VÍCTOR C. PASCUAL
2015 es un año clave para el futuro de Haití. En el breve lapso de cuatro meses, este pequeño país centroamericano, con 10,5 millones de habitantes, aspira a renovar todas sus estructuras políticas representativas, la Cámara de los Diputados y el Senado (agosto y octubre), la Presidencia del país y los 113 gobiernos municipales (en octubre y diciembre). Se trata de una fase histórica trascendental para los haitianos, que anhelan dirigir su mirada hacia un futuro mejor y borrar las huellas de su trágico pasado.
El terremoto sufrido el 12 de enero de 2010 causó más de 250 mil muertos, dejando un país destrozado, sin infraestructuras ni suministros, sin Palacio presidencial, sumido en la más profunda pobreza y en la desesperanza. Desde entonces, y gracias a la asistencia internacional, Haití lucha por lograr su reconstrucción en todos los planos: social, político, económico, institucional, etc. Un primer hito de esta reconstrucción fue la celebración de elecciones presidenciales en 2011 que llevaron a la elección del ex cantante Michel Martelly como nuevo Presidente de la República.
En estos cuatro años, la evolución política de Haití ha seguido apuntalada sobre cimientos endebles y acuerdos porosos, que han desembocado finalmente en este nuevo ciclo electoral, que la comunidad internacional desea que sirva para encauzar definitivamente a esta república por el camino de la estabilidad institucional y de la construcción democrática. El país afronta esta nueva etapa electoral con un panorama político fragmentado en numerosos partidos, entre los que sobresalen, el Partido “Respuesta Campesina” (PHTK), del actual presidente Martelly -que no puede optar a la reelección- encabezado por Jovenel Moïse; el histórico FANMI LAVALAS, fundado por el primer presidente elegido democráticamente, Jean Bertrand Aristide, y actualmente liderado por la candidata Maryse Narcisse; y el partido “Verdad”, del ex presidente René Préval, que tiene como candidato a la presidencia a Jackie Lumarque.
La primera vuelta de las elecciones legislativas que se celebraron el pasado 9 de agosto contó con la observación electoral de la Unión Europea (UE) y de la Organización de Estados Americanos (OEA), cuyas misiones de observación -que gozan de la necesaria independencia y autonomía funcional- emitieron sendos informes preliminares inmediatamente después de la jornada de votación para evaluar el proceso electoral. En concreto, para la Misión de Observación de la UE, “a pesar de las dificultades evidentes y los incidentes de violencia que condenamos, Haití ha dado este 9 de agosto un paso esencial hacia una democracia más sólida”. Asimismo, la OEA concluyó que “a pesar de algunos incidentes de violencia, la mayoría de los centros de votación pudieron finalizar sus operaciones con normalidad” y caracterizó la celebración de estas elecciones como “un paso adelante de la democracia haitiana”.
Sin embargo, a pesar de la validación internacional, los episodios de violencia electoral -que, entre otras cuestiones, han motivado la descalificación de 16 candidatos-, la baja participación y las diversas irregularidades detectadas en la fase de tabulación y de recuento de votos han conducido al Consejo Electoral de Haití a ordenar la repetición de la votación en casi un quinto de las circunscripciones del país. En el resto, los resultados publicados recientemente por el organismo electoral no permiten aún extraer ninguna conclusión sobre las mayorías que puedan formarse en el nuevo Parlamento; sólo 8 de los 119 escaños de diputados en liza han sido ya adjudicados en esta primera vuelta. La 2ª vuelta tendrá lugar el 25 de octubre al mismo tiempo que la crucial elección presidencial. Por tanto, todo está aún por decidir en Haití.
En definitiva, el objetivo más importante de los procesos electorales que se celebran en Haití en 2015 radica en lograr la consolidación democrática e institucional, con la elección de un presidente legítimo, la refundación de sus instituciones representativas y el desarrollo de elecciones limpias y reconocidas internacionalmente. Un Haití relativamente estable en el plano político es la única vía para que el país pueda retomar su andadura hacia el desarrollo, hacia la superación de sus traumas y la consolidación de sus relaciones comerciales; un Haití comprometido con la democracia garantizará que los países de la comunidad internacional, entre los cuales, Estados Unidos, Canadá y los países que integran la UE, entre ellos España, sigan volcados en ayudar a Haití en su constante e inacabable combate contra la naturaleza y contra sí misma.
Víctor C. Pascual es profesor de Derecho Internacional Público en la Universidad Complutense de Madrid