RICARDO GARCÍA MIRA (*)
Imagen de una central térmica gallega
El acuerdo de París sobre el Cambio Climático
El acuerdo de París, adoptado en la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático el pasado 12 de diciembre de 2015, analiza los esfuerzos a realizar para hacer frente al cambio climático y reconoce la relevancia de tres dimensiones. Por una parte, destaca el papel de la educación, que incluye la sensibilización y la promoción de la participación de los ciudadanos, con acceso público a la información y cooperación a todos los niveles. En segundo lugar, resalta la importancia del compromiso tanto de todos los niveles de gobierno como de los diversos actores en la adopción de respuestas eficaces para promover crecimiento económico y desarrollo sostenible. Finalmente, el acuerdo subraya la necesidad de adopción de estilos de vida y pautas de consumo y producción sostenibles. Además, formula como prioridad la necesidad de apoyar el desarrollo tecnológico tendente a posibilitar, alentar y acelerar la innovación.
La respuesta institucional
Si bien se han dado algunos pasos dentro de lo que podría ser la respuesta institucional a este reto de la sostenibilidad, promoviendo programas de educación ambiental, sensibilizando a la población y proporcionando medios para acceder a la información ¿está la ciudadanía afrontando el reto que supone vivir de una forma más sostenible para poder hacer frente al cambio climático? ¿qué cambios es necesario iniciar en nuestros modelos económicos y con qué impacto sobre nuestras vidas para poder decir que estamos en la senda de la sostenibilidad? ¿estamos tomando en serio esto de la participación y la cooperación? Los expertos informan que hay una inconsistencia entre las respuestas humanas hacia el medio ambiente y la creciente conciencia ecológica y el reconocimiento generalizado del origen antropogénico del cambio ambiental. Las respuestas, por tanto, no son claras y la implicación en un nuevo estilo de vida requiere cambios en nuestra conducta habitual, y un análisis de su conexión con los modelos económicos.
Aunque todavía no hay una conciencia generalizada de la urgencia del cambio ambiental, hay algunos intentos de caminar hacia estilos de vida más sostenibles, y un buen número de organizaciones están trabajando en esa dirección. Son iniciativas sostenibles, que emprenden proyectos de innovación social que van por delante de los gobiernos en cuanto a situar el problema, implicar a una parte de la población en la iniciativa, y responder al reto del cambio climático con impactos a pequeña escala que pretenden facilitar la supervivencia de economías sostenibles en campos relacionados con la movilidad, la nutrición, la construcción, el uso de la energía o la reducción o racionalización del consumo, por mencionar algunas.
La estrategia europea de estilos de vida sostenibles
Desde el lado de la ciencia, distintos niveles gubernamentales con responsabilidad en el impulso y apoyo del desarrollo e innovación tecnológica han dado algunos pasos también, poniendo en marcha programas de investigación e innovación específicos que permiten conectar estilos de vida y modelos económicos sostenibles. Es el caso de la Comisión Europea y su estrategia de innovación en materia de estilos de vida y economía verde, a través de la cual desde la Universidade da Coruña se coordina uno de los dos proyectos que forman parte de esta estrategia, el Proyecto GLAMURS sobre “Estilos de Vida Verde, Modelos Alternativos y Escalamiento hacia la Sostenibilidad Regional”, que agrupa a once universidades europeas, con un foco de análisis interdisciplinar, con mayor peso desde las ciencias sociales. El proyecto tiene por objeto el estudio de los distintos modelos económicos y conductuales que hoy los expertos debaten como más apropiados como marco a partir del cual desarrollar las políticas específicas y combinaciones de políticas que garanticen la posibilidad de elecciones de estilos de vida y sus implicaciones innovativas de cara a alcanzar el desarrollo sostenible. Tres son las perspectivas de aproximación al análisis del cambio de modelo económico para reducir nuestro impacto negativo sobre ambiente. Un primer enfoque de análisis que evalúa estilos de vida basados en lo que se ha dado en llamar “crecimiento verde”, consiste en que se mantiene un modelo económico que considera el crecimiento como un elemento fundamental, pero con un nivel incrementado de ecoeficiencia de nuestros sistemas productivos y de consumo. En segundo lugar, se evalúa un modelo de “decrecimiento”, quizá el menos popular, dado que exige una reducción en el consumo, hoy asociado al estatus socioeconómico. Según esta aproximación, no sería tan necesario crecer de manera continua para mantener una economía saludable. Los seres humanos pueden vivir y distribuir eficientemente sus recursos reduciendo la producción y el consumo, y, por tanto, el crecimiento económico , lo que aliviaría así el impacto ambiental y haría su estilo de vida más sostenible y conectado con la naturaleza. Finalmente, un tercer enfoque estaría basado en un “crecimiento anclado en la comunidad”, que se basa en generar el nivel de autosuficiencia necesario en una comunidad para sostenerse, en términos de emisiones y producción y consumo de recursos, adaptándose a las características propias y necesidades de cada comunidad, que, de una manera participativa, gestionaría responsablemente sus propios recursos.
