J. ENRIQUE DE AYALA
Ilustración de EDUARDO ESTRADA
El espectacular ascenso de China en las dos últimas décadas hasta un papel de potencia mundial que solo comparte con EEUU, tenía que producir necesariamente movimientos en el equilibrio geopolítico del área de Asia-Pacífico, convirtiendo a esta región en el centro de gravedad de la política mundial. China fue en 2013 la primera potencia comercial del mundo (si no contamos a la UE en su conjunto), superando por primera vez a EEUU, al que adelantó también como primer importador de petróleo, y -con ritmos de crecimiento superiores al 7,5% (aunque más moderados que en años anteriores)- podría convertirse en la primera economía del mundo en 2016, según un informe de la OCDE.
La política exterior china se había caracterizado hasta estos últimos años por la prudencia en las relaciones con otras potencias, la entrada pacífica en países de África, Latinoamérica y Oriente Medio, en busca sobre todo de recursos energéticos, y la defensa del principio de soberanía y no intervención en los asuntos internos. De hecho, la principal preocupación de seguridad de las autoridades chinas ha sido -y es aun- mantener la integridad territorial, amenazada por las tensiones separatistas en el Tibet y en Xinjiang, así como completarla con la integración de la autodenominada República China de Taiwan, un asunto que puede reactivarse en cualquier momento con consecuencias imprevisibles.
A pesar de las declaraciones pacifistas de sus dirigentes, el poder militar de China ha crecido últimamente de manera alarmante, al tiempo que sus equipos y plataformas se modernizaban al nivel occidental, manteniendo siempre una importantísima capacidad nuclear. El presupuesto de defensa ha aumentado en la última década más de un 10% anual hasta situarse en 2012 en 100.000 millones de dólares (el segundo del mundo pero seis veces menos que el de EEUU), según fuentes oficiales chinas, aunque analistas internacionales consideran que existe una total falta de transparencia y creen que en realidad sería hasta un 50% superior al declarado. El tercer plenario del 18º Comité Central del Partido Comunista decidió crear el 12 de noviembre un comité de seguridad estatal que otorga un mayor poder en los asuntos de seguridad -tanto internacional como interna- al presidente Xi Jinping, que ha impulsado desde su llegada al poder, hace menos de un año, una política exterior más agresiva en su zona de influencia. En los últimos años, China ha tenido disputas con Filipinas, Vietnam, Japón y Corea del Sur, siempre relacionadas con las aguas territoriales o las zonas económicas exclusivas.
El 23 de noviembre Pekín hizo público el establecimiento unilateral de una zona de identificación de defensa aérea (ZIDA) que se solapa con la japonesa y que incluye el espacio aéreo de las islas Diaoyu (Senkaku para los japoneses), ocho peñascos deshabitados, pero cuyas aguas podrían contener importantes yacimientos de petróleo y gas. Las islas fueron transferidas a Japón en 1972 por EEUU, junto con Okinawa, pero son reclamadas tanto por la República Popular China como por Taiwan. En los últimos años se han sucedido numerosos incidentes entre patrulleras marítimas y barcos de pesca de los tres países y en la República Popular se han producido manifestaciones nacionalistas en contra de Japón, y llamamientos al boicot de los productos japoneses. En China continúa muy viva la memoria de la guerra chino-japonesa que comenzó en 1937 y se prolongó -en el marco de la Segunda Guerra Mundial- hasta 1945.
La visita del primer ministro japonés, Shinzo Abe, el 26 de diciembre al Santuario Yasukuni, en el que están enterrados los soldados japoneses (incluidos 14 criminales de guerra) no ha hecho sino agravar el clima de tensión emocional entre ambos países. Abe, un nacionalista que accedió hace un año por segunda vez al puesto de primer ministro, está promoviendo la transformación de las fuerzas de autodefensa japonesas en unas fuerzas armadas convencionales proyectables fuera de su territorio (lo que puede requerir una reforma de la Constitución pacifista impuesta por EEUU al final de la GM II). Por primera vez se ha aprobado una estrategia de seguridad nacional, se ha creado un Consejo de Seguridad Nacional, y se ha anunciado el aumento del presupuesto de defensa en un 5%, así como la constitución de una fuerza aeronaval y anfibia con la que se podrían defender las islas en litigio. De todas formas, el desequilibrio de fuerzas es tan grande (las fuerzas armadas chinas disponen de unos 1.500.000 efectivos, además de capacidad nuclear, frente a 250.000 de las japonesas) que Japón seguirá aún por mucho tiempo dependiendo de EEUU para su defensa.
