Tras 11 años como primer ministro, Recep Tayyip Erdogan se convirtió en 2014 en presidente en la primera elección directa a la Jefatura del Estado en la historia de Turquía. En estas elecciones legislativas su principal objetivo era que el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) consiguiese una mayoría de escaños suficiente para aprobar una nueva Constitución. Una carta magna que convirtiera a Turquía en una república presidencialista, lo que en la práctica limitaría la separación de poderes. Nadie dudaba de la victoria del AKP. Dos eran sin embargo los avatares que los islamistas moderados vigilaban con fruición: el número de escaños obtenidos en la Gran Asamblea Nacional Turca que les permitiera adoptar el texto unilateralmente o referéndum mediante, y el éxito o fracaso del Partido Demócrata del Pueblo (HDP) en su batalla por cruzar el umbral electoral -tildado por algunos de ‘antidemocrático’- del 10%.
El AKP ha ganado las elecciones pero ha perdido un importante número de votos -del 50% al 41%-. Y esto es lo que cuenta cuando se trae a colación que estas elecciones eran un plebiscito para Erdogan. A pesar de que el Presidente tiene la obligación de mantenerse neutral en la arena política, la campaña ha sido en efecto considerablemente personalista. Todo indica a que el AKP deberá aprender la lección y comenzar a construir esa nueva Turquía a la que hacía mención el lema de su campaña -‘Nueva Turquía, Nuevo Poder’- sin arrinconar ni a sus competidores en particular ni a la sociedad en general. Sus votantes le han dado una segunda oportunidad para volver a los orígenes que un día inspiraron a propios y ajenos.
La primera frase de un capítulo más pluralista en la política turca
A pesar de estamos en la primera fase de negociaciones para formar gobierno, las elecciones evidencian que estamos ante un cambio de tendencia. El AKP no solo no está en posición de modificar la Constitución, sino que será además incapaz de formar un gobierno en solitario. Todos los rumores y apuestas giran hoy en día en torno al baile de sillas al que a partir de ahora pueden jugar todos los partidos políticos. No es menos cierto que la perspectiva de un gobierno de coalición evoca recuerdos oscuros por la inestabilidad política y el malestar económico reinantes durante la década de 1990. De hecho, la incertidumbre política hizo que la lira tocara fondo y alcanzara un mínimo histórico frente al dólar.
Durante la campaña electoral, casi todos los líderes juraron y perjuraron que no pactarían. Sus declaraciones y acciones tras cerrarse las urnas parecen indicar todo lo contrario. El segundo partido en número de votos es el secularista Partido Republicano del Pueblo (CHP) – de tinte kemalista y bases nacionalistas –, a las antípodas ideológicas del AKP. El tercer partido es el Partido Nacionalista Popular (MHP), de carácter también marcadamente nacionalista pero más conservador. Sería, a primera vista, el candidato perfecto para una alianza con el AKP. No parece factible que CHP, MHP y HDP unan sus fuerzas para cuestionar la hegemonía del AKP. Tampoco debería descartarse que el propio AKP decida gobernar en minoría y forzar la convocatoria de elecciones anticipadas cuando considere que se dan las condiciones adecuadas. Sean quienes sean los aliados elegidos, de lo que no cabe duda es de que cualquier gobierno de coalición tiene 45 días para tomar forma, a riesgo de que la Corte Suprema convoque nuevas elecciones.
Las claves de los resultados
- El AKP ha estado a la cabeza del país de forma omnipresente durante 13 años, y muchos de sus votantes se mostraban hastiados e incluso desilusionados. Eran ya evidentes los signos de fatiga ante un autoritarismo in crescendo, un desdén cada vez mayor hacia los principios modernizadores y seculares que instauró Ataturk, las acusaciones constantes de corrupción y violaciones de derechos humanos, y una sociedad polarizada y en tensión constante.
- Tras años de crecimiento económico sin parangón, los votantes turcos comenzaban a sentir la desaceleración.
- Tampoco ha ayudado al AKP una política exterior que ha pasado del principio de ‘cero problemas con los vecinos’ a un torbellino de miopía geopolítica, cortoplacismo, apoyo a ciegas al islamismo, alianzas envenenadas y nacionalismo exacerbado.
