Fernando Rueda
Ayer cerró la Feria del Libro de Madrid con el anuncio optimista de crecimiento en las ventas en un 6.1% respecto del año anterior, y similar al del pasado día de Sant Jordi en Cataluña. Estas son buenas noticias. Tengamos en cuenta el dato de que la caída general del sector del libro en España ha sido de un 40% desde el inicio de la crisis, por lo que cualquier atisbo de recuperación, por pequeño que sea es muy alentador.
En el mismo periodo, la penetración del libro digital en España ha pasado de representar apenas el 2,4% sobre el total de publicaciones en 2008 al 23.2% en 2013. Un mercado todavía inmaduro, con muchas distorsiones -tres multinacionales digitales acaparan el 73% de las ventas - poca bibliodiversidad, -apenas 500.000 títulos digitalizados-, y escaso peso económico –apenas el 5% de cuota de mercado-. El libro impreso sigue siendo la herramienta básica para el acceso a la educación y la cultura.
Hace algunos años se popularizó un viral en Internet sobre el libro como tecnología consolidada, “el Book” que con más de tres millones de descargas recomendaba que “simplemente basta con abrirlo y comenzar a disfrutar de sus enormes ventajas (…) no lleva cargadores, ni pilas, no necesita conexiones wifi, o líneas de acceso.” Milagros del Corral, quien fuera directora general de la Biblioteca Nacional de España nos recordaba en las reuniones de UNESCO para promover la diversidad de las expresiones culturales, que los artefactos tecnológicos evolucionan y son superados por otros que ofrecen ventajas comparativas, como por ejemplo los vehículos de tracción motora, pero que el libro y la imprenta es una tecnología de hace unos cuantos siglos que todavía no ha sido superada por ninguna otra. El libro impreso como tecnología tiene el mismo formato, las mismas utilidades y las mismas ventajas que hace siglos.
Pero volviendo a la Feria del Libro, el proceso de encuentro entre el lector y el autor, seres de carne y hueso, en un excelente espacio físico como El Retiro, para dialogar en torno a historias e ideas impresas en un soporte material es un potente e incuestionable elemento de transformación social y de experiencia cultural.
Ahora que comienza una nueva etapa en muchos de los ayuntamientos españoles, cabría comenzar la tarea en éste ámbito por coordinar y potenciar las políticas públicas en torno al libro como herramienta de transformación social. Las más de 4500 bibliotecas municipales del territorio español son potentes fábricas para esa recuperación.
Las bibliotecas tienen muchas utilidades además de albergar libros. Con nuevas políticas se puede recuperar su papel esencial en las ciudades, pero además se pueden transformar y ampliar sus usos: ¿Porque no aprovecharlas para convertirlas en centros de búsqueda activa de empleo, de formación en profesiones digitales, o en lugares para una amplia gama de detección de necesidades básicas y de servicios sociales? Y todo ello, en torno a un buen libro impreso, a una buena lectura, a una inolvidable experiencia cultural.
Fernando Rueda. Politólogo, gestor cultural y experto en cooperación internacional. Coordina el Observatorio de Cultura y Comunicación de la Fundación Alternativas.
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