CARLOS XABEL LASTRA-ANADÓN (*)
El ministro en funciones de Educación, Cultura y Deporte, Ínigo Méndez de Vigo.
Una inclinación natural para solucionar los retos educativos es el invertir más dinero. Esta idea es intuitiva en cuanto a que podemos suponer que si hacemos mejores edificios, pagamos mejor a los profesores o tenemos tecnologías más costosas en el aula, todo esto sólo puede contribuir a mejorar los resultados académicos. Sin embargo, dependiendo de a qué se dedique este gasto, puede que no haya una relación con un sistema educativo de mayor calidad. Por ejemplo, es posible que usando materiales más caros en los centros (más allá de un mínimo), pasando de pizarras de tiza a pizarras blancas o digitales, los alumnos no aprendan más. En la caricatura, puede ser incluso que el mayor gasto en ciertos recursos sea perjudicial para el rendimiento académico: si los alumnos reciben tabletas con las que se enfrascan en videojuegos mientras el profesor explica, aprenderán menos pese a que el gasto en su educación sea mayor.
Podemos inventarnos todo tipo de teorías. ¿Qué ocurre en la práctica? Es esta una pregunta de la mayor importancia para gobiernos que afrontan situaciones fiscales complicadas en las que deben decidir el destino de presupuestos escasos entre por ejemplo educación, sanidad, extender el subsidio de desempleo o la mejora de las infraestructuras. Una forma sencilla de empezar a estudiar este problema es usar los datos que genera la OCDE tanto sobre rendimiento como gasto educativo, analizados comparativamente entre países y a lo largo del tiempo. Del 2003 al 2011, vemos que el gasto aumentó significativamente en España, un 16% más de lo que creció el PIB. Sin embargo, la evolución del rendimiento relativo en las pruebas PISA fue básicamente plana. (Ver gráfico adjunto) De hecho, sabemos que España gasta tanto en educación secundaria como países como Alemania, un 4,8% del PIB en 2011, aunque es cierto que en términos absolutos, gastamos una media de 8.145 euros por alumno en secundaria, o un 8,6% menos que la media de la Unión Europea.[1] Es interesante que gastamos más que países como Corea del Sur y prácticamente lo mismo que Finlandia, que destacan por su desempeño en las pruebas PISA.
Estos datos aparentemente contradictorios no resuelven la cuestión en un sentido u otro. Si nos centramos en el incremento del gasto relativo en educación y su falta de relación con una mejora del rendimiento, esto por sí solo dice poco sobre el efecto de un mayor gasto educativo. Puede ser que la repercusión del incremento en el gasto no se vea hasta muchos años después o que la calidad del sistema no sean medibles a través de algo tan simple como los resultados en los exámenes de matemáticas a los 16 años. Paralelamente, podemos imaginar un sinfín de condicionantes que difieren entre las necesidades de gasto en España frente a otros países, por ejemplo, la diversidad de lenguas o la gravedad excepcional en nuestro país de la crisis económica, cuando sabemos que la situación familiar afecta al rendimiento escolar.
Para dirimir este tipo de cuestiones, la metodología típica del economista es encontrar experiencias en el mundo real que se parezcan a experimentos en los que podamos aislar relaciones de causa-efecto: en las que cambios fortuitos en el gasto que no estén relacionados con otro tipo de cambios ambientales que afecten a la calidad del sistema. Kirabo Jackson y sus coautores recientemente aprovechan una multitud de decisiones judiciales en Estados Unidos desde 1972 que dictaminan incrementos el gasto público en educación.[2] Estos cambios afectan principalmente a los distritos escolares más desfavorecidos. Los investigadores pueden observar a alumnos en circunstancias muy similares que sufren o no las reformas, por ejemplo, los que terminan el instituto un año antes o uno después de los cambios que determinaron los tribunales. Usando estas comparaciones, encuentran que un 10% de incrementos en el gasto conllevan un incremento de los salarios de los alumnos que se benefician del cambio, años después, de alrededor de un 7%, y una reducción significativa en sus índices de pobreza. Para una reforma educativa, esta es una relación muy alta. Mirando más de cerca la naturaleza de los cambios generados por los tribunales, todo el incremento de gasto se dedica a aumentar el número de profesores y profesionales de apoyo (psicólogos, orientadores profesionales) por alumno y de sus salarios. Otros gastos no relacionados con la instrucción (comedores, gastos de mantenimiento, etc.) no parecen tener una relación con mejoras en el rendimiento.