La visita de Abe a Yasukuni tampoco ha sentado nada bien en Corea del Sur que sufrió en la GM II la brutalidad de la ocupación japonesa. Seúl mantiene también con Tokio un litigio por las islas Dokdo (Takeshima en japonés), dos islitas donde Corea tiene una pequeña guarnición de guardias costeros, en cuyas aguas podría haber yacimientos de gas, reivindicadas por Japón. El 8 de diciembre Corea del Sur reaccionó al establecimiento de la ZIDA china, ampliando la suya, que se solapa con aquélla (y con la japonesa), e incluye la estación de investigación oceánica de Ieodo, construida sobre un arrecife sumergido que también reivindica Pekín.
Por su parte, Corea del Norte continúa siendo una amenaza regional y global por la hostilidad y el carácter autárquico y paranoico de sus gobernantes que han emprendido una loca carrera armamentística, incluyendo un pequeño stock de armas nucleares y vectores de lanzamiento todavía imperfectos, que les ha llevado incluso a debilitar sus tradicionales relaciones con China. La reciente crisis interna que condujo a la ejecución de Jang Song-thaek, tío del dictador Kim Jong-un y prohombre del régimen, puede ser un indicio de inestabilidad política que, de radicalizarse, no contribuiría precisamente a mejorar la situación en la península coreana.
En última instancia, una evolución negativa de la situación en esta área podría conducir a un enfrentamiento entre China y EEUU, que no consentiría una agresión contra Japón o Corea del Sur, aliados clave con los que tiene acuerdos de defensa, y en los que despliega bases militares con importantes efectivos (50.000 y 30.000 respectivamente), incluyendo fuerzas nucleares. EEUU no tiene ninguna intención de respetar la ZIDA proclamada por Pekín en la que entraron el 26 de noviembre dos bombarderos B-52 norteamericanos. Washington mantiene además relaciones no oficiales con Taiwan y probablemente reaccionaría ante cualquier intento de la República Popular de someter a la isla por la fuerza. EEUU ha basculado su poder militar hacia el Pacífico, donde tiene desplegado el 50% de su fuerza naval y ha aumentado sus contingentes en Filipinas y Australia. En la actualidad es la potencia militar hegemónica en la zona y se vería inevitablemente implicado en cualquier incidente o modificación del statu quo estratégico que se pudiera producir. Además, no se puede olvidar que China representa -y representará más en los próximos años- un rival comercial y económico muy importante para EEUU, y este tipo de rivalidades han dado lugar en el pasado a las guerras más cruentas.
En definitiva, el área Asia-Pacífico contiene todos los elementos necesarios para que se produzcan en cualquier momento crisis graves, cuyas consecuencias podrían tener una repercusión global. La concurrencia geográfica de una nación de vocación hegemónica -EEUU -, con otra en ascenso imparable -China-, y con la competencia de dos potencias industriales como Japón y Corea del Sur, constituye el escenario perfecto para una confrontación, que constituye hoy en día la mayor posibilidad de conflicto armado entre estados consolidados que existe en nuestro planeta. Esperemos que el buen juicio y la terrible experiencia de la GM I (de cuyo inicio se cumplen 100 años) y de la II, que transcurrió en gran parte en aquéllos mares, guíen a los dirigentes de estos países para buscar soluciones negociadas -siempre posibles, siempre deseables- a todos los litigios, presentes y futuros, en favor del imprescindible mantenimiento de la paz.
Hay 3 Comentarios
Un ministro de Justicia condenado por moroso. Ruíz-Gallardón, el ministro que no quería pagar sus deudas: http://marat-asaltarloscielos.blogspot.com.es/2014/01/un-ministro-de-justicia-condenado-por.html
Publicado por: Marat | 12/01/2014 9:43:58
La articulista dice "las islas Diaoyu (Senkaku para los japoneses)" Si hoy en día se trata de Japon, debería decirse "las islas Shenkaku (Diaoyu para los chinos). Okinawa también fue transferida pero no la nombra por su nombre en chino en primer lugar, sino por su nombre en japonés. De no ser así, ¿por qué indica más adelante: "las islas Dokdo (Takeshima en japonés)", que son de propiedad coreana, reclamadas por Japón"?.
Una corriente de estupidez generalizada está llevando a nombrar a las islas japonesas en chino y después entre paréntesis indicar su nombre en japonés, como si este fuera secundario, a unas islas que, hoy por hoy son japonesas. Lo mismo ocurre con Beijing para nombrar a Pekin, cuando nosotros no decimos London, y los chinos no dicen Madrid, sino Madeli. ¿Nos está colonizando ya la propaganda china?
Publicado por: Gimileo | 12/01/2014 3:10:43
El Imperio de Estados Unidos mete sus narices en donde le conviene. Puestos a competir por el dominio mundial, el imperio de China debe apoyar a México en la recuperación de los territorios robados por Estados Unidos a ese país en el siglo XIX (Tejas, Colorado, California, etc.). La ley de la selva rige las relaciones humanas, eso si con mucha hipocresía.
Publicado por: RAMÓN | 11/01/2014 13:23:56