JOSÉ SATURNINO MARTÍNEZ GARCÍA y PAU MARÍ-KLOSE
Hablar de precariado está de moda. Desde que el concepto se haya popularizado de la mano de Guy Standing, ha sido extensamente utilizado en el debate público, y últimamente en la investigación empírica sobre la estructura social británica (en un macroestudio liderado por Mike Savage y Fiona Devine). En España estamos empezando solo a operacionalizarlo empíricamente, aunque el interés por su uso en un terreno tan abonado para la precariedad es más que evidente.
Lo podemos definir como un grupo heterogéneo de personas caracterizadas por sus frágiles vínculos con el mercado laboral: contratos temporales, periodos de paro seguidos por empleos de mala calidad, contratación a tiempo parcial involuntaria, o en situación de paro de larga duración. Se sitúan en la frontera entre la exclusión social y la integración, y con el tiempo muchos de ellos se decantarán en uno u otro sentido, mientras que una parte continuarán con su vida en los márgenes entre ambos mundos. Cuando se habla de este colectivo se insiste en sus características demográficas: jóvenes, mujeres, inmigrantes, mayores de 45 años de sectores profesionales en declive… son los atributos en los que más se insiste. Pero la insistencia en la demografía del colectivo tiende a ocultar sus características socioeconómicas. En el Gráfico 1 se aprecia la probabilidad de ser precario según la condición socioeconómica, una forma elegante con la que el INE se refiere a la clase social. El gráfico es el resultado de una simulación estadística, suponiendo que no hay inmigrantes y que estamos ante el grupo de edad de edad de 31 a 45 años. Apreciamos una clara diferencia de ser precario según clase social, y diferencias de género en algunas de ellas.
En las clases desfavorecidas la probabilidad de ser precario es mayor. Es fácil diferenciar claramente dos grandes bloques: por un lado, empresarios, autónomos, profesionales por cuenta ajena y personal de cualificación media en los servicios, como los administrativos; por otro, están quienes trabajan en servicios no cualificados, los obreros (cualificados o no) y ocupados en el sector agrario. Las mujeres están un poco mejor protegidas frente a la precariedad que los hombres en el segmento de profesionales por cuenta ajena, posiblemente gracias a que están empleadas en mayor medida que los varones en el sector público. Entre obreros no cualificados, la situación más favorable de las mujeres está relacionada con el hecho de que están menos concentradas en sectores en crisis, vinculados a la construcción, y a que son pocas. Donde hay más mujeres, en los servicios no cualificados, el riesgo de que estén en situación de precariedad es mayor.
Como vemos pues, la insistencia en debatir sobre las características demográficas puede obviar la importancia de la clase social como determinante de las oportunidades vitales. Nos olvidamos que muchas de las personas con esos perfiles demográficos precisamente están en una situación socioeconómica desventajosa. Pero se insiste más en políticas concebidas para un beneficiario definido en función de su perfil demográfico (juventud, género, mayores) que en conseguir mejorar las condiciones de vida de los ocupados cuando su situación es precaria, independientemente de su perfil demográfico. Una forma de pasar sibilinamente por alto que vivimos en una sociedad de clases.
Gráfico 1. Probabilidad de ser precario por clase social y sexo, cuando la única característica que cambia es la condición socioeconómica, controlando la inmigración y el grupo de edad.
Fuente: Población ocupada o con menos de un año en paro de la Encuesta de Población Activa del INE, II trimestre de 2013.
Nota: En la categoría de precario se incluyen personas en paro, que trabajan a tiempo parcial de forma involuntaria o con contrato temporal (los parados de larga duración están excluidos por falta de información) La probabilidad se interpreta como un cambio en la probabilidad de ser precario con respecto a una persona de características promedio (estimación mediante logit).
*José Saturnino Martínez es profesor de Sociología en la Universidad de la Laguna y Pau Mari-Klose es profesor de Sociología en la Universidad de Zaragoza.
Hay 1 Comentarios
El analisi en base al género parece contradecir el gráfico, donde en la categoria obreros no cualificados las mujeres están más expuestas a la precariedad
Publicado por: paolo | 16/10/2014 12:50:59