FERNANDO RUEDA
El gobernador de Michigan, el republicano Rick Snyder, anunciaba hace unos días su intención de solicitar medidas excepcionales al Gobierno federal para la concesión de unos 50.000 visados a extranjeros que ayuden a recomponer la maltrecha economía de la ciudad de Detroit
El perfil de inmigrantes que se demandan no es genérico. Se trata de atraer una pléyade de ingenieros, tecnólogos, eco emprendedores, profesionales de la salud, académicos e investigadores, innovadores, creativos o artistas, en lo que Richard Florida definió a fines de los noventa como las clases creativas en su escrito The rise of the creative class, cities and the creative class, donde teoriza sobre la influencia de esta especial fuerza de trabajo para la regeneración urbana y el desarrollo económico.
Este fenómeno elogiado y avalado por los poderes económicos y políticos en todo el mundo, se presenta como una gran estrategia de éxito y de futuro. Nuevos conceptos afloran estos días, impulsados por instituciones de reconocida influencia, como el de economía naranja, promovido por el Banco Interamericano de Desarrollo, la Europa creativa de la Unión Europea o las redes de ciudades creativas alentadas por la UNESCO.
Sin embargo, se trata, para otros, de avanzar hacia una nueva forma de capitalismo, etiquetada como capitalismo del conocimiento, cuyo fin sería el de explotar las capacidades creativas de la sociedad para apropiárselas de modo privado a partir de las leyes de propiedad intelectual, eliminando de la ecuación, la materia improductiva: aquellos empleados no creativos.
El discurso sobre los elogios a los nuevos cuerpos de élite de las fuerzas del trabajo, animado por los poderes públicos, y no pocos académicos, se acompaña del fatal destino de las fuerzas de trabajo sobrantes: los otros inmigrantes poco cualificados, que dificultan la competitividad, los futuros trabajadores, estudiantes hoy, que no cumplen condiciones de excelencia y que no podrán ser becados ni apoyados por los sistemas de educación del Estado de bienestar o la delincuencia del hambre y de la protesta que debe ser extirpada y erradicada.
Si los nuevos diseños de sociedad se olvidan deliberadamente de algunas de las piezas del sistema por poco importantes que parezcan, la maquinaria no funcionará. Aun así, seguimos atentos a estos experimentos, por la simple razón de que ofrecen oportunidades de empleo...
Fernando Rueda es director delFundación Alternativas.
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