IGNACIO ÁLVAREZ-OSSORIO (*)
Salem Muslit, portavoz de la oposición siria, dirigiéndose a la prensa en Ginebra
Las conversaciones de Ginebra entre el régimen y la oposición sirias se interrumpieron de manera abrupta antes siquiera de empezar a dar sus primeros pasos. Todas las señales anunciaban este fracaso, pero pocos pensaban que fuera tan fulgurante y estrepitoso. Los contendientes en liza han acudido a la mesa de negociaciones forzados por la presión internacional, pero sin la menor voluntad de alcanzar un compromiso que cierre el ciclo de violencia en la que se haya sumida Siria desde hace ya un lustro.
El régimen sirio ha acompañado la apertura de las negociaciones con una ofensiva contra las posiciones rebeldes en Alepo, la segunda ciudad más poblada del país. Al hacerlo echa por tierra los esfuerzos del enviado de la ONU, el diplomático Staffan de Mistura, encaminados a acercar las posiciones entre las partes. Este movimiento, además, pone en entredicho unas negociaciones que nacieron muertas, porque se basan en el marco establecido en la Conferencia de Ginebra I, celebrada en 2012 en un contexto diametralmente opuesto al actual.
Debemos recordar que dicha propuesta, resucitada el 23 de diciembre pasado por la resolución 2.254 del Consejo de Seguridad, planteaba que la guerra siria se cerrase sin ganadores ni perdedores por medio de la apertura de un proceso de transición en el que el poder ejecutivo fuese asumido por un gobierno de unidad nacional que contase con representación tanto del régimen como de la oposición. En el plazo de 18 meses debería alcanzarse un consenso en torno a un nuevo texto constitucional y convocar elecciones legislativas y presidenciales. Nada se decía sobre el nudo gordiano del asunto, el futuro del presidente Bashar El Asad, sobre el cual se mantenía un estudiado silencio.
Tal esquema, de difícil aplicación ya en 2012, es, a día de hoy, imposible de llevar a la práctica, entre otras razones porque la situación sobre el terreno ha cambiado de manera drástica. El régimen está en una posición de fuerza tras la entrada en escena de Rusia, que le ha permitido recuperar parte de las posiciones perdidas tanto en el sur como en el norte del país, donde se han cortado las líneas de abastecimiento de las milicias rebeldes que combaten en Alepo. Un alto el fuego, como el propugnado por Mistura, frenaría estos avances y consagraría la repartición de fuerzas actual.
En 2012, cuando se planteó la iniciativa de Ginebra I, tampoco tenían presencia sobre el terreno el autodenominado Estado Islámico, que en la actualidad domina un tercio del territorio sirio, ni tampoco el Frente Al Nusra, el brazo sirio de Al Qaeda. Ambos han sido excluidos de las conversaciones de Ginebra, al igual que las Unidades de Protección Populares kurdas, que extienden su autoridad sobre el Rojava kurdo que abarca otra décima parte del país. El régimen sirio, en su estrategia obstruccionista, también ha intentado vetar la participación del salafista Ahrar Al Sham, el principal grupo rebelde.
El Alto Comité Negociador, que es tutelado por Arabia Saudí, intentó sin éxito condicionar su presencia en Ginebra a un alto el fuego en todos los frentes, al levantamiento del asedio sobre una docena de poblaciones y a la apertura de corredores humanitarios para aliviar el sufrimiento del millón de sirios que se encuentran atrapados entre dos fuegos. A pesar de que el régimen no aceptó ninguna de estas condiciones, la oposición se vio forzada a acudir a Ginebra por la presión de EEUU y de sus patrocinadores. Esta es precisamente una de las claves que explica el fracaso de Ginebra, puesto que ninguno de los contendientes ha acudido por voluntad propia y tampoco tiene la menor intención de negociar nada, ya que ni tan siquiera están dispuestos a sentarse en la misma mesa ni conversar de manera directa.
Confiar, a estas alturas de la función, que los graves problemas de Siria se resolverán con la celebración de unas elecciones no sólo es irrealista, sino también ingenuo. Hasta el momento nadie nos ha explicado cómo se desarrollarían dichos comicios en plena guerra ni quién garantizaría la limpieza del proceso electoral, sobre todo si tenemos en cuanta los precedentes de un régimen autoritario que ha perseguido hasta la extenuación cualquier disidencia en los últimos cincuenta años. Tampoco la pujanza de las fuerzas salafistas y yihadistas augura nada bueno, puesto que dichos grupos contemplan la democracia como una herejía que debe extirparse de raíz.
A pesar de que el marco de Ginebra I ha quedado obsoleto, la comunidad internacional se aferra a él con uñas y dientes como si fuera la tabla de salvación que podría impedir la balcanización de Siria, por la que ya apuestan abiertamente varias de las potencias regionales que ahora barajan enviar tropas de tierra al terreno. Este proceder, además de erróneo, pone de relieve el rotundo fracaso de la comunidad internacional a la hora de abordar la crisis siria. Los países occidentales parecen haberse resignado al cuanto peor mejor y no tienen ningún plan creíble para poner fin a la guerra ni a la catástrofe humanitaria que ha provocado, la mayor experimentada en Oriente Medio desde el genocidio armenio. Las negociaciones de Ginebra son una buena prueba de ello.
(*) Ignacio Álvarez-Ossorio es coordinador de Oriente Medio y Magreb de Opex en la Fundación Alternativas; y profesor de Estudios Árabes e Islámicos en la Universidad de Alicante,
Hay 1 Comentarios
La democracia es una de las mejores formas de gobierno, pero esto lo sabemos principalmente en Occidente donde se ha luchado durante muchísimos años para conseguirla; en Oriente no ocurre lo mismo, puede que algunos sí estén de acuerdo con la democracia, pero son muchos los paises que no quieren o ven mal la democracia, bien poque la relacionan con Occidente , al que no consideran como ejemplo de bienestar ni de santidad, o sencillamente no se encuentran a la altura; durante años han vivido regímenes monárquicos o absolutistas, incluyendo el aspecto religioso, y es muy difícil que acepten una democratización del sistema, más bien habría que buscar sistemas políticos acordes con sus mentalidades, procurando, eso si, que poco a poco se vayan respetando los derechos humanos de las personas que habitan en estos países. No creo que ninguna cumbre, y menos en Occidente, dé solución a los problemas creados en estos paises, tiene que ser una solución dada por ellos en su propio territorio, pero nosotros poco podemos hacer ya en solucionar esta situación a no ser que se plantée otras iniciativas para los más poderosos.
Publicado por: Lara | 12/02/2016 16:05:44