PANEL ASIA, FUNDACIÓN ALTERNATIVAS
Desde hace exactamente dos semanas Hong Kong vive momentos excepcionales de tensión política. La frustración de extensos sectores sociales ante la oferta que ha hecho Pekín de una reforma electoral que desvirtúa la esencia del sufragio universal al restringir drásticamente la selección de posibles candidatos a la jefatura del gobierno local para los comicios de 2017 ha desencadenado una oleada de protestas de un alcance y duración imprevistos , y con consecuencias que aún no es posible calibrar.
La suspensión por el gobierno local de las anunciadas conversaciones con las organizaciones estudiantiles que se han puesto al frente de las protestas no ha servido más que para revitalizarlas y reforzarlas. En el momento de concluir este análisis no es posible prever cual será su desenlace ni hasta qué punto los manifestantes podrán lograr alguno de sus objetivos.
Aunque el drama se desarrolla en Hong Kong la clave de la decisión final sigue encontrándose en Pekín, y el régimen de partido único que controla absolutamente todo el poder en China no se caracteriza precisamente por su flexibilidad ni por su respeto a la disidencia. La salida, por consiguiente, no será fácil, pero lo que sí es seguro es que tras estas protestas Hong Kong habrá cambiado dramáticamente.
Antecedentes
Desde que la antigua colonia británica volvió a la soberanía de China en julio de 1997 el estatuto jurídico, político , económico y social del territorio sigue el principio "un país, dos sistemas" definido por Deng Xiaoping. En virtud del mismo Hong Kong tiene plena autonomía monetaria, financiera, fiscal, judicial, educativa y cultural; los derechos de libre expresión, asociación y manifestación están garantizados; la Administración judicial es independiente y la seguridad corresponde a la policía local. Pekín supervisa discretamente las relaciones exteriores y la defensa.
Pero este régimen de amplia autonomía no tiene verdadero carácter político. Los mecanismos vigentes hasta ahora para la selección del Ejecutivo y la elección del Parlamento local (LEGCO) son semidemocráticos, de modo que Pekín se ha asegurado -al menos hasta ahora - que nadie que carezca de la confianza del PCCh o que no se someta a sus dictados pueda ejercer la jefatura del gobierno. La vigencia de un sistema mixto democrático/corporativo impide a los partidos prodemocráticos alcanzar la mayoría en el LEGCO, aunque les concede una minoría de bloqueo. De este modo el sistema es disfuncional, y frustra las aspiraciones de la mayoría de los hongkoneses de alcanzar la plena democracia.
La Ley Básica (Estatuto) aprobada por Pekín en 1991 prevé que, "cuando las circunstancias lo permitan", tanto el jefe del Ejecutivo como la totalidad del LEGCO puedan ser elegidos por sufragio universal. Una disposición del Parlamento chino (NPC) del año 2007 estableció que el jefe del Ejecutivo sería elegido por sufragio universal desde el año 2017, y que el LEGCO lo sería también a partir de 2020.
El problema surge porque, desde la llegada al poder de Xi Jinping en China, Pekín ha adoptado una actitud mucho más restrictiva respecto a la autonomía de Hong Kong. En junio de este año el gobierno central chino publicó un Libro Blanco que hace una interpretación del principio "un país, dos sistemas", mucho más inclinado al primer elemento que al segundo. Los síntomas de inseguridad del régimen del PCCh y el incremento de las tensiones entre China y sus vecinos asiáticos -a la sombra de una rivalidad creciente con Estados Unidos por la hegemonía regional- pueden haber motivado este endurecimiento. La alarma cundió en Hong Kong, y no hizo más que crecer con la decisión del CNP de 31 de agosto pasado, que desvirtúa totalmente el sufragio universal pasivo al condicionar la selección de candidatos a la jefatura del gobierno local de manera que hace imposible una verdadera alternativa de ofertas políticas.
Los hechos
Como consecuencia de las interpretaciones restrictivas que Pekín ha hecho de la autonomía de Hong Kong, han surgido diversos grupos de orientación prodemocrática y proautonómica que se oponen firmemente al nuevo giro y a la docilidad absoluta de las autoridades locales, cuyo carácter de simples ejecutores de las órdenes de Pekín es cada día más evidente.
La manifestación anual del 1 de julio -aniversario de la reversión de la soberanía a China- fue este año más multitudinaria que nunca, concentrando a medio millón de personas. El movimiento Occupy Central, que surgió en el mundo académico y de las ONG para defender la democracia y la autonomía, organizó un referéndum, calificado de ilegal por las autoridades locales y centrales, que convocó a más de 800.000 personas.
Tras la publicación del edicto del NPC sobre reforma electoral el 31 de agosto, la indignación se extendió. Fueron los estudiantes los que tomaron la vanguardia del movimiento, con una huelga en la enseñanza secundaria y universitaria entre el 20 y el 26 de septiembre que se saldó con gran exito.
Fue precisamente en la jornada final de la huelga, el 26, cuando se iniciaron las concentraciones junto a la sede del gobierno. Al dia siguiente el lider de Occupy Central, Benny Tai, anunció el arranque de su movimiento. La agrupación de fuerzas entre estudiantes, Occupy y los sectores más militantes del bloque pan-democrático en el LEGCO impulsaren las protestas.
Y el gobierno hizo el resto con su torpe represión policial, con gases lacrimógenos, en la noche decisiva del 28 de septiembre. Los manifestantes hicieron uso de sus paraguas para defenderse, convirtiendo a este accesorio tan común en símbolo de la protesta.
