Elecciones europeas: cambiar o ir extinguiéndose

Por: | 30 de mayo de 2014


1387481755_105003_1387527295_noticia_normalNICOLÁS SARTORIUS 

El resultado de las recientes elecciones europeas ha mostrado un profundo malestar de los ciudadanos europeos con la política de austeridad que se viene practicando. La intensidad del descontento no es la misma en todos los países ya que depende de cómo le vaya a cada uno en el actual aquelarre pero, en el conjunto, se ha escuchado, para el que quiera escuchar, un clamor de protesta. Una abstención del 57%, cuando el Parlamento y la Comisión tienen cada vez más competencias, es inquietante por lo que significa de deslegitimar las instituciones comunes. Muestra, también, una incapacidad de los partidos para convencer a los ciudadanos de la importancia de la consulta y una grave desinformación sobre lo que hace o deja de hacer la Unión Europea.

Es cierto que el Partido Popular y el Grupo Socialista europeos siguen siendo, con gran diferencia, los partidos más votados (241 y 190 escaños respectivamente). Más no deja de ser decepcionante que el primer partido siga siendo el que ha dirigido la política de austeridad, que tanto daño ha hecho, con el señor Juncker a la cabeza, lo que puede suponer, de ser elegido éste presidente de la Comisión, más de lo mismo. Luego tenemos el avance de la extrema derecha, sobre todo en Francia y Gran Bretaña, dos países centrales, con los triunfos del Frente Nacional y de UKIP. Fenómeno alarmante y desconocido, que no se había dado nunca ni antes ni después de la II Guerra Mundial. Demostración de que una ola de nacionalismos, chovinismos y soberanismos vuelve a recorrer Europa, producto de una profunda crisis dirigida de manera nefasta, del miedo y el sálvese quien pueda que toda crisis provoca y de la debilidad de las fuerzas progresistas que han venido retrocediendo, cuando no claudicando, desde los años noventa del siglo pasado. Nacionalismo, no lo olvidemos, que ha acabado con los mejores proyectos de caminar juntos y que, en su radicalismo, conduce al enfrentamiento. 

El malestar de los ciudadanos es profundo pues no se puede seguir machacando a las poblaciones, sobre todo en los países del Sur. Por lo tanto, o la política de la UE cambia o la propia construcción europea se irá agostando por falta de apoyo en la ciudadanía. Seguirán avanzando las fuerzas anti europeas, de derechas o, supuestamente, de izquierdas. Llegados a este punto de hartazgo, no es suficiente con afirmar que es necesaria más Europa, si no se explica con claridad qué más Europa queremos. Porque desde el establecimiento del euro no hemos vuelto a conocer avances importantes en la gobernanza económica. La crisis ha demostrado que no se puede tener una moneda única y no contar con una política económica común, con una fiscalidad europea que merezca tal nombre, con un Presupuesto de carácter federal que supere con creces la ridiculez del actual, con un Banco Central que pueda prestar a los Estados y cuide del desempleo igual que de la inflación, una Europa social que establezca un salario mínimo europeo acorde con el nivel de cada país y un fondo común para complementar el seguro de desempleo. Es urgente un plan de inversiones masivo para reactivar la economía y crear empleo.

No es aceptable que se hayan podido dedicar billones de euros a enderezar el sistema financiero y se sostenga que no hay dinero para invertir en infraestructuras europeas, I+D+i, educación, entre otras. En Estados Unidos se ha hecho una política opuesta y tiene un paro del 6,5%. Cuando alguien tiene un accidente grave se le hacen transfusiones de sangre -en este caso de liquidez, de inversión- mientras que aquí le hemos aplicado sanguijuelas por todos lados, en los sueldos y salarios, en las pensiones, en la educación, la sanidad, en el empleo hasta casi matar al enfermo.

Así pues, la política europea no puede seguir marcándola la señora Merkel, la Troika o el Banco Central Europeo. Hay que construir una alianza de fuerzas pro europeas y sociales, tanto en el Parlamento como entre los estados que sea capaz de imponer otra política que, sin descuidar el déficit, se lance por el camino de la reactivación , del crecimiento y el empleo. Eso es lo que tenemos que exigir a la nueva Comisión, sea cual sea el presidente, desde el Parlamento y desde la calle.

