VíCTOR C. PASCUAL
Una mujer pasa por delante de un grafitti en contra de la candidata electoral Keiko Fujimori, en Ayacucho.
El Perú ya tiene nuevo Presidente de la República. Será PPK, es decir, Pedro Pablo Kuczinsky, del Partido Peruanos por el Cambio (PPK), quien, en una histórica y reñidísima segunda vuelta, ha obtenido la victoria con una ajustada diferencia de 0,24 % (un 50,12 % frente al 49,88 % de la candidata Keiko Fujimori). Ya avisábamos en el post que publicamos en este medio el pasado día 15 de abril de 2016 que el maniqueísmo de la política peruana entre fujimoristas y antifujimoristas podía reventar todos los pronósticos y tendencias de voto que se mostraron en la primera vuelta de las elecciones, en las que Keiko arrasó con un 39,86 % del voto frente al 21,05 % que consiguió el entonces 2º candidato, el Sr. Kuczinsky.
Sin duda alguna, la victoria de PPK no puede entenderse sin el apoyo que la izquierdista Verónika Mendoza le otorgó en esta segunda vuelta para evitar el retorno del fujimorismo. Y es que, como ha evidenciado el resultado electoral del 5 de junio, aunque la dinastía Fujimori conserva un gran apoyo social en Perú, sobre todo, proveniente de los ámbitos rurales y los sectores sociales más desfavorecidos, por segunda vez, los antifujimoristas han vuelto a ganar la partida. La primera vez fue en 2011, cuando Ollanta Humala derrotó por un estrecho margen también en 2ª vuelta, a Keiko Fujimori (51,45 % frente al 48,55 % de Keiko).
Con independencia de las simpatías o recelos que generan los candidatos, el modo en que Keiko Fujimori el viernes 10 de junio reconoció su derrota y felicitó al nuevo presidente Kuczinsky constituye un acto loable y merece reconocimiento. En un país como el Perú, en el que persisten deficiencias electorales, distorsiones de representatividad, sospechas de acarreo de votantes e indicios de compra de votos, admitir tan limpiamente su derrota, a pesar de que la diferencia entre vencedor y perdedor en esta segunda cita electoral superó ligeramente los 40.000 votos, supone un acto de gran responsabilidad política y pone de relieve el firme deseo de Keiko de que el país continúe su positiva senda de crecimiento, desarrollo y estabilidad institucional. Lo más fácil para Keiko hubiera sido emponzoñar el resultado del proceso, impugnar las actas en numerosas circunscripciones y apelar a la comunidad internacional exhibiendo pruebas de presuntas compras de votos y de distorsiones de la voluntad popular, etc. En tal caso, sin duda, el Perú habría caído en la polarización, en la fragmentación que podían haber hecho tambalear los cimientos de la propia democracia en el país andino. Afortunadamente no ha sido así. La democracia peruana sale muy fortalecida de este ceñido envite electoral.
Ahora bien, el Perú ya tiene nuevo Presidente y, si bien es conocido que PPK seguirá con una política decidida en pro del desarrollo económico y la atracción de inversiones, poco se sabe del programa y las políticas que, más allá de lo económico, piensa emprender el nuevo mandatario. La lucha contra el Fujimorismo generó sinergias en los partidos de la oposición, aunó voluntades y concilió posturas frente al adversario común, pero, una vez ahuyentado el fantasma de la vuelta de un Fujimori al poder, no es suficientemente conocida en qué consistirá la acción de gobierno de PPK. En este sentido, ¿qué propone el candidato electo, además de más -y supuestamente mejor- Capitalismo?. ¿Más recetas del FMI y del Banco Mundial?. ¿Qué va a hacer para combatir el elevado índice de desigualdad social y las altas tasas de pobreza y analfabetismo?. ¿Qué políticas sociales tiene previsto poner en marcha PPK en materia de sanidad, vivienda o educación?. Aunque ciertamente, PPK no lo va a tener fácil, habida cuenta que el Congreso peruano está controlado por los fujimoristas, Kuczinsky tiene en sus manos acometer de forma urgente el “Kambio” que necesita el Perú, en su mano está que la población rural y más desfavorecida del país olvide de una vez por todas las supuestas ventajas que lograron con el gobierno de Fujimori padre, cuyas políticas, aciertos y graves errores, sin embargo, aún siguen generando –como ha evidenciado esta cita electoral- prácticamente un 50 % de apoyo en el país andino.
El presidente Kuczinsky tiene 5 años por delante para enterrar por la vía de los hechos la nostalgia de una gran parte de la población por Alberto Fujimori; si lo consigue, finalmente logrará pasar página a un período, oscuro para algunos y brillante para otros, de la historia del Perú; si no lo consigue, y su neoliberalismo se olvida de las capas más desfavorecidas y del vasto sector rural de la sociedad peruana, en 5 años, un nuevo Fujimori, Kenji, el hijo menor, estará dispuesto nuevamente a presentarse como candidato a la Presidencia, con elevadas posibilidades de alcanzar el poder. La dinastía Fujimori parece no cejar en su empeño de seguir vinculada a los designios y el futuro del país.
En definitiva, que el Fujimorismo subsista o desaparezca en 2021 mucho tendrá que ver con cómo el nuevo Presidente Kuczinsky va a gestionar ese prometido “Kambio” en favor de los peruanos y peruanas, y de cómo llevará a cabo la deseada transformación de la sociedad en un país referente en el continente americano, y no sólo por sus grandes cifras macroeconómicas, sino también por resolver los problemas económicos y sociales reales de las familias y los ciudadanos y ciudadanas de este bello –pero muchas veces maltratado- país.
Víctor C. Pascual es profesor en la Universidad Complutense de Madrid y especialista electoral
Hay 2 Comentarios
https://cronogramadepagos.com/
Publicado por: Web | 11/03/2021 20:37:53
Ojala en estas elecciones para elegir alcaldes y demás autoridades seamos cocientes de la responsabilidad que tenemos, así nos informa el portal https://www.municipalidades.info
Publicado por: Juan Diego | 02/09/2018 12:22:06