El análisis de las diferentes iniciativas de estilos de vida sostenible hoy en Europa nos muestra que aunque no hay una respuesta colectiva en el afrontamiento del cambio climático, sí hay evidencia de que es posible ir hacia una economía más sostenible, aunque el reto del cambio de comportamientos y estilos de vida real pasa por la superación de las arraigadas concepciones que aún tenemos sobre lo que es el éxito, la autorrealización o el consumo. Llegar a un estilo de vida sostenible, exige un modelo económico verdaderamente alternativo, en el que es necesario explorar complejas interacciones entre factores psicológicos, económicos, sociales y tecnológicos que promueven u obstaculizan la adopción de estilos de vida sostenibles.
Vivir bien y ser feliz
En nuestra concepción actual igualamos el consumo con vivir bien y con ser feliz, y nuestra economía está basada en esta concepción. Sin embargo, las personas se están dando cuenta de que el modo en que vivimos es en muchos aspectos insostenible, no sólo desde el punto de vista del medio ambiente, sino también porque nos sentimos cada vez más alejados, solitarios o que nuestras vidas carecen de significado. Nuestros estudios recogen este tipo de sentimientos. Tratamos de desarrollar y evaluar un modelo integral que pueda explicar los cambios de estilo de vida, lo que nos obliga a probar la eficiencia de diferentes itinerarios de transición hacia una economía más verde y sostenible. En paralelo con los avances que seamos capaces de impulsar en ecoeficiencia, que reducirá nuestra huella ecológica en el lado de la producción, si nos tomamos en serio lo del cambio climático, sin duda tenemos que reducir nuestros niveles generales de consumo. Los resultados de investigación están mostrando que los europeos están experimentando cada vez más una sensación de insatisfacción con los estilos de vida consumistas actuales y el ritmo acelerado de la vida moderna. La investigación muestra que tenemos una mayor sensación de bienestar cuando disfrutamos de más tiempo para nosotros y cuando podemos pasarlo con los demás en actividades con significado y, por lo general, retirados de todo aquello que tenga que ver con un entendimiento materialista de lo que es vivir bien. Los ciudadanos demandan ya poder contar con más tiempo para participar en actividades comunitarias, utilizar y compartir productos, implementar redes amplias de transporte público en las ciudades, así como disponerde jardines urbanos que nos proporcionen alimentos frescos.
La experiencia de llevar un ritmo cada vez más acelerado se atribuye a la creciente demanda de tiempo en nuestro trabajo y ocio, cuya frontera se diluye en muchas ocasiones. Basamos nuestra felicidad en el bienestar material, cuando la investigación más actual no apoya esta hipótesis, manteniendo que trabajamos cada vez más para poder mantener nuestro nivel de consumo y su estilo de vida consecuente, justificando así nuestra dedicación al trabajo, dentro de un círculo cerrado. El análisis de cómo las personas utilizan el tiempo y el papel que juega en ello la identidad y las normas sociales sobre el comportamiento responsable con el ambiente, es parte del análisis.
Innovación y política ambiental
Por último, entre la innovación científica y la política ambiental hay barreras que es preciso suprimir. La Universidad debe reforzar la capacitación de sus investigadores para interactuar con los políticos y poner mayor énfasis en el impacto de sus investigaciones. Por su parte, los políticos han mostrado más preferencia por mirar hacia soluciones más tecnológicas y cuando se trata de modelos de implicación social, por la importación de iniciativas de otros lugares que no siempre se acomodan bien al contexto local de aplicación. Corregir este desfase exige adoptar un enfoque de coproducción de conocimiento que garantiza canales de comunicación y construcción continua de ideas, valores y estrategias integrales que mejoran el conocimiento del problema y la respuesta innovadora al reto de la sostenibilidad.
(*) Ricardo García Mira es profesor titular de Psicología Social y Ambiental en la Universidade da Coruña, y Presidente de la “International Association for People-environment Studies (IAPS)”