GUY RYDER(*)
Acceso a las instalaciones donde se celebra la COP21 en París
El domingo pasado asistíamos al fin de la COP21 con la adopción de un nuevo acuerdo climático, el Acuerdo de París. Tenemos la certeza de que esta vez sí hemos logrado lo que se nos había escapado antes: que los 195 países que firmaron en 1992 la Convención Marco de Cambio Climático se hayan comprometido a que las emisiones de gases de efecto invernadero no suban por encima de niveles peligrosos que supondrían impactos imposibles de gestionar e incluso la desaparición de algunos estados insulares. En otras palabras, no subir por encima de los 2C la temperatura media del planeta y hacer todo lo posible para que este incremento no sea de más de 1.5C.
Es un acuerdo histórico por varias razones. En primer lugar, porque el objetivo a largo plazo acordado es suficientemente ambicioso como para que el Acuerdo sea realmente un punto de inflexión en las políticas nacionales y se dé prioridad a un desarrollo más sostenible, bajo en emisiones, que acelere nuevas inversiones bajas en emisiones, públicas y privadas y se cambie nuestros patrones de producción y consumo hacia modelos más sostenibles. En segundo lugar, porque es un Acuerdo universal. Siguiendo la senda de la agenda de desarrollo 2030 que aprobó los Objetivos de Desarrollo Sostenible, sitúa a todos los países del mundo bajo condiciones muy parecidas, al menos en lo relativo a los compromisos de acción climática. Se continúa pidiendo a los países ya desarrollados que sean líderes y reduzcan sus emisiones de manera drástica en el corto plazo. Se les pide también que ayuden a los países con un nivel de desarrollo menor a hacerlo con suficientes recursos financieros, transferencia de tecnología y desarrollo de capacidades. Recordemos la responsabilidad histórica de estos países, desarrollados gracias al consumo de combustibles fósiles desde la revolución industrial.
Es histórico también porque por primera vez se reconoce la necesidad de tener en cuenta que la transición a este modelo de desarrollo resiliente a los impactos del clima y bajo en emisiones se haga de manera justa, respetando los derechos de todos, también de los trabajadores y que asegure la creación de empleo decente.
Este reconocimiento de la necesidad de una transición justa hacia un modelo de desarrollo sostenible sitúa al mundo del trabajo, es decir a empresarios, a trabajadores y a gobiernos, en el centro de la política climática y los presenta como actores esenciales en la implementación de soluciones.
Sitúa también la justicia social y la creación de empleo decente en el centro. No servirá cualquier tipo de política climática. No servirá en particular, aquellos planteamientos que no respeten los derechos de los trabajadores, que no ofrezca oportunidades de creación de empresas sostenibles y trabajo productivo y con salarios suficientes, que no ofrezcan seguridad en el lugar de trabajo y protección social para las familias, y aseguren la libertad para que la gente exprese sus opiniones, se organice y participe en la toma de decisiones climáticas que puedan afectarles de una forma u otra. Y sobre todo no servirá planteamientos que no aseguren la igualdad de oportunidad y trato para todas las mujeres y hombres.
El mundo del trabajo ha estado muy presente durante la COP21. Por un lado, los anuncios hechos por algunas de las mayores multinacionales del mundo, bajo la campaña RE100, de usar únicamente fuentes de energías renovables para el abastecimiento de electricidad. Se calcula que esta medida reducirá las emisiones de gases de efecto invernadero en un 15%. Trabajadores y sindicatos de todo mundo se han movilizado para demandar una mayor ambición climática bajo el lema ‘no hay empleos en un planeta muerto’. La transición, están de acuerdo, supondrá importantes desafíos para trabajadores y empleadores, pero una gestión adecuada de esta transición, basada en el diálogo y consenso entre las partes implicadas, puede transformase en un importantísimo motor de creación de empleo.
La OIT calculó que inversiones de alrededor del 2% del PIB mundial en sectores ambientalmente sostenibles crearían más de 60 millones de empleos en las próximas dos décadas. Particularmente relevante en un escenario mundial donde alrededor de 75 millones de jóvenes están desempleados y donde los jóvenes tienen tres veces más probabilidades de no tener trabajo que el resto de trabajadores. Además, se espera, que más de 600 millones de personas entren en el mercado laboral hasta el año 2030, muchos de ellos en los países menos desarrollados, sobre todo en África y América Latina.
Por eso, el mensaje enviado por el Acuerdo de París a inversores públicos y privados es fundamental para que este potencial de creación de empleo se transforme en realidad. Proteger nuestro medioambiente y hacer buen uso de nuestros recursos naturales es bueno para el empleo. Buena nota han tomado ya países de todos el mundo: Alemania o China en su apuesta por las energías renovables, Brasil con programas que frenan la deforestación y proveen de protección social a las comunidades que dependen de estos bosques, Francia en el apoyo a la eólica marina o Sudáfrica o India con sus programas públicos de empleo, que ofrecen empleo a aquellos que no lo tienen en la construcción de infraestructuras de adaptación a las sequías, inundaciones, incendios y otros efectos del cambio climático.
Ha sido también la primera vez que más de 15 directores de organizaciones del sistema de Naciones Unidas han participado en la Conferencia, también la OIT. Nuestras organizaciones serán especialmente importantes en la implementación de este Acuerdo. Desde la OIT nos hemos comprometido en apoyar a las organizaciones de empleadores, de trabajadores y a gobiernos de todo el mundo en la ejecución del Acuerdo de París: En este contexto resulta especialmente relevante las nuevas directrices aprobadas por nuestro Consejo de Administración, que con estructura tripartita, recoge recomendaciones políticas para implementar, a nivel nacional, un marco de transición justa hacia economías y sociedades ambientalmente sostenibles para todos.
A través del diálogo social, del asesoramiento técnico y la formación, el desarrollo de empresas sostenibles y la identificación de nuevas fuentes de empleo verde, o del reforzamiento de los sistemas protección social, claves para lidiar con los impactos laborales del cambio climático reforzaremos las capacidades de nuestros aliados, empresarios, trabajadores y gobiernos, hacia lograr una transición justa a un mundo más sostenible ambientalmente y más creador de empleo. Queda mucho por hacer, pero la comunidad internacional ya ha dado un importante paso en la buena dirección.
(*) Guy Ryder es Director General de la Organización Internacional de Trabajo (OIT)[1]
[1] Agencia Especializada de Naciones Unidas para el trabajo. La OIT está consagrada a promover la justicia social y los derechos humanos y laborales reconocidos a nivel internacional a través de la creación de empleo decente.
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