Elecciones generales: primeras conclusiones

Por: | 23 de diciembre de 2015

ANTONIO ARROYO GIL Y BORJA SUÁREZ CORUJO (*)

 

 

 

Elecciones

Un colegio electoral de Pamplona en las generales de 2011.

El resultado de las elecciones generales ofrece un panorama parlamentario desconocido en el presente periodo democrático. Lleno de interrogantes e incertidumbres, pero también de oportunidades. Cómo se resuelva la gobernabilidad del país y sus consecuencias para la ciudadanía, los partidos políticos y el propio Estado dependerá en buena medida de una interpretación adecuada del sentido del voto. Algunos de los aspectos sobre los que merece la pena reflexionar serenamente son los siguientes:

  • Frente a lo que cabría esperar, no se ha producido un incremento sustancial en el número de votantes. Al contrario, una vez se contabilicen los votos de españoles residentes en el extranjero, la participación quedará por debajo del 72%, el nivel más bajo desde los años ochenta, con la excepción de 2000 y 2011. Eso quiere decir que, básicamente, los votos se han repartido entre las “viejas” y las “nuevas” fuerzas políticas. Y algo que es más significativo: hay un elevado número de potenciales votantes, que ronda el 25 % del censo, que renuncia a ejercer su derecho al voto (casi 10 millones de personas). Es probable que, en parte, este dato refleje la salida de nuestro país de muchos españoles, jóvenes en su mayoría, ante la falta de perspectivas laborales. Pero, en todo caso, demuestra que la falta de interés o el desencanto con la política de un sector importante de la población no ha desaparecido pese a la aparición de nuevos actores políticos.
  • Una vez más se constata una clara división ideológica del país en dos mitades que podríamos calificar de centro-derecha/derecha y centro-izquierda/izquierda. No por casualidad tras unos años de durísimos recortes, la balanza se ha inclinado claramente en esta ocasión hacia la izquierda: si solo el PP sumó más de 2,2 millones de votos más que la izquierda en 2011, en esta ocasión PSOE, Podemos e IU han logrado casi un millón más de apoyos que PP y Ciudadanos juntos. En todo caso, hay que ser conscientes de que cualquier intento de poner en marcha reformas que afecten al marco institucional y de convivencia ha de pasar necesariamente por la consecución de amplios consensos, más allá de los programas de máximos.
  • Es obvio que el partido más votado, con diferencia, en estas elecciones ha sido el Partido Popular; de hecho, mantienen su mayoría absoluta en el Senado. No obstante, su pérdida de apoyo ha sido histórica, sólo superada por la de la UCD en 1982. Es la muestra evidente de que a veces ‘ganar’ no significa que no se haya perdido. Por su parte, el PSOE parece haber soportado el chaparrón que le auguraban las encuestas, pero es evidente que sigue sin encontrar la clave de conexión con una parte importante de un electorado que antes le había sido muy fiel: en dos elecciones ha perdido la mitad de los votos logrados en 2008. Podemos ha obtenido un gran éxito, entre otras razones, por haber sido capaz de sumar a su proyecto a otras fuerzas políticas, las llamadas confluencias, en Cataluña, Galicia y la Comunidad Valenciana, lo que ha incrementado sensiblemente el cómputo global de sus votos. Finalmente, Ciudadanos ha tenido un resultado notable, aunque seguramente mucho más pobre de lo que aspiraba a obtener, desde su confianza en que era posible pescar en distintos caladeros sin que se notasen sus contradicciones y querencias/carencias ideológicas.
