NICOLÁS SARTORIUS
En la historia universal de la infamia no hay nada como tener un poderoso padrino para salir indemne de cualquier atrocidad que se haya podido cometer o que se vaya a perpetrar en el futuro. Un lugar privilegiado en esa historia lo ocupará el actual gobierno de Israel con su acción bélica en la llamada franja de Gaza contra civiles indefensos, incluyendo ancianos, niños, mujeres y hombres desarmados. Para orientarse entre la maleza de propaganda, producida por unos u otros, que toda guerra trae consigo hasta hacer cierta aquella máxima que dice que la primera víctima de todas las guerras es la verdad, no hay nada como indagar sobre el origen del conflicto, en este caso la eterna pelea entre los israelitas y los palestinos o, si se prefiere, entre los judíos y los árabes.
Y se podrán comprobar varios hechos que no admiten mucha discusión. Primero, que Israel ocupa, como mínimo, una parte del territorio palestino; segundo, que por medio de los sucesivos asentamientos instalados en zonas palestinas, a pesar de las advertencias de unos y otros de que esta práctica es totalmente ilegal, se hace cada vez más difícil por no decir imposible la existencia de un futuro Estado palestino viable; tercero, que el Estado de Israel tiene bloqueada la franja de Gaza, en la que se hacinan en un escueto territorio alrededor de dos millones de seres humanos en condiciones infrahumanas; cuarto, que Hamas dispara cohetes sobre territorio de Israel provocando, algunas veces, victimas mortales entre la población civil. Ante este panorama, no se puede sostener, con rigor, que haya un reparto de responsabilidades equidistante entre el gobierno de Tel Aviv y Hamás, si tenemos en cuenta el origen del conflicto y la desproporción abismal de fuerzas militares sobre el terreno. Porque en realidad, la franja de Gaza es un auténtico gueto en su acepción de grupo o área segregada que, con el tiempo, se ha ido transformando en una especie de campo de internamiento y, en estos momentos, en algo parecido a un campo de concentración con elementos puntuales de exterminio. Toda una macabra paradoja de la historia si pensamos, por un momento, en los sufrimientos inauditos del pueblo judío a manos de los nazis. Ahora, en ese espacio tan reducido y martirizado que se llama Gaza, se están cometiendo auténticos crímenes de guerra, según acusación de las propias Naciones Unidas, con la complicidad necesaria de otros estados, en este caso de los Estados Unidos y la connivencia, por omisión, de la llamada comunidad internacional- incluida la Unión Europea- que se limita, en el mejor de los casos, a lanzar condenas declarativas sin consecuencias prácticas, cuando las atrocidades se hacen insoportables- matanzas de niños, entre otras. Matanzas que se pretenden explicar en base a una supuesta utilización por Hamás de la población civil como escudos humanos, cuando todo el mundo sabe que Gaza se ha convertido en una ratonera en la que dicha población no tiene donde refugiarse, pues ni las escuelas de las Naciones Unidas se libran de los bombardeos de la aviación o la artillería israelí.
Lo más curioso del caso es que al mismo tiempo que lo anterior sucede en Oriente Medio, Estados Unidos y la UE deciden sanciones concretas contra Rusia por su actuación en el conflicto de Ucrania, mientras ni una sola sanción se adopta contra el gobierno de Netanyahu, bajo el hipócrita argumento de que Israel tiene derecho a defenderse. Sin duda, cualquier Estado tiene derecho a defenderse cuando es atacado, pero quien está bloqueando Gaza y conduce a su población a una lenta agonía es el actual gobierno de Israel; quien sigue plantando asentamientos que hacen inviable un futuro Estado Palestino es el actual gobierno de Israel, quizá por la sencilla razón de que hay sectores poderosos de ese gobierno y esa sociedad que no aceptan ni aceptarán en el futuro un Estado palestino, premisa esencial sobre la que asentar, junto a unas fronteras seguras para los israelitas, la futura paz entre ambos contendientes. Doble vara de medir la que se está utilizando en el caso de Putin en Ucrania y la de Netanyahu en Palestina que hace un daño irreparable a la credibilidad de la comunidad internacional, echa por tierra cualquier concepción de una justicia universal equitativa y demuestra, por desgracia, que en los conflictos internacionales lo importante es tener un padrino poderoso que ampare, contra toda razón, los desafueros y crímenes más evidentes.
*Nicolás Sartorius es vicepresidente ejecutivo de la Fundación Alternativas.