VICENTE PALACIO (*)
Nigel Farrage celebra en un pub británico los resultados en las municipales.
Por todas partes, en América y Europa, los Parlamentos andan revueltos.
Antes del estallido de la burbuja financiera de Lehman Brothers en 2007, y luego durante los momentos más agudos de la crisis, parecía que la globalización iba a rematar definitivamente a los maltrechos parlamentos. A lo largo de los 80`s, 90’s y principios de los 2000’s, una curiosa convergencia entre el capital financiero y unas masas descontentas con sus representantes, fue minando de sentido y funciones a estos viejos edificios de la soberanía. A pesar de ello, o precisamente por ello, se consolidaban los Parlamentos supranacionales: por ejemplo, el Parlamento Europeo, o el Parlatino en Latinoamérica; pero con un poder muy limitado. En el camino entre Wall Street y los lobbies financieros de Bruselas o la City, y los ciudadanos de a pie, se había abierto un vacío donde apenas había nadie que pudiera realmente ejercer el control. La era Bush y su lucha contra el terror hicieron el resto, hasta el crash financiero. En definitiva, los parlamentos parecían tener los días contados.
Nada de eso: unos pocos años después, los parlamentos están de nuevo al alza. No es que la economía vaya mejor, ni que las grandes reformas de regeneración de los sistemas políticos se hayan materializado aún. Pero al menos hay más debate, más implicación de los ciudadanos en la cosa pública, y más visibilidad de las instituciones. Hay mucho show también, y es que la propia disposición espacial de las Cámaras conforma un excelente teatro - a la griega clásica - para “representar” la gran obra de lo que se ha dado en llamar la nueva política - una fuerza que va de abajo a arriba pero no se sabe muy bien qué es.
Felizmente, la crisis genera sus propios anti-cuerpos. Se ve en las comisiones de investigación y marejadas continuas (en Brasil), en las divisiones del voto dentro de los mismos partidos en las Cámaras (EEUU o Reino Unido), o en las intensas transacciones entre fuerzas parlamentarias para sobrevivir en medio de una fragmentación de la representación (España, Portugal, Bélgica, Holanda). Otras revueltas y algaradas, por los más diferentes motivos, se están dando en la Argentina de Macri, la Venezuela de Maduro, y más.
Desde luego, la revuelta de los Parlamentos no garantiza de por sí un resultado óptimo. Depende de quién esté en ellos y cómo se comporten.
Miremos a EEUU. Desde que el Tea Party entra al galope en el Congreso en las eleccciones mid-term de 2010, el Capitolio ha sido tan protagonista como el Presidente. El que quizá es el precursor de la nueva política frente a los "Washingtons" de este mundo, Barack Obama, ha cosechado sin embargo unos frágiles resultados, si se miden por su efectividad. Reformas e iniciativas como la Affordable Care Act (el Medicare), la nueva ley migratoria, la orden ejecutiva sobre la limitación de armas, el acuerdo nuclear con Irán, o la normalización de relaciones con Cuba, han sido producto de dolorosas deliberaciones y de las zancadillas constantes de los Republicanos. Y no están cerradas del todo. El Congreso afila sus dientes, a la espera de quién sea el próximo Presidente, para intentar darle alguna dentellada a lo que pueda.
Wall Street está bajo el punto de mira del Capitolio y de los votantes. La profunda corriente “populista” presente en los orígenes constituyentes de la Nación - “todo por el pueblo, para el pueblo” - está retornando, de manera compleja y contradictoria en torno al Congreso: a veces lo detesta, pero siempre lo necesita. Y a su vez los candidatos a la Presidencia critican al Congreso, como es costumbre, por más que casi todos - desde Donald Trump o Marco Rubio hasta Hillary - sean hijos, más o menos afortunados, del establishment. La campaña electoral en EEUU muestra un país profundamente dividido en su diagnóstico de la situación, un sociedad marcada por la desigualdad - ¡los super-ricos! - y con la habitual crisis de identidad sobre “el papel de EEUU en el mundo”. La clase media añora los tiempos de la“sociedad fordista”: hoy se ve mucho más vulnerable a los norteamericanos frente a crisis económicas, el terrorismo o el cambio climático. No sabe a qué o quién agarrarse.
En Europa, es obvio que la revuelta de los Parlamentos es un fenómeno básicamente pendular, reactivo - o mejor si se prefiere, dialéctico en sentido hegeliano. Está produciendo cambios institucionales muy saludables, y un mayor grado de exigencia frente a los representantes, algunos de los cuales antes campaban a sus anchas, y otros, los más, vivían en la perpetua resignación de la irrelevancia. Ahora bien, la cosa parlamentaria puede degenerar, si se convierte en Parlamentitis: es decir, en un mal uso de su condición soberana, mediante el uso excesivo y perverso de los mecanismos de control de las iniciativas, de los presupuestos, o lo que sea. Está por ver cuál es la dirección que a partir de aquí tomarán las diversas cámaras de representación en Europa, si en forma de apertura o como un repliegue en sí mismas.
En Reino Unido, Westminster está en llamas. El UKIP de Nigle Farage, los medios sensacionalistas y algunos tories tienen la consigna de disparar a todo lo que se mueva del otro Canal de la Mancha. Al final todo puede acabar en una pantomima; pero el mal ejemplo siempre puede cundir. ¿Quién les va a decir a los Parlamentos francés, alemán, español, polaco o griego que hay que ceder más soberanía a Europa? Estamos a la espera de una Segunda Gran Oleada de revueltas de parlamentos, esta vez para romper los diques nacionales y crear un verdadero Parlamento Europeo.
(*) Vicente Palacio es director OPEX en la Fundación Alternativas
Hay 1 Comentarios
Hay un cambio de mentalidad observable en los países que recientemente han elegido nuevos gobiernos.Con respecto a USA, el Mal - así con mayúscula- vino precisamente del paulatino relajo de sus congresistas, que fueron admitiendo la desregulación en el control de capitales. Esa fue la causa y no otra, que desató el default ocurrido en el 2008 en Wall Street. Jamás se debió permitir la anulación de las regulaciones. Que, hay que decirlo, hasta ahora no se vuelto a establecer.
Publicado por: bergante | 05/02/2016 17:09:58