MANUEL HIDALGO (*)
Lilian Tintori, a la izquierda, celebra junto a otros miembros de la MUD la victoria
El pasado 6-D la oposición venezolana nucleada en torno a la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) infringió una severa derrota electoral al oficialismo. Aunque se celebraban elecciones parlamentarias (se elegían 167 representantes), se convirtieron en un plebiscito en torno al Presidente Maduro y su equipo. Y ello se explica porque, en un contexto polarizado, muchos ciudadanos hartos de la pésima gestión de gobierno optaron por el voto castigo. En una jornada caracterizada por una alta participación (74,25%) para este tipo de proceso electoral, la MUD obtuvo el 56,5 de los votos mientras que el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y aliados lograron el 41%. Dichos resultados le han permitido a la oposición alcanzar la mayoría cualificada de dos tercios (112 diputados). Al efecto, hay que tomar en cuenta las consecuencias de un sistema electoral diseñado y reformado por el chavismo que, en esta ocasión, se ha vuelto en su contra. Con este triunfo, la oposición controlará, a partir del 5 de enero de 2016, por primera vez la Asamblea Nacional durante el actual periodo chavista que se inició en 1999. Sin duda, estas elecciones inauguran una nueva etapa política en el país no exenta de riesgos.
A diferencia de comicios anteriores, la oposición partía con una clara ventaja en las encuestas (las diferencias se situaban en torno al 20-30 puntos). En primer lugar, el contexto socioeconómico era muy desfavorable para el oficialismo. Bajo el mandato de Nicolás Maduro, que se inicia con su ajustado y cuestionado triunfo en abril de 2013, el país ha entrado en recesión y han comenzado a evaporarse significativos logros sociales alcanzados durante la década anterior. Avances que tuvieron lugar gracias a unos elevados precios del petróleo y al liderazgo e iniciativas de Hugo Chávez. Pero Maduro no tiene el carisma ni la conexión con los sectores populares de su antecesor; tampoco tiene los mismos apoyos en las filas chavistas y, además, se ha rodeado de un equipo poco competente para enfrentar una coyuntura signada a partir de 2014 por la fuerte caída del ingreso petrolero, fundamental éste para la suerte del denominado socialismo bolivariano y el desarrollo del país. Desde luego, Maduro heredó una pesada carga económica pero su gobierno no ha hecho sino empeorar la situación con políticas erradas ancladas en los controles (precios y cambio), las estatizaciones, el burocratismo, la corrupción, el gasto ineficiente y el desdén, en suma, por todo aquello que tenga que ver con una economía de mercado, así sea social. De ahí que se hayan agravado los desequilibrios macroeconómicos y, como resultado, haya empeorado la calidad de vida de los venezolanos hasta niveles insospechados en la historia reciente. Escenificado en las continuas y largas colas que tiene que hacer el ciudadano común para conseguir productos básicos de alimentación y medicamentos, reflejo de la gravedad del momento. Mucho más que la elevada inflación, la negativa situación económica, la rampante violencia o la desbocada inseguridad.
El clima de desencanto es la clave para entender lo sucedido el 6-D, que no puede leerse de manera simplista en términos de izquierda versus derecha. Muchos ciudadanos han optado por otorgar un voto de confianza a la oposición por un instinto de supervivencia, de sensatez. Quieren que se produzcan transformaciones y para ello han votado en muchos casos por representantes que no conocen; de ahí que deba subrayarse que no necesariamente han transferido su lealtad a la oposición. Ciertamente, la MUD ha tenido su parte de responsabilidad en el triunfo obtenido. Dejando atrás sus divisiones y estrategias erradas, las fuerzas variopintas que integran la alianza han logrado soslayar sus diferencias y buscar objetivos de manera mancomunada. Asimismo, sus candidatos han transmitido la idea de que las transformaciones pueden comenzar a través de un buen desempeño en la Asamblea. Esto hay que ponerlo en valor en particular por las dificultades que han enfrentado los sectores opositores para hacer política en un contexto en el que el régimen había acentuado sus características autoritarias, los grupos radicales de izquierda habían ganado mayor peso en las decisiones gubernamentales y los militares más espacios de poder. A lo anterior se suma una campaña electoral dura, inequitativa y ventajista. A pesar de ello, el gobierno no consiguió que calara entre la mayoría de la población su tesis de que la situación del país obedece a una hipotética “guerra económica” que libran ciertos grupos empresariales coaligados con intereses extranjeros contrarios a los intereses de Venezuela.
