NICOLÁS SARTORIUS
Este fin de semana se celebran unas elecciones decisivas para Italia y Europa. Ha pasado más de una década desde que la corrupción, el clientelismo y la “lotización” acabaron con los partidos que habían sostenido la República nacida de la resistencia al fascismo. De un lado, el partido socialista, de otro la democracia cristiana se disolvieron carcomidos por la gangrena de la venalidad, combatida por los jueces del movimiento de “ manos limpias”. El otro gran partido, el PCI, acabó transformándose, en un proceso complejo, en el actual PDS, después de la caída del muro de Berlín y la desaparición de la Unión Soviética. El vacío dejado por esta traumática experiencia fue cubierto por un personaje, Silvio Berlusconi, predicador de la anti política salvo la suya, empresario de fortuna oscura de medios de comunicación, inmerso en múltiples causas penales que ha conseguido, por medio de un discurso populista y el engaño permanente, permanecer más de diez años en el poder y conducir a Italia al borde del abismo. Tan al borde del precipicio que solo hace unos meses, ante el peligro de que Berlusconi, con su desastrosa política, arrastrase al euro al desastre, tuvo que intervenir la UE, en combinación con el presidente de la República, con el fin de apartarle del poder y colocar en su lugar a un “ técnico”, Mario Monti, que fuera capaz de estabilizar la situación y convocar elecciones generales.
Después de una larga travesía del desierto, la izquierda italiana se ha recompuesto en el Partido Democrático de la Izquierda que se presenta a estas elecciones encabezado por un líder Pier Luigi Bersani surgido de unas elecciones primarias ejemplares, en las que han podido participar los ciudadanos que lo han deseado. De esta suerte, aparece en las encuestas como el favorito pero, aunque parezca mentira, el partido del “ cavaliere” le pisa los talones, empujado por un poderoso aparato mediático, sus demagógicas promesas de devolver el importe de los impuestos y un discurso anti europeo. Mario Monti, por su parte, aglutina una coalición de centro-derecha que si bien cuenta con el apoyo del Vaticano y la derecha europea encabezada por Merkel, no acaba de despegar y las intenciones de voto le sitúan en tercera o cuarta posición. Por último, el humorista Beppe Grillo, con un discurso estrambótico que dispara a diestro y siniestro a todo lo que suene a política, que bebe del difuso y profuso malestar de variopintas capas sociales y arrastra multitudes, aparece con un asombroso apoyo del 16%.
En cualquier caso, lo más probable es que gane el PD de Bersani pero es menos previsible que obtenga la mayoría suficiente en ambas Cámaras, lo que conduciría a la necesidad de establecer alianzas. Lo más lógico, en este supuesto,sería un entendimiento Bersani-Monti que abordase las profundas reformas que necesita el sistema político y económico italiano, después de los desastrosos años de berlusconismo. Pero como es lógico, en política y más en Italia, puede haber sorpresas.
¿Cuál es la lección de la experiencia italiana para España? Por lo menos una muy clara y de evidente actualidad. El cáncer de la corrupción puede acabar con grandes partidos, con años de existencia, si no se ataja ese mal a tiempo. Luego, el vacío que dejan, unido a la desafección ciudadana, no conduce a situaciones políticas más avanzadas sino todo lo contrario. La ocasión suele ser pasto propicio para que surjan líderes populistas, procedentes de fuera de la política, “salvadores” de fortuna que con promesas demagógicas pueden concitar amplios apoyos populares. O como ha sucedido en Italia que se impongan, desde fuera, soluciones supuestamente “técnicas”. Desde luego ninguna situación es igual a otra, pero convendría estar atentos porque en España nos estamos deslizando a situaciones bastante parecidas sino cortamos ya de raíz la corrupción rampante.
Hay 4 Comentarios
El señor Sartorius está muy mal informado, o tal vez no quiera decir la verdad. El Movimiento 5 EStrellas ha obtenido 8,5 millones de votos y suma el 30% de los votos, no el 16% como afirma Sartorius. Y no se trata de un humorista vociferante sino de un partido de ciudadanos apoyado por 8,5 millones de votos que están hartos de las mentiras del bipartidismo, y que se merecen un respeto.
La crisis en la que está sumida Italia se debe precisamente a este movimiento ciudadano que ha decidido NO PACTAR con los partidos corruptos tradicionales, "profesionales" de la mentira y la corrupción.
O el Sr Sartorius no está bien informado, o miente deliberadamente. No sé qué es peor.
