La crisis, en cualquiera de sus vertientes y en todas a la vez, nos ha situado ante la necesidad de redoblar y renovar el pensamiento: hay que pensar más y mejor para salir de ésta. No basta con proponer la vuelta a un pasado mejor ni prometer un futuro que no sería ni justo ni eficaz.
El mensaje lo han captado la mayoría de los miles de think tanks existentes en todo el Planeta, compelidos a cumplir con su tarea de proveer a los decisores públicos y privados de análisis y alternativas basados en criterios científicos, rigurosos, a la altura del enorme desafío que la crisis ha puesto encima de la mesa.
Si alguien pensaba antes de 2008 que los think tanks eran prescindibles, habrá tenido que variar su punto de vista porque sin su caudal de reflexión y propuesta la política, la economía y la sociedad carecerían de muchas herramientas básicas para caminar con sentido.
De ahí que sea cada vez más relevante auditar la capacidad de los centros de pensamiento para trabajar en muchos vectores y terrenos, de forma que los citados decisores y, desde luego, la ciudadanía global pueda priorizar su atención.
Por eso crece cada año el interés por el mayor y mejor intento hasta la fecha de hacer una evaluación de los think tank en términos mundiales, regionales y sectoriales, que lleva a cabo la Universidad de Pennsylvania a través de su Think Tanks and Civil Societies Program, que dirige el profesor McGann.
Ese programa elabora anualmente, a través de un cuidado procedimiento, un Global Go To Think Tank Index, cuya edición de 2013 acaba de ser presentada en la sede la Universidad de la ONU en Nueva York.
España sale bien parada del ejercicio. Por ejemplo, seis think tanks de nuestro país figuran entre los mejores de Europa Occidental: CIDOB, FRIDE, Instituto Elcano, Faes, Institución Futuro y Fundación Alternativas. Además, Alternativas ha sido seleccionada entre los mejores think tank del mundo en otras cuatro categorías: mejor dirección, mejor nueva idea o paradigma, mejor uso de las redes sociales y mejor red de centros.
¿Quiere esto decir que el pensamiento de nuestro país ocupa un lugar relevante en la escena internacional? Probablemente sí, o al menos de manera creciente, teniendo en cuenta el retraso histórico que la dictadura infligió a la sociedad civil española respecto a la de otros países de su entorno geográfico.
Ante esa realidad, sin embargo, no cabe dormirse en los laureles, sino seguir trabajando en mejores condiciones. Y si el estado quiere poner su granito de arena, lo tiene al alcance de la mano aprobando una Ley de Mecenazgo que permita fortalecer el tercer sector en España –que ya representa el 10 % del PIB y el 11 % del empleo-, como reclama la Asociación Española de Fundaciones.
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