  • La ley electoral sanciona excesivamente a los partidos nacionales minoritarios. Que al PP, en términos globales, le “cueste” un diputado 58 mil votos, al PSOE 61 mil, a Podemos 75 mil y a Ciudadanos 87 mil, es aceptable en términos de proporcionalidad. Que IU tenga que aportar 460 mil votos para conseguir un diputado es injusto. Esta situación no es nueva, pero parece llegado el momento de llevar a cabo una modificación de la ley electoral para corregir esa insoportable desigualdad, sin perder de vista los dos principios a los que toda buena ley electoral ha de servir: garantizar la mayor proporcionalidad posible sin que se resienta la gobernabilidad.
  • Estas elecciones han dejado tiritando al llamado bipartidismo, dado que la suma de sus votos apenas supera el 50% del total, cuando en 2008 superaba con creces el 80%. Es cierto que todavía es posible apreciar una diferencia muy importante entre los dos partidos mayoritarios (PP y PSOE) y los dos emergentes (Podemos y Ciudadanos): les separan más de 4 millones de votos. Pero ambos deberían reflexionar sobre las causas que explican una pérdida de apoyos tan intensa, muy en particular en el caso del PSOE, que apenas ha obtenido 350 mil votos más que Podemos.
  • En tanto que partido más votado con una clara diferencia respecto del segundo, corresponde al PP procurar formar gobierno. Pero es evidente que el aislamiento político del PP, tras una legislatura en la que ha impuesto su mayoría absoluta como un rodillo parlamentario, hace extraordinariamente complicado, en principio, que pueda lograr esos apoyos. Si fracasa, corresponderá entonces al PSOE intentarlo. No es descartable que pueda lograrlo; si así fuera, dado que estamos en un sistema parlamentario, la legitimidad de ese gobierno sería la misma que si estuviera encabezado por el partido con más votos.
  • El desarrollo de las negociaciones entre los partidos será complejo. Por eso, únicamente será posible avanzar sobre bases firmes y transparentes. Solo así los ciudadanos podremos valorar en sus justos términos quienes, además de habilidad política, tienen sentido de Estado, madurez democrática y cultura institucional, cualidades tan necesarias en este momento crítico en el que el país se la juega.
  • Los destrozos de la pasada legislatura en materia laboral y social exigen una respuesta urgente. El riesgo de no hacerlo puede desembocar en una fractura social con consecuencias indeseables, que más allá de sus efectos concretos sobre las personas que más la padecen, podría acabar minando las bases de la convivencia. Esta debería ser, por tanto, la prioridad del futuro gobierno: recomponer el equilibrio social, lo que pasa por acometer con inteligencia una redistribución más equitativa de la riqueza, utilizando con decisión la herramienta fiscal, y restableciendo un mayor equilibrio en las relaciones laborales.
  • La cuestión territorial, indudablemente, también se encuentra sobre la mesa. La respuesta que se le dé requiere sosiego, ponderación y claridad, además de un amplio consenso entre las fuerzas políticas. El intento de abordarla desde posicionamientos que se amparen en un supuesto ejercicio de la democracia, aunque ello implique ignorar el ordenamiento jurídico vigente, están abocados al fracaso. En un Estado democrático de Derecho, como lo es el nuestro, Democracia y respeto a la ley van indisolublemente unidos, lo que no quiere decir que la ley sea irreformable.
  • La palabra maldita, “ingobernabilidad”, domina, como una amenaza, todo análisis de los resultados electorales. Pero, tal vez, sea posible, y conveniente, pensar en otros términos. Hemos entrado en una etapa de nuestra historia que demanda una nueva cultura política: la del pacto, la de la búsqueda del acuerdo, la del consenso. Exactamente lo mismo que, pese a la inmensa distancia que hay, ocurrió hace apenas 40 años. Entonces las distintas fuerzas políticas fueron capaces de encontrar soluciones satisfactorias para la inmensa mayoría. Este es el reto, y la responsabilidad, que “nuevos” y “viejos” partidos tienen por delante.

