentan un alto riesgo en la sostenibilidad de la misma. Tampoco parece mejorar, al menos no tanto como se preveía, la cooperación con las empresas farmacéuticas para que abarataran los medicamentos esenciales. En 2011 la capacidad de acceso a este tipo de medicamentos superaron 5,0 veces los precios de referencia internacionales en los países en desarrollo.
Por último, y en cuanto a los compromisos sobre el acceso a las nuevas tecnologías se refiere, hay un desfase de un 21% de la población del mundo en desarrollo que carece de suscripción a teléfonos móviles. Un porcentaje que se triplica para los usuarios de Internet en los países en desarrollo.
Un informe realmente preocupante a la par que incómodo. Una evidencia más de los fácil que es deshacerse de los compromisos adquiridos, y casi al mismo tiempo que se busca respaldo internacional para alcanzar una posición privilegiada y de reconocimiento... Singular estrategia diría yo.