Publicado por: Pilar Baselga | 24/04/2013 15:36:31
Desconfiad del país donde el niño es rey (o la translación de Mussolini a Beppe Grillo)
Como si estuviéramos viviendo el final de una era de giolittismo, el ciudadano italiano reclama una refundación radical de la clase política italiana, capaz de enfrentar los problemas que plantea la crisis sin que el gobierno tenga que dejarse en manos de tecnócratas impuestos por Bruselas vía Berlín. Pero la necesidad de « cambio » es anterior a la crisis misma, se fecha en el desencanto de las postrimerias del 89 cuyos efectos llevaron al hundimiento de los dos viejos cómplices de casi medio siglo, el PCI y la Democracia Cristiana. En aquellos años afloró de nuevo en Europa un aventurismo de esencias totalitarias, aunque fuera heterogéneo, variable en su intensidad y, en ocasiones, aparentemente divergente en sus formulaciones locales : Lebed, Le Pen, Tapie, Haider (en España hubiera querido Mario Conde). Sólo en Italia tuvo éxito político, cuando un magnate milanés decidió colmar el vacío dejado por la derecha, apelando a la « eficacia » de su labor como empresario y aunando en un paquete nebuloso unos cuantos clichés que un electorado acrítico recibió como agua en el desierto : gestión eficaz «a la americana », liderazgo por encima de los partidos (Forza Italia era más un eslogan que apela al instinto del forofo de fútbol - con todo lo que el patriotismo en estado bruto tiene de acrítico - que una síntesis programática, un poco como llamar « Popular » al partido de la clase burguesa y de la casta empresarial) y la promesa de convertir a todo joven italiano en un pequeño empresario, con tal de que se siguieran las pautas del maestro. En dicho movimiento - fabricado con un conocimiento del contexto calcado de las estrategias lanzamiento al mercado de un nuevo producto - se juntó una masa heterogénea : Jóvenes en paro engolosinados, camaleones democristianos reciclables, algún fascista de los años 70 y, obviamente, la legión de cuadros, directivos y parte de los empleados de la Margarita. Desconcertaba ver en Italia que, en una pequeña empresa cualquiera, tanto directivos como empleados tuvieran la misma intención de voto, sabiendo que sus intereses son, inevitablemente, opuestos. La pulsión inconsciente era simple : « Luchamos juntos para sacar Italia adelante, cada uno desde su puesto. » Esencia fascista en estado bruto, pulsión patriótica como coartada para el gesto acrítico y, que no quede, masoquismo de una clase trabajadora abatida por el trauma de las reconversiones de los 80.
Fútbol, pues, mucho fútbol a modo de detergente social.
Ya sabemos que Berlusconi se limitó a convertir Italia en un patio de Monipodio en el que ofició de sátrapa una y otra vez, hasta que el hartazgo y los escándalos (desgraciadamente, más de faldas que los políticos y económicos, lo que dice bastante poco en favor del electorado italiano) forzaran su dimisión.
Esta masa popular, ahora huérfana de « líder », se representa en parte a si misma como una « víctima » de las falsas promesas del flautista de Hamelín y le achaca todos los males, olvidando oportunamente que fue ella quién le instaló en el poder con sus votos.
Ahora, los hijos del elector berlusconiano, en una tradicional « ruptura identitaria Ldt. » con sus papás, pero educados por éstos en los mismos instintos, han hallado a su propio flautista de Hamelín en Beppe Grillo… portador de todas las coartadas necesarias para no ser calificado de « nuevo Berlusconi » y que reúne, no obstante, las mismas esencias nihilistas heredadas del fascismo italiano.
Si el «vaffanculo » fundacional de Grillo hubiera podido calificarlo el mismo De Gaulle de «vaste programme», lo que le ha seguido no es menos inquietante si nos fijamos en el perfil del personaje. Heredero de una linea populista que tiene su origen en Mussolini, su continuador en Guglielmo Giannini y su antecesor directo en el « cavaliere », el punto en común con los 4 personajes es su dimensión mediática. Tanto el Duce como el fundador del Qualunquismo eran avispados periodistas, capaces de efectos fáciles, con inigualables dotes de comunicadores y gran conocimiento de la psicología de masas. El dueño de Mediaset, poseedor de un grupo editorial, de prensa y trelevisión que elimina toda competencia no necesita presentación en este apartado ( cuando sólo era un empresario de éxito, fue aplaudido fervorosamente por la masa de asistentes al Festival dell’Unità del PCI de Ochetto) mientras que Grillo, humorista de gran éxito, conoce perfectamente los errores a evitar para que una representación de si mismo tenga éxito. Al igual que en el cabaret el humorista es portador del chiste y del gag, haciendo olvidar que es él mismo el que lo origina, Grillo ha sabido crear y capitalizar un movimiento de descontento popular, sobre todo juvenil, sin liderarlo abiertamente : Después de Berlusconi, la gente no quiere ambiciosos que se presenten como tales y ese error de iniciado Grillo no lo comete.