 

(*) Antonio Arroyo Gil y Borja Suárez Corujo son profesores en la Facultad Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid

Hay 3 Comentarios


-. Si, en el tema de la representatividad del total de votos emitidos, no nos dejemos confundir en este tema, tampoco en su cálculo exacto, imposible, o más o menos matemático, de cada uno de los representantes electorales parlamentarios:
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-. 1) No se pueden comparar tampoco, el total de votos emitidos y sus porcentajes, de cualquiera de los partidos, con respecto a una sola fantasiosa, y totalmente irreal, e inexistente circunscripción única. en nuestro propio sistema electoral, salvo en las elecciones parlamentarias europeas. Cuando en realidad hay muchas más circunscripciones electorales. Habría que hacerla en todo caso, también en ambos casos, para que fuera una comparativa correcta.
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-. 2) No se pueden comparar tampoco correctamente, ni el total de votos emitidos y sus porcentajes, de cualquiera de los partidos, porque la población censada y votante de cada una de las diferentes circunscripciones, es diferente, y es mayor o menor, también en su densidad de población.
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-. 3) Debería de corregirse lo máximo posible. Y elegirse al menos el número de cada unidad de representantes, en todas las elecciones, y en todas las circunscripciones. A partir al menos, del cálculo del número de votantes existentes de la circunscripción, A, con menor número de habitantes. Si A = 1. => B = 2A = 2 Representantes. Si B = 3A = 3 Representantes. Sin mayor limite, tampoco, en el total final de representantes, + 1. O con un número final total, impar.
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-. 4) Tampoco puede ser un calculo, total y matemático, a) Si los partidos en las diferentes circunscripciones, no tienen siempre la misma posición final, b) O no obtienen el mínimo número de votos, o de porcentaje de votos necesarios, para obtener representantes electorales, c) y en alguna de las circunscripciones tampoco obtienen representantes o diputados, o senadores, si son elegidos directamente, en una lista abierta , y no cerrada de cada partido.
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-. O si no se obtiene finalmente tampoco, para el ganador de las elecciones, la mayoría necesaria para gobernar, después de unas elecciones parlamentarias, - Que es también para lo que se convocan, y como sucede en la mayoría de las elecciones de nuestro propio entorno cultural, y europeo. Y una vez obtenido, y equilibrado, con la justa proporcionalidad total de todos los votos y de sus porcentajes, por todos buscada, en cada una de las circunscripciones, de cada uno de sus representantes parlamentarios elegidos, en las elecciones parlamentarias:
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Se obtiene siempre una mejora, o un plus, en el número total final de sus representantes electorales parlamentarios, para una mejor gobernabilidad, con los diferentes sistemas electorales actuales ya existentes: Como la:
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1) Ley de D´Hont, actualmente ya existente. .
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2) A doble Vuelta, como en Francia. .
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3) Plus de un 25% , más, de representantes, para el ganador de las elecciones, como en Grecia.
.

.4) Un solo represente electoral, por circunscripción, como en Inglaterra, o como en los EE.UU.
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5) Mínimo de un total del 5% de votos, para obtener representación parlamentaria, como en Alemania , etc….

¿Oportunidades? ¿Cuales? ¿Para quién?


Una cosa es gobernar con pactos, buscando el consenso, a través de coaliciones y otra completamente distinta ceder ante el chantaje de las minorías para gobernar. Parece ser, que es esta ultima la oportunidad que buscan los dirigentes de los denominados partidos emergentes.


La situación de España es muy mala: Paro, desigualdad, niveles de pobreza, condiciones laborales que cada día se asemejan más a las economías de los denominados países emergentes, buscando ganar competitividad reduciendo costes laborales, etc., etc., etc. Pero la situación todavía puede ser peor si la deuda española pasa a ser calificada como bono basura, algo más que probable si sigue creciendo el poder de un partido como Podemos o si España entra en una situación de ingobernabilidad, algo que no sería de extrañar, pues según parece por el momento ya hay problemas para constituir la denominada mesa del Congreso: ¿Oportunidades? ¿Para quién? Parece ser que para los buitres, y ya sabemos todos de que se alimentan los buitres.

ERECCIONES GENERALES!!!

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