Una victoria simbólica para los kurdos
De acuerdo con diversas estimaciones, los kurdos representan un 20% de la población turca. Sin embargo, es la primera vez que un partido de raíces kurdas entra en el Parlamento. La estrategia del HDP ha sido impecable: pasó de ser un ‘partido kurdo’ a un ‘partido para todos’ los insatisfechos con la situación actual. Se erigió en particular en campeón de causas liberales como los derechos de todo tipo de minorías o la lucha contra la desigualdad económica y social. Fue, además, la primera vez que la formación se presentaba como bloque en lugar de presentar candidatos independientes asociados a la causa kurda. El órdago se ha mostrado efectivo y el HDP se ha llevado un 13% de los votos. Nada de esto hubiese sido posible sin el liderazgo del joven político kurdo Selahattin Demirtaş –al que han tardado poco en comparar con Obama– que ha conseguido ir limando el escepticismo y los prejuicios de una sociedad turca más conservadora de lo que muchos admiten. Así, una gran cantidad de turcos dejaron de lado por un momento sus preferencias ideológicas y se decantaron por el 'voto útil'. Útil para descarrilar las ambiciones de Erdogan, claro está.
Que haya sido un partido kurdo quien haya frustrado las ambiciones de Erdogan ha sido cuanto menos un desliz de la ironía. Estos comicios simbolizan la evolución del movimiento desde los campos de batalla de una insurgencia sangrienta hasta los pasillos de las instituciones en Ankara. Y es que el ‘conflicto kurdo’ ha emponzoñado la vida política y el día a día de los turcos durante años. Hoy en día reina una paz frágil, fruto de las negociaciones con el líder del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), Abdullah Öcalan, todavía en prisión. El avance del HDP representa sin lugar a dudas una excelente noticia para todos los que anhelan la paz, por encima de todo, dentro y fuera del país. El Parlamento contará por primera vez con la participación –que se perfila muy activa– de un partido que ha prometido luchar en pos de los derechos de la minoría kurda y de una mayor descentralización.
Una victoria para la sociedad civil en su conjunto
Tras décadas de titubeos, se ha formado en Turquía –a pesar de la creciente represión e insuficiente respeto de los derechos fundamentales– una vibrante sociedad civil dispuesta a hacerse escuchar. La sangría de votos del AKP ha sido más significativa en los centros urbanos, muestra de que el ‘espíritu de Gezi’ no ha muerto. Los jóvenes que tomaron el parque de Gezi en la primavera de 2013 dieron el pistoletazo de salida de una nueva etapa de movilización y dinamizaron la arena política turca canalizando el voto de descontento contra el AKP y sus prácticas autoritarias. El alto índice de participación (un 86%) es doblemente meritorio si se tiene en cuenta que los turcos fueron a votar en un contexto de polarización ideológica creciente. No hay que olvidar asimismo que estas elecciones han representado también una victoria para las mujeres: hay hoy más féminas en la Asamblea turca que nunca antes y el número de diputadas ha pasado de 79 en 2011 a 96 en 2015.
Itxaxo Domínguez de Olazábal. Analista en relaciones internacionales y coeditora del blog Passim.
Hay 3 Comentarios
La verdad es que la situación política turca es actualmente interesantísima. Esperemos que el pueblo turco sepa luchar por sus derechos y llevar a su país al progreso y al desarrollo y, quién sabe cuándo ni cómo, hacia la Unión Europea.
Publicado por: Silvia Martínez | 14/06/2015 18:30:28
Gracias mil a Alternativas y a la autora porque en unos párrafos breves y precisos explica a la perfección lo que ha pasado en las elecciones turcas. Los farragosos e interminables artículos de los corresponsales españoles han cansado a cualquier lector sin conseguir situarle en el escenario, más preocupados del lucímiento personal que de informar con claridad y sencillez. Todo lo contrario que este post.
Publicado por: Luis | 13/06/2015 9:18:37
Es lo mejor que le ha podido ocurrir a los ciudadanos turcos. Erdogan no ha tenido en los últimos tiempos de su mandato expresiones que le sumaran empatía o votos, sino todo lo contrario. Parece estar a punto de resucitar el Imperio Otomano que no dejó buenos recuerdos en la región, en especial el genocidio de que fueron víctimas los Armenios.
Publicado por: bergante | 13/06/2015 0:21:35