JOSÉ ENRIQUE DE AYALA (*)
Redes sociales
De nuevo Francia ha sido golpeada brutalmente por el terrorismo yihadista , por tercera vez en poco más de año y medio, desde enero y noviembre de 2015, además de otros atentados menores. La celebración del 14 de julio en Niza ha terminado en un baño de sangre: 84 muertos y 18 heridos por el momento, niños incluidos. Gente pacífica, que solo quería celebrar su fiesta nacional. La fiesta de la libertad, la igualdad y la fraternidad. Qué ironía.
Y al lado del dolor de las víctimas y sus familias, el fantasma del miedo, del odio. La amenaza de no poder hacer una vida normal en una sociedad libre. El riesgo de que los ciudadanos acepten sacrificar su libertad para tener más seguridad. La probabilidad de que ese dolor sea aprovechado políticamente por el populismo de extrema derecha, en el momento de mayor debilidad política de François Hollande, para conducir a Francia por el camino de la regresión democrática y el antieuropeismo.
Atacan al símbolo de la libertad, al paradigma de la democracia, al corazón de Europa. No es probablemente decisivo que Francia esté ayudando militarmente a vencer al Estado Islámico en Oriente Próximo. Otros países europeos lo están haciendo y no sufren atentados. Golpean donde pueden, donde hay una amplia base de posibles autores, radicalizados religiosamente o simplemente resentidos o llenos de odio hacia la sociedad que los margina. Francia es un símbolo y atacándola, atacan a Europa y al sistema de derechos y libertades, al que nunca vencerán por las armas, intentando ganarle por el miedo.
Un camión. Un hombre solo (aunque pueda haber contado con cómplices), francés de origen tunecino, residente en Niza. No sirve aquí el control del tráfico de armas, ni los registros de nombres de pasajeros, ni el blindaje de fronteras. Lo que es más preocupante: no ha servido el estado de excepción, vigente en Francia desde los atentados de noviembre, que estaba previsto levantar el día 26 y que Hollande ha decidido prorrogar por tercera vez por tres meses más, ni los poderes excepcionales otorgados a la policía por la reforma de la ley penal en mayo, ni la operación Sentinelle que ha puesto en la calle, desde los atentados de enero, hasta 10.000 efectivos militares ¿Qué hacer?
Lo más importante es evitar el pesimismo, porque el pesimismo es la derrota. En primer lugar habrá que averiguar cómo un camión claramente sospechoso (por la carga y por el conductor, fichado por delitos menores) ha podido eludir el perímetro de seguridad de una zona lógicamente cerrada al tráfico en un evento tan multitudinario y en estado de máxima alerta. Hay fallos difícilmente comprensibles. Después habrá que revisar la coordinación antiterrorista en Francia, lastrada como en muchos países por distintos organismos, servicios de inteligencia y fuerzas de seguridad que actúan separadamente. Es necesaria una dirección centralizada que funcione. Y aumentar sus medios, no solo sus poderes, porque es mucha la gente a seguir y mucha la información a analizar.
Por supuesto, es imprescindible combatir el terrorismo yihadista allí donde nace y se desarrolla, no tomando iniciativas propias, raramente eficaces, sino apoyando a los gobiernos de los países afectados con medios políticos, económicos, policiales e incluso militares, si es necesario y así lo solicitan. Pero la verdadera batalla está dentro de nuestras fronteras. Una labor de educación en los valores democráticos, la reducción de las bolsas de marginación de población especialmente magrebí (la banlieu) origen de delincuencia común que a veces deriva en yihadismo, el control de los contenidos de internet que incitan a la violencia, son medidas imprescindibles, aunque sus resultados tardarán en apreciarse.
Nuestra única defensa es la prevención de atentados mediante redes de inteligencia que detecten a tiempo los elementos radicalizados, creación de células, movimientos preparatorios, adquisición de infraestructura. Aunque a veces fallen, han evitado muchos atentados. Hay que seguir por ese camino, mejorando siempre la coordinación interna y con el resto de los países europeos, creando incluso un servicio de inteligencia contraterrorista europeo, y colaborando con los países árabes y musulmanes. Los que han trabajado en la lucha contra otros terrorismos saben que no hay soluciones mágicas ni rápidas. Solo hay trabajo duro, tenacidad, constancia, profesionalidad, cuidado del detalle. Redes de informadores, análisis exhaustivos, seguimiento de todos los hilos. Medios suficientes.
No nos dejemos ganar por el desánimo en los momentos duros. Puede hacerse, y se hará. Sobre todo, no les dejemos ganar políticamente abrazando el miedo, la islamofobia, el aislacionismo. No permitamos que nos contagien su odio. Defendamos nuestra democracia. Si nos mantenemos firmes, la libertad prevalecerá.
(*) José Enrique de Ayala es miembro del panel de Asuntos Europeos de OPEX en la Fundación Alternativas
Hay 1 Comentarios
Para empezar, desde mi punto de vista, hay que solucionar el tema de la disigualdad económica entre países y en un mismo país (recuerdese lo que val respecto decía Kofi Annan) y, por encima del imperante sistema económico-social, hay que cumplir la Declaración Universal de Derechos Humanos. Para empèzar.
Un saludo
Publicado por: Juliana Luisa | 18/07/2016 11:59:12