Los resultados abren las puertas a una transición hacia un régimen más democrático que aborde con cierta eficacia los acuciantes problemas del venezolano. Pero los cambios no estarán exentos de obstáculos y contratiempos. Por ejemplo, Maduro ya ha anticipado un veto a una ley de amnistía que la MUD prometió para liberar a más de setenta personas presas por motivos políticos. Además, para valorar las dificultades que se avecinan conviene no olvidar que el oficialismo tiene todavía importantes apoyos sociales, domina cuatro (de cinco) poderes nacionales, controla una veintena de gobernaciones y más de doscientos cincuenta ayuntamientos. Y, de momento, tiene discrecionalidad para manejar los recursos del petro-estado. A corto plazo, es esperable que la elite gobernante endurezca su posición y considere innegociable su insostenible modelo, incluso que intente radicalizarlo. Por su parte, la oposición, en la nueva Asamblea, es probable que se muestre conciliadora y dispuesta a alcanzar algunos acuerdos básicos durante varios meses. Una oposición que tiene además ante sí retos importantes como permanecer unida o legislar para amplias mayorías. En todo caso, de producirse el conflicto institucional y los bloqueos, no hay que descartar que la MUD recurra a algunos mecanismos previstos en la Constitución: celebración de un referéndum revocatorio presidencial (puede ser convocado a partir de la mitad del mandato de Maduro, esto es 2016), una enmienda constitucional para acortar el periodo presidencial y eliminar la reelección indefinida o recurrir a una Asamblea Constituyente.
Venezuela en los últimos años ha perdido capacidad financiera para apoyar gobiernos y movimientos afines en la región. Con la nueva Asamblea se recupera la función contralora sobre el resto de poderes e instituciones públicas. Eso implica que el Ejecutivo nacional tendrá que lograr la aprobación legislativa para promover sus políticas internacionales, al menos en términos de inyección de dinero. Por tanto, de entrada, se reduce la capacidad del chavismo de usar los recursos del petro-estado para seguir manteniendo los estrechos vínculos que caracterizan la relación con países como Cuba o de mecanismos de cooperación como Petrocaribe y el Alba. Asimismo, los resultados del 6-D aunados las recientes elecciones en Argentina y la inestable situación política brasileña pudieran influir en el funcionamiento de Mercosur. Finalmente, no puede pasarse por alto la perdida de importancia de la red de apoyos internacionales fruto de las estrecheces económicas del régimen bolivariano y la pérdida de atractivo para distintos grupos y movimientos sociales.
Mientras que China y Rusia han sugerido pragmatismo al Ejecutivo venezolano ante el escenario post-electoral, Estados Unidos se mantiene a la expectativa del desarrollo de los acontecimientos y cuenta con capacidad para incidir en la política del país ya que lleva a cabo investigaciones de casos que vincularían a altos funcionarios civiles y militares venezolanos con el tráfico de capitales y estupefacientes.
Como podemos apreciar, los cambios por los que ha votado la mayoría de los venezolanos no vendrán fácilmente. El 6-D fue sólo el inicio de un camino hacia la recuperación de la institucionalidad democrática. Para ello, se requiere del concurso de ambos sectores para conciliar e implementar políticas públicas que satisfagan las expectativas de la ciudadanía. Sin embargo, el oficialismo no pareciera tomar en cuenta de momento el voto castigo, que obliga a una necesaria rectificación por parte del Ejecutivo. A mayor abundamiento, persiste en seguir impulsando su proyecto sociopolítico a pesar del evidente rechazo que suscita en una mayoría que se manifestó. En suma, el devenir de Venezuela deberá ser observado con mucha atención en los próximos meses.
(*) Manuel Hidalgo es profesor de Ciencia Política de la Universidad Carlos III de Madrid y colaborador de la Fundación Alternativas
Hay 1 Comentarios
La Mesa de la Unidad Democrática ha obtenido una victoria importante en número de diputados, pero no tanto en número de votos. La MUD tiene ideológicamente una composición muy dispar, por tanto surge la incógnita de si lograra o no tener un candidato único a presidente de la Republica, en mi opinión no. El presidente Maduro ha dado la orden de que los militares que estaban prestando su servicio en la Administración Publica regresen a las Fuerzas Armadas. ¿A qué se debe tal decisión? ¿Teme ya Maduro una futura depuración en la Administración Publica destinada a expulsar a los chavistas o quiere que de forma rápida gente que le es leal ocupe importantes cargos al frente del Ejército?
En mi opinión, en Venezuela se va a producir un rápido incremento de la conflictividad política y social, dando lugar a enfrentamientos violentos, por lo que el rol que decida jugar el Ejército va a ser determinante.
Publicado por: ECO | 13/12/2015 13:43:34