FERNANDO RUEDA
La espantada de la semana pasada de una parte de los representantes del Consejo Escolar del Estado para debatir y proponer enmiendas al anteproyecto de la nueva ley de educación pone en evidencia una vez más que en estas cuestiones, la carga ideológica tiene un peso exagerado en el debate y desvirtúa otras consideraciones importantes para reforzar las garantías efectivas del derecho a la educación como derecho fundamental.
La carga ideológica no es solo fruto de declaraciones del tipo “españolizar a los catalanes para que se sientan orgullosos de ser catalanes y españoles”, o la eliminación del término “ciudadanía”, entendido como “adoctrinamiento socialista” (¡qué disparate de interpretación!). La carga ideológica lo impregna todo en cualquier reforma educativa, y ésta última se esconde detrás de lecturas imprecisas o simplistas de evaluaciones internacionales como el informe PISA, o de conceptualizaciones de la educación como un fin meramente instrumental.
Ciertamente el texto del anteproyecto de ley de educación no comienza con buen pie en este sentido. Hace una interpretación reduccionista de la educación como bien público y como motor que promueve competitividad de la economía, obviando su virtud como un derecho efectivo que debe orientarse hacia el pleno desarrollo de la personalidad humana y del sentido de su dignidad, como derecho que promueve otros derechos, como por ejemplo el de participar en la vida cultural y del progreso científico.
Precisamente una lectura detallada del anteproyecto desde esta perspectiva genera nuevas alarmas. El informe de la CEAPA alerta sobre la desaparición de gran parte de las enseñanzas artísticas durante el proceso educativo necesarias igualmente para el desarrollo integral alumnado.
Los cambios promovidos en el anteproyecto de ley para quitar y poner materias, ni para dar o quitar importancia a las existentes no se avalan con ningún tipo de datos. El abandono de las enseñanzas artísticas en la educación, reduciendo cada vez más su presencia en todos los ciclos de la enseñanza, el vaciado de las humanidades (la desaparición en el currículo de la enseñanza de cultura clásica y lenguas clásicas) y finalmente la desaparición del bachillerato de Artes escénicas, música y danza, no se pueden interpretar como el resultado del fracaso escolar.
Según las reformas y las declaraciones del Ministro de Educación, necesitamos más ingenieros, más empresarios y más españoles orgullosos. No parece que necesitemos más ciudadanos, más creadores y más personas libres con mayor capacidad crítica