La Socialdemocracia y la economía moderna: ¿alianza o separación?

Por: | 19 de agosto de 2015

Carlos Victoria Lanzón y Jorge Alonso Rodríguez

 

Durante la crisis se ha repetido a menudo la idea de que existe un divorcio entre la política y la economía. Este supuesto divorcio se haría aun más patente cuando se comparan las políticas tradicionales de la socialdemocracia con la visión actual de la economía. En el presente artículo vamos a tratar de argumentar justo lo contrario, que la economía no sólo no se opone a las ideas de la socialdemocracia, sino que ofrece un sólido apoyo académico a algunos de sus postulados básicos.

KeynesExiste, si nos permiten la licencia, una cierta visión simplista que equipara la ciencia económica a la mera defensa del “laissez faire”, reduciéndola a una amalgama de propuestas cuya única intención es la desaparición del estado. Nada más lejos de la realidad. Aunque es cierto que cualquier manual básico de economía defiende que el mercado es la mejor institución a la hora de asignar los recursos escasos, no es menos cierto que, inmediatamente después, reconoce que el estado, en muchas ocasiones, puede mejorar esa asignación inicial. Parece que basta con profundizar un poco en la economía para descubrir que mercado y estado dejan muy pronto de ser incompatibles para convertirse en complementarios y necesarios; de hecho, se hace recaer en el estado la responsabilidad de que el mercado funcione de forma eficiente.

Pero volvamos a la pregunta original: ¿puede la socialdemocracia justificar sus políticas basándose en el conocimiento económico? El primer apoyo al que se suele recurrir es a la macroeconomía, en concreto a Keynes y a su defensa de la gestión de la demanda agregada en momentos de recesión económica. Desde el punto de vista de la microeconomía, las escuelas de Viena y Estocolmo, en el siglo XIX (con Wieser, Wicksell y Lindahl, entre otros) aplicaron los principios de la teoría subjetiva del valor y defendieron el uso de la imposición progresiva para distribuir la renta mucho antes de que el Partido Socialdemócrata Sueco se lanzará a poner en práctica las teorías keynesianas.

El lector podrá objetarnos, con razón, que hasta ahora solamente nos hemos referido a las ideas de economistas muertos, parafraseando al propio Keynes, y que los postulados de la economía moderna son incompatibles con las ideas socialdemócratas. Nuevamente, estos prejuicios quedan invalidados cuando descubrimos que, además de las impopulares reformas estructurales, las instituciones económicas que a menudo son tachadas como tecnocráticas defienden ideas tan socialdemócratas como la defensa de la igualdad como motor del crecimiento económico (FMI), la defensa de la educación como vehículo de progreso social (OCDE), o animan a impulsar políticas destinadas a fomentar los derechos sexuales y reproductivos a de la mujer (Banco Mundial). Sin ir más lejos, el último premio Nobel, ha recaído sobre Jean Tirole, economista francés cuyas investigaciones se centran en un tema de gran relevancia para la socialdemocracia: la defensa de la competencia y la regulación de los mercados, especialmente los financieros.

Respecto a los retos y desafíos futuros a los que se enfrenta la Unión Europea, la ciencia económica también puede aportar soluciones que satisfagan los principios políticos que tradicionalmente ha defendido la socialdemocracia. Aspectos tan críticos como la defensa de una unión fiscal a nivel europeo, que permita superar la distancia que separa a la Zona Euro de lo que los economistas llaman “zona monetaria óptima”, la articulación de mecanismos que permitan la lucha contra el cambio climático y los problemas medioambientales, o la búsqueda de nuevas políticas que permitan disminuir las brechas sociales y mejorar el crecimiento económico de las naciones en desarrollo también forman parte de las políticas sobre las que la disciplina despliega su actividad día a día.

Por ello nos gustaría volver sobre la idea que defendíamos al principio. No existe un divorcio entre economía y socialdemocracia. La economía es una ciencia social que trata de buscar las mejores herramientas disponibles para la consecución de un fin; por lo tanto, a priori no se le puede atribuir una orientación ideológica concreta. Es a la política, en este caso a la socialdemocracia, a la que le corresponde la elección de dichas herramientas y la búsqueda de los consensos y mayorías necesarias para ponerlas en práctica. Esta tarea no resultará sencilla, pero sabemos por experiencias pasadas, como demuestra la historia de éxito de los países escandinavos, que cuando se acierta a combinar las políticas sociales preferidas con las políticas económicas acertadas se pueden alcanzar las cotas más altas de crecimiento económico, progreso social y desarrollo humano.

Para concluir, nos gustaría recordar, que como ya se ha mencionado otras veces en este blog, los retos de la socialdemocracia nunca deben ser vistos como una excusa para caer en la melancolía. Al contrario, la socialdemocracia debe ser capaz de encontrar nuevas vías para alcanzar sus metas, y la economía como ciencia social debe ser vista como un aliado fundamental en el logro de esos objetivos.

 

Carlos Victoria Lanzón es economista y colaborador del Laboratorio la Fundación Alternativas.

 Jorge Alonso Rodríguez es colaborador del Laboratorio de la Fundación Alternativas.

Hay 2 Comentarios

Quienes andamos a pie de calle, solo vemos lo inmediato como son los acontecimientos políticos de países como Grecia, donde la clase política usó la escusa de los votos democráticos para esconder su ignorancia en la gestión y falta de arrestos a la hora de liderar una salida.
Comandando y liderando.
En lugar de esconder su responsabilidad alcanzada en las urnas con consultas al pueblo llano sobre temas espinosos, la gente sencilla que no está para asumir responsabilidades en política internacional.
La gente normal de la calle vemos las carencias de las clases políticas, que solo buscan la comodidad del puestos para lucrarse durante los cuatro años de mandato sin hacer más de lo necesario.
Por eso vemos zonas depauperadas y abandonadas en la más ingrata de las miserias, pueblos abandonados, y provincias o ciudades sin incentivos ni iniciativas públicas que dinamicen el crecimiento.
Siendo sus cargos públicos simples títeres sujetos a las mareas de las luchas entre partidos por hacerse con el poder local.
Políticos que prefieren castigar a los ciudadanos con políticas de tierra quemada antes que ayudar en políticas de progreso y mejora.
Algo que en las legislaciones de los países a día de hoy no se contempla, como faltas graves imputables.
La malversación y la prevaricación contra los intereses públicos y las políticas de desarrollo.

Gracias a Keynes la ciencia económica se convirtió en un instrumento de sanación social. Está claro que sin demanda la oferta se derrumba. Ahora bien, cuando las finanzas fijan las reglas del juego sin tener en cuenta que sin demanda no hay oferta, el mecanismo económico se viene abajo. Y es entonces que se origina el desequlibrio social entre centenares de ricachones y millones y millones de pobres y desamparados. Luego, con nuevas emisiones de dinero, la inflación adquiere un rango de estabilidad socio-económica. Es la única forma de evitar las revueltas sociales que conducen a las revoluciones.

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