* Nicolás Sartorius es vicepresidente ejecutivo de la Fundación Alternativas

Hay 2 Comentarios

Lamento en parte que un observatorio sociológico como la FA se apunte veladamente a secundar el ejercicio de limitada "mea culpa" de la socialdemocracia en crisis perenne, tras el último varapalo en las Europeas. Siendo una entidad reformista, la FA no puede más que actuar de "pepito grillo", con tanto de paliativo cultural como lo es el mito de una UE ciudadana, repartidora en bienes sociales de las migajas que reportan los pingües dividendos de la unión mercantil y monetaria. Así, a falta de izquierda real y - por retomar la expresión de Bourdieu - de "mano izquierda" compensatoria, tenemos que creernos que hay una perversión de fondo en el mecanismo redistribuidor, sin duda mejorable, cuando es la estructura en si la que rechina. Recordemos que tanto el abuelo - la CECA - como el padre - el Mercado Común - tenían por prioridad fundacional la agilización de los intercambios económicos eliminando tasas aduaneras, punto. Su único objetivo político era independizarse del generoso amigo americano - ya satisfecho con la OTAN - y rediseñar la parte occidental del pastel europeo a partir del eje francoalemán. Que esta voluntad extinga siglos de nacionalismo - "vaste programme!", diría De Gaulle - es harina de otro costal. La UE funciona a golpe de comisiones, con un Parlamento que es un semi-convidado de piedra y con el gigante alemán dictando desde hace décadas sus políticas y tendencias (o no es acaso, la Socialdemocracia, un producto de cuño germano que han ido adecuando los diferentes países europeos?). Ahora que se magnifican los resultados de la ultradercha en las pasadas elecciones a modo de coartada para evitar evocar los propios fracasos - en España no hay ultraderecha significativa; la pulsión la absorbe la fuerte presencia de partidos nacionalistas, con el PP en cabeza y... el PSOE se ha hundido igual - los clarines del socialismo Ltd. buscan cabezas de turco, sin entender que la crisis no ha hecho sino evidenciar que la Europa Ciudadana siempre fue un espejismo ante la realidad sine quae non de la Europa mercantil, hasta el punto en que su Constitución - que nada hay más "ciudadano" que una Carta Magna, no ? - hubiera podido redactarla la CEOE sin problemas. Naciones que intercambian productos, pues, y que cooperan, eso sí, en ámbitos "sociales" tan poco tranquilizadores como las políticas securitarias. Por lo tanto, la renovación en los panoramas políticos locales - a través de movimientos ciudadanos diversos - de la izquierda indica que la ciudadanía busca intervenir en su propio destino, renovando radicalmente el menú, incluso reinventando formas de democracia directa... Y eso lo critica el artículo veladamente, hablando del crecimiento de fuerzas de ultraderecha o (cito) " supuestamente, de izquierdas". Siendo la FA la que ha dado tribuna al ex-presidente Felipe González para que denoste sin pudor alguno al movimiento ciudadano Podemos, no puedo sino pensar que el análisis ofrecido es muy sesgado y, en cierto modo, el enésimo intento de reconducir la opinión hacia clientelismo electorales que la ciudadanía ha demostrado ver definitivamente como engañosos y caducos. La Fundación Alternativas debería, justamente, escuchar asertivamente las nuevas opciones políticas que van surgiendo - máxime si éstas proponen modos nuevos de entender la necesaria reconducción de todo el tinglao - y no actuar de enésimo portavoz pseudo independiente del timador agonizante.

Ejemplos en la historia ya tenemos, aunque por la distancia en el tiempo nos parecen distantes y que nada tienen que ver con nosotros y nuestro presente.
Sin embargo en la historia de la humanidad un siglo no es nada, ni cincuenta tampoco.
La cultura griega antigua era la máxima expresión de la civilización, y calló superada por otra que le opuso la fuerza organizativa.
Y la mejora tecnológica en la confección industrial del armamento y la forma de actuar en conjunto y unión.
El imperio romano por el contrario colapsó desde dentro, se trabó a si mismo.
Y solo le hizo falta un simple empujón de las tribus de los godos, los llamados bárbaros, para desmoronarse.
Hoy usamos el móvil para hablar desde la calle, pero no estamos muy lejos del imperio romano.
También sabemos que para gobernar un barco no se precisan cinco capitanes, sino que basta con uno solo y además tener una buena tripulación bien entrenada.
Que sepa a donde quiere ir.

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