¿Qué significa esto para España? Parece que un incremento del gasto educativo podría ser beneficioso. Sin embargo, Dos cuestiones sobre como se podría articular son importantes: la primera es que los incrementos en gasto benefician a los alumnos más desfavorecidos del sistema. En España, tenemos escasos datos sobre la desigualdad de recursos educativos y socio-familiares (no se publican estadísticas oficiales), pero un gasto compensatorio sistemático en centros y municipios con estudiantes desfavorecidos podría ser efectivo.
La segunda es que el incremento de gasto podría ser destinado al aumento de salarios a profesores o a una menor ratio de alumnos por profesor en estos centros. Los gastos de personal son la partida más importante de los presupuestos de educación (un 62% del gasto total en España en 2013), por lo que merecen ser estudiados más de cerca.[3] La realidad es que los salarios de los profesores españoles están ligeramente por encima de la media de los países de la OCDE, con una media de 36.670 Euros en 2013.[4] Más allá de esto, los retos del mercado laboral español hacen que ser profesor sea, incluso con un salario modesto, una perspectiva atractiva para muchos licenciados como acreditan la gran demanda en oposiciones. Por ejemplo, recientemente en Andalucía comenzaron oposiciones de secundaria con 14 aspirantes por plaza.[5] Por otra parte, con 25 alumnos por clase de media, España está solo ligeramente por encima del promedio de la UE (24 alumnos).
La mejor evidencia empírica sugiere, por tanto, que los incrementos en gasto educativo pueden ser efectivos, especialmente cuando se dirigen a alumnos desfavorecidos. Dada la realidad del sistema educativo español, parece difícil de justificar una masiva contratación de profesores para hacer clases más pequeñas o un aumento generalizado de los salarios en el sistema. Sin embargo, es muy posible que ciertos programas que dirijan más recursos a las partes más desfavorecidas de nuestro sistema educativo sean efectivos. Un ejemplo sería dar incentivos monetarios a profesores para que den clase en centros donde los retos son mayores.
Por último, la sugerencia de que un aumento del gasto generalizado sería poco efectivo debe invitarnos a buscar reformas conceptualmente más difíciles: debemos pensar más y mejor en qué tipo de cambios del sistema pueden aumentar su calidad. Como ejemplos, hemos hablado anteriormente (http://blogs.elpais.com/alternativas/2016/03/la-caja-negra-de-las-escuelas-los-secretos-de-las-escuelas-más-efectivas.html) y hablaremos más en otro momento de cambios sin coste en el modelo de instrucción, el mejor uso de datos en la gestión de centros y de un cambio cultural en los colegios que conlleve un incremento de las expectativas.
[1] Datos gasto sobre PIB del Banco Mundial: http://data.worldbank.org/indicator/SE.XPD.TOTL.GD.ZS. Datos de gasto absoluto de la OCDE (Education at a glance 2015)
[2] C. Kirabo Jackson & Rucker C. Johnson & Claudia Persico (2016). "The Effects of School Spending on Educational and Economic Outcomes: Evidence from School Finance Reforms," The Quarterly Journal of Economics, vol 131(1).
[3] MECD: Estadística del gasto público en educación. http://www.mecd.gob.es/servicios-al-ciudadano-mecd/estadisticas/educacion/recursos-economicos/gasto-publico.html
[4] No hay datos para la UE en su conjunto. Fuente: OCDE: Education at a glance 2015.
[5]http://www.diariodesevilla.es/article/andalucia/2267179/las/oposiciones/profesor/secundaria/comienzan/junio/con/aspirantes/por/plaza.html
Datos de rendimiento medio de los alumnos que realizaron la prueba PISA (2000, 2003, 2006, 2009 y 2012, no disponibles para matemáticas en 2000) y de gasto en educación sobre PIB (anuales). Ambos indexados tomando como base 100 el año 2003.
Fuente: Banco Mundial (gasto sobre PIB) y OCDE (datos PISA)
(*) Carlos Xabel Lastra-Anadón. Universidad de Harvard
Hay 1 Comentarios
Es un problema muy difícil, pero muy necesario abordar. Muy importante, me parece, es tener en cuenta al profesorado; de alguna manera, hacerle responsable. Hasta ahora, todas las reformas del sistema educativo han sido realizada por los políticos sin pensar en los profesores y estudiantes.
Muchas gracias por abordar este importantisimo tema.
Un saludo
Publicado por: Juliana Luisa | 11/05/2016 13:11:06