CARLOS CARNERO
Comienza el Año de los Ciudadanos, tal y como ha declarado 2013 la Comisión Barroso, con una creciente desafección hacia la UE de importantes sectores de europeos (así lo señalan los sondeos de opinión, pero basta con escuchar en la calle para percibirlo).
El tema, sin duda, será abordado por el Informe sobre el estado de la Unión que, en su segunda entrega, dirigida por Diego López Garrido –ex Secretario de Estado para la UE-, será presentado este año por las Fundaciones que lo impulsan (Alternativas y Friedrich Ebert, en un esfuerzo hispano-alemán más oportuno que nunca).
La desconfianza ciudadana hacia la UE tiene causas claras y éstas entroncan directamente con la crisis económica. De hecho, antes de que estallara en 2008 todas las encuestas reflejaban un mantenimiento aceptable del consenso con el proyecto europeo de la mayoría de la población de los estados miembros (con la excepción del Reino Unido).
Pero la crisis ha destapado, a su vez, un desacuerdo latente, expresado en la creciente abstención en las elecciones europeas cada cinco años: lo que podríamos llamar el sentimiento de no posesión, es decir, la idea de que lo que se decide en Bruselas no deriva directamente de la decisión ciudadana.
Una cosa (consenso) y otra (desacuerdo latente) no habían sido contradictorias entre sí hasta 2008: “la UE adopta acuerdos positivos, así que, aunque no podamos participar de forma transparente en su proceso de adopción, bienvenidos sean”, parecía pensarse.
La crisis ha actuado de espoleta para la contradicción: Europa pone en marcha políticas de recortes que golpean mi calidad de vida sobre las que, encima, no puedo pronunciarme”, se opina ahora. Consecuencia: aumento de la distancia entre ciudadanía y UE.
Es verdad que las instituciones –en este caso la UE- no deben confundirse con las políticas de quienes las gobiernan. Pero no es menos cierto que para ello los ciudadanos, de quienes deriva toda legitimidad, deben poder sustituir a estos para cambiar aquellas, si así lo desean.
Está claro que, más allá de lo equivocado de la orientación económica de la UE frente a la crisis, el reto estriba hoy en profundizar la democracia europea en todos los terrenos, convirtiéndola de verdad en un cuerpo único con la existente en sus estados miembros. Solo así los ciudadanos se podrán sentir soberanos en todos los ámbitos.
Con seguridad, este asunto será motivo de análisis en el Informe anual sobre la Democracia Española que dirige Joaquín Estefanía y elabora la Fundación Alternativas.
Sea como sea, la forma correcta de afrontar el Año Europeo de los Ciudadanos no es considerarles sujetos únicamente de información (espectadores), sino dueños de la UE en todos los sentidos (protagonistas). Y, por lo tanto, poseedores de la capacidad de crítica y el poder de cambio que ello conlleva.
Posiblemente, en ese sentido irán iniciativas como la Alianza EYCA (de cuya coalición española forma parte Alternativas) o el proyecto Upgrading Europe, que dirige la doctora Susana del Río.