A juicio de la mayoría de los analistas, los cambios en el precio del petróleo desde el verano pasado han sido muy positivos para España. No les falta razón. España es un país importador de productos petroleros y su consumo de productos derivados del petróleo representa el 48% del total de su gasto en energía, un porcentaje mayor que el de sus principales socios europeos como Alemania, Francia e Italia (promedio del 40%). Así mismo, como porcentaje de la canasta de consumo española, el consumo de estos productos representa el 7%, significativamente mayor que el 4% que se observa en estos mismos socios. Por otro lado, las fluctuaciones de los precios del petróleo se sienten más en los bolsillos en España que en Alemania, Francia e Italia debido a que el nivel impositivo español es menor (50% en gasolina y 45% en gasoil) que en aquellos países (cuyo promedio de tributación es de 57% en gasolina y 50% en gasoil).
Los efectos de estos cambios sobre el precio de los carburantes en España se observan en los gráficos (niveles de precios a la izquierda y tasas mensuales de crecimiento a la derecha). Si se compara la magnitud de las variaciones del reciente shock petrolero de 2014, respecto al anterior shock de precios de 2008, se puede destacar que:
1) la magnitud del shock de 2008 fue mayor en cuanto el precio nominal del petróleo cayó hasta los 30 euros por barril en diciembre de ese año, mientras que en enero de 2015 cayó hasta los 41 euros.
2) la transmisión de estas caídas (y también de las subidas) a los precios de los carburantes (gasolinas y gasóleo) es de menor magnitud en cuanto en diciembre de 2008 se colocó en promedio en 0.9 euros, mientras en enero de 2015 alcanzó un mínimo de 1.1 euros el litro.
3) a finales de 2008 el precio del petróleo cayó un 28% y el de carburantes un 12% (16pp de diferencia), mientras que en el shock de 2014 el precio del Brent cae un 21% y el de carburantes lo hacen un 10.0% (11pp de diferencia).
4) en ambos casos la transmisión de los efectos es prácticamente instantánea.
Esta forma de transmisión de los efectos depende principalmente de estas características idiosincráticas de España (a nivel de la euro zona también juega un papel importante el fortalecimiento del dólar que acompaña a los shocks petroleros).
En las gráficas se observa que la corrección de precios del petróleo parece haber llegado a su fin. En el mes de febrero los precios rebotaron al alza significativamente (25%) aunque su nivel está aún por debajo del que tenía antes de la caída y las previsiones de la Agencia Estadounidense de Energía (EIA) y los mercados de futuro apuntan a una senda de recuperación moderada del precio en los meses restantes del año. Parece entonces que el precio que ajustaría el mercado, y que buscaba la OPEP y en concreto Arabia Saudita, se situaría en torno a los 70-80 dólares por barril, niveles en los que se podría colocar a final de año. Sin embargo, para preocupación de países como Venezuela (que necesitaría un precio de 160 dólares para equilibrar sus finanzas públicas), este precio de 70-80 dólares no está lejos del equilibrio al que podrían operar las empresas estadounidenses de fracking (extracción por fracturación hidráulica) y que han marcado un cambio estructural de la oferta mundial de petróleo. Es decir que todo apunta a que este precio estaría para quedarse.
Y es que hay una característica del shock de 2014 que no se había hecho presente desde mediados de los 80s: la aparición de un cambio estructural de oferta. Desde enero de 1986, cuando Arabia Saudita rompió el mercado reduciendo su oferta, todas las crisis de precios de petróleo (1990, 1997, 1999, 2003 y 2008) habían sido dominadas por cambios en la demanda ligadas al ciclo económico global, en la mayoría de los casos de las economías asiáticas. El shock de 2014, el segundo consecutivo de signo negativo, ha tenido como principal causa una contracción mundial de la demanda, pero también un aumento importante de la oferta proveniente, como es bien sabido, de la extracción por fracturación hidráulica en suelo estadounidense. Es decir, se trata de un cambio estructural debido a un cambio tecnológico.
Como consecuencia, Estados Unidos se ha catapultado nuevamente al club de los mayores productores mundiales de petróleo (junto con Arabia Saudita y Rusia), y parece que seguirá así a pesar del revés que ha significado la jugada de Arabia Saudita de mantener elevados niveles de producción para tratar de ahogar el negocio a las empresas estadounidenses. No parece que el ajuste de precios vaya a marcar el final de la fracturación hidráulica y por el contrario las empresas estadounidenses tienen margen de reducción de costos que les permitiría sobrevivir en el mercado. Además, no se debe olvidar la preocupación permanente de la política y la población de Estados Unidos ante las incertidumbres que les provoca el que el acceso a un recurso estratégico como el petróleo, dependa de los vaivenes del convulso mundo de los países exportadores, especialmente de Oriente Medio. Esta vez parece que Estados Unidos tiene una oportunidad de oro para desligarse de la dependencia de países con crecientes y potenciales problemas.
En suma todo parece apuntar a un largo periodo de estabilidad de precios alrededor de los 70-80 dólares el barril. ¿Y qué implica esto para España? Un precio en los carburantes en torno a 1.2 euros el litro, con un alivio relativo para consumidores y empresas. ¿La amenaza a esta deseable estabilidad? Las sorpresas provenientes de la convulsa demanda mundial de recursos. Sin embargo, del lado de los auges, parece de momento que el crecimiento de China y otras economías emergentes no volverá a los ritmos de la década de 2000; del lado de las crisis, está por verse si hemos aprendido lo suficiente de las burbujas y su forma de mitigarlas. Quedamos a la expectativa…
* César Castro Rozo es doctor en Economía por la Universidad de Alcalá de Henares y consultor privado en mercados energéticos y pronósticos macroeconómicos.
Hay 1 Comentarios
Es intolerable que no bajen los precios de los carburantes
Publicado por: madbid javier | 11/03/2015 17:46:09