(*) FERNANDO VICARIO
Baile de la cultural popular colombiana.
La solidaridad y el cariño de América Latina hacia España no tiene freno, salvo por el freno permanente que echa España. Uno de los espacios más activos y eficaces hasta la fecha había sido el cultural. Las continuas interacciones en procesos de gestión, de ejecución y de dinamización de proyectos artísticos, patrimoniales y últimamente de industrias de la cultura marcaron a muchos latinoamericanos y españoles dejando en ambos lados procesos reales de trabajo, ilusiones y realidades compartidas. Legislaciones que buscaban ser equiparables, políticas que dialogaban y presupuestos que, a veces públicos y a veces privados, apoyaban el desarrollo y crecimiento de estos modelos.
España se amparó en la crisis y con esta evasiva se salió de todo. La crisis fue una burda excusa para un cambio de modelo. No era tanto el dinero que se invertía en comparación con la cantidad de beneficios que brindaba a la construcción de ese anhelado espacio cultural.
Claramente, ese modelo a España no le gustaba; le asustaron los derroteros de algunos países latinoamericanos, y decidió excusarse en esa ‘salvadora’ falta de recursos que dejó de manifiesto una atronadora falta de intencionalidad política para seguir construyendo con América Latina un modelo de relación basado en la gente, en lo que le preocupa, divierte, enseña, desarrolla y construye como mejores seres humanos.
Donantes y receptores
La cooperación ya no responde al modelo del siglo pasado edificado sobre donantes y receptores. Cooperar es construir juntos, inventar modos y formas de enfrentar grandes retos que pueden afectar a las partes implicadas y cuya solución requiere aportes de cuantos más actores mejor. En ese terreno, España no se sabe mover con América Latina: o bien le muestra un paternalismo excesivo o bien la llena de empresas de dudosa moral y ética en su proceder.
Hablar entre iguales requiere saberse entre iguales. España no ha querido dar ese paso en estos últimos años. Lo venía construyendo y lo dejó caer. Ahora, en América Latina ni siquiera se espera a la donante de hace muchos años, a la cómplice, a la compañera de viaje. Esto se fragua a través de procesos culturales. Ojalá que en esta nueva etapa revisemos el modo de