Eso motivó que miles de ciudadanos que habían estado pasivos hasta entonces acudiesen en masa a apoyar a los manifestantes, cuyo número aumentó, haciéndose espectacular en el puente festivo del 1 y 2 de octubre, irónicamente dedicados a celebrar el aniversario de la República Popular de China.
Aunque a partir del domingo 5 de octubre la afluencia a los lugares de manifestación empezó a declinar, dos nuevas torpezas gubernamentales les han dado nuevo impulso. En primer lugar, el envío de matones de las "tríadas" a atacar violentamente a manifestantes en el barrio de Mongkok; finalmente, el anuncio anteayer jueves de la cancelación de las conversaciones previstas por parte del gobierno local encendió de nuevo la protesta. El viernes 10 la zona de Admiralty, contigua a los edificios del Gobierno, volvió a llenarse masivamente.
Y a todo eso se suma la publicación por un periódico australiano de un grave escándalo de corrupción que salpica directamente al impopular jefe del Ejecutivo y dócil secuaz de Pekín, C. Y. Leung.
Los manifestantes y sus apoyos
Aunque parecía que los dirigentes de Occupy Central -un profesor, un sociólogo y un pastor protestante- iban a encabezar las protestas, ese papel ha sido asumido realmente por los líderes del movimiento estudiantil Alex Chow (22 años, universitario) y Joshua Wong (17 años, fundador de Scholarism, enseñanza secundaria).
Tienen amplio respaldo entre los amplios sectores sociales que defienden más autonomía y democracia -(académicos, profesionales liberales y clases medias, también de quienes luchan contra la desigualdad económica y social de un sistema radicalmente injusto). Un sector minoritario de los medios de comunicación, como el Apple Daily del magnate Jimmy Lai, el único multimillonario significado que apoya las protestas.También les respaldan los 27 diputados del bloque pandemocrático en el LEGCO- sobre un total de 60- y muchas figuras de la cultura y el arte local.
El gobierno local y su entorno
Por su parte, el impopular gobierno local de C. Y. Leung -cuyo número dos es la más eficaz y discreta Carrie Lam- cuenta con el respaldo absoluto de Pekín, de los grandes sectores del poder económico y financiero -los llamados tycoons-, del bloque oficialista (33 diputados) en el LEGCO, de la mayoría de los medios de comunicación y de un no desdeñable sector de la población, más preocupado por los negocios que por la política. Todo eso conduce a una creciente polarización política y social, que puede tener peligrosas consecuencias para la estabilidad de este importante centro comercial y financiero que es Hong Kong, que ha hecho el papel de puerta de China hacia el mundo y cuyo futuro puede verse muy comprometido.
La sombra de Pekín
Hong Kong es parte de China, de la que depende cada vez más en el orden económico - agua, alimentos, energía, comunicaciones, turismo... Es cierto que Hong Kong es también muy importante para China, no solo en términos de operaciones financieras, sino sobre todo de imagen y de proyección mundial. Todos estos elementos son importantes para poder calibrar el difícil equilibrio entre Hong Kong y Pekín.
Para complicarlo aún más el legado de la historia ha creado narrativas identitarias totalmente distintas entre Hong Kong y la China continental. Los hongkoneses recelan de la oleada asimilacionista que impulsa Pekín y que amenaza sus señas de identidad propias. Pekín tiene sin duda la última palabra, pero sus dirigentes deben ser conscientes de que las decisiones que adopten, revisen o confirmen tendrán consecuencias no sólo para Hong Kong, sino por factor contagio para la propia China, y desde luego para la proyección del país en Asia y en el mundo. De manera particular los taiwaneses -ya de por si desconfiados ante los cantos de sirena de Pekín- observa inquietos (y solidarios) lo que sucede en esta antigua colonia británica.
La sustancia del conflicto
Tal como ya he apuntada la sustancia del doble conflicto en Hong Kong -interno a su propia sociedad y respecto a su relación con el poder imperial pekinés- tiene elementos políticos (democracia o autoritarismo), socioculturales (identidad o asimilación) y socioeconómicos (riqueza-desigualdad). El conflicto actual muestra una sociedad mucho más dividida y tensionada que la que proyectaba la imagen tradicional de un Hong Kong alegre y próspero, que en estas semanas se ha hecho añicos.
Escenarios de salida
Creo que cabe descartar el escenario más catastrofista de un Tiananmen en Hong Kong, que sería nefasto en todos los sentidos, y que arruinaría la política exterior de China, ya muy llena de conflictos y problemas en Asia y en el mundo.
Tampoco parece verosímil que Pekín haga concesiones sustanciales, más allá de algunos retoques cosméticos, en la cuestión de la reforma electoral. Ni que entregue a los manifestantes la cabeza del impopular C. Y. Leung, aunque ésta acabará seguramente cayendo por el escándalo de corrupción que le afecta, si Pekín actúa en el tiempo adecuado para sus intereses.
Lo más probable es que persista por tiempo indefinido una situación de incertidumbre y de tira y afloja, con conatos de diálogo y tentativas de amedrentamiento, que tendrá como consecuencia ahondar en la polarización política y social. La táctica de intentar vencer a los manifestantes por cansancio no está funcionando, al menos no de momento. Una salida que satisfaga mínimamente a todos y que permita salvar la cara a unos y a otros no será fácil de encontrar. La consecuencia será un Hong Kong más incierto, más inestable y también más interesante para los analistas
En el destino de Hong Kong puede estar también de algún modo la clave del destino de China, que será fundamental para todos nosotros.
*El Panel Asia de la Alternativas forma parte del Observatorio de Política Exterior de la Fundación.
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