Recupera la táctica paternalista hitleriana de «trabajar en el sentido del líder », allí donde éste no se pronuncia abiertamente. Al igual que ante un papá temible cuyos reproches hundirían la moral del híjo pródigo, los acólitos del 5 Stelle se esfuerzan, como el caballito de Orwell, por emularse unos a otros en profesión de honradez y transparencia, en entender y aplicar los « mensajes » surgidos de la verborrea del maestro – igual que los seguidores de Osho Bagwan, gran admirador de Hitler - en hacer videos, llenar páginas de blogs, presentarse a elecciones locales… todo ello en una sorta de entusiasmo incontenible que tiene olor a secta, hasta tal punton nos recuerda el voluntarismo de la masa fujimorista : Ellos lo hacen gratis y la Red ofrece medios sobrados para conseguir efectos gregarios espectaculares sin coste significativo.
El grillismo es una mzcla astuta del slogan nazi de « la juventud guía a la juventud », con la estética « ecologico-cool » de los tiempos actuales, todo ello en virtud de la lección aprendida del maoísmo durante la Revolución Cultural.
Utilizar las inquietudes de una juventud formada y capaz, pero desencantada, que se mira de refilón en el espejo narcisista de «jóven y ya diputado », « joven y senador », « joven y alcalde » [etc…] en suma, la de constituir la élite de un nuevo orden nacional « eficaz », « sin corruptos » donde la pertenencia a una masa que aglutina el «contra» es suficiente coartada para esconder que no existe un «a favor de» que no propongan ya otras formaciones políticas tradicionales, aún con criterios divergentes. Porque cuando se trabaja en construir en« contra », se cree uno que ha construido algo, inconsciente de que ser contestatario no es edificar un futuro ni nuevo, ni mejor.
Bastaría que alguno de estos jóvenes militantes revisara sus manuales de Historia, o simplemente se leyera el agudo ensayo «I cani del Sinai », que el poeta Franco Fortini escribiera sobre la « Guerra de los 6 días », para que comprendieran desolados a qué pulsión acrítica está obedeciendo, transmitida como un automatismo endémico desde hace tres generaciones. Pertenecer a la masa prometedora de los « limpios » y de los « justos » y manejar luego los mecanismos de gestión del nuevo orden, es pura pulsión totalitaria, porque implica que quien no adhiera a 5 Stelle es, por lógica excluyente, un corrupto o un elemento sospechoso de conformismo. En el totalitarismo no existe el « fuera », solamente el « dentro ».
Lejos de ser un adorador de las bondades de la clase política tradicional, pienso no obstante que el aventurismo de un comunicador astuto como Beppe Grillo debería ser observado con la debida vigilancia, incluso con temor, por parte de quienes aún confían en la permanencia de unos mínimos democráticos en Italia y, desde luego, en una España donde la indefinición heterogenea de los « indignados » corre el riesgo, a la larga, de ser capitalizada por algún personaje semejante.
Lo decía Charles Laughton en «Espartaco » de Kubrick, retomando ucrónicamente a Dantón por obra y gracia de Dalton Trumbo : «Prefiero mil veces una República corrupta que abrir las puertas a la tentación dictatorial ». Santas palabras !
Publicado por: Aitor | 23/02/2013 14:06:31
La propuesta de Berlusconi de devolver parte del importe de los impuestos es demagógica y populista. Muy bien.
Ahora bien ¿quien ganó en España unas elecciones al principio de la crisis sacando en medio de la campaña electoral una promesa de devolver a cada ciudadano 400 euros o no recuerdo cuantos de los impuestos? Los que entonces la tachamos de oportunista y demagógica fuimos insultados por el mundo progresista, que nos acusaba de no entender la supuesta profundidad ideológica y transformadora de la promesa…. Y de aquellos polvos estos lodos, no se podía ser de izquierdas sin apoyar al nefasto gobierno que nos hundió.
Populismo e incapacidad, menudo gobierno progresista que tenía España con el apoyo de Alternativas!!!
Publicado por: blaki | 22/02/2013 16:45:24
El Partido Democrático "de Izquierda" desapareció en 2007 tras la fusión con los democristianos de la Margarita.
Es Partido Democrático a secas. Y salpicado x el fraude al Monte dei Paschi di Siena.
El derrumbe italiano no lo produjo Berlusconi sino Monti: a las estadísticas me remito.
Tanto Berlusconi como Rivoluzione Civile -la izquierda q el PD trata de tapar- coinciden en el remedio: + gasto y - impuestos, esto es, un aumento del déficit; e intimar al BCE a q ponga un techo a las tasas de interés. ¿Populismo? No sabía q Obama fuese populista.
¿Amenaza de salirse del euro?. Pues de consumarse, italia alcanzará las cotas de prosperidad de Inglaterra.
Publicado por: santiago | 22/02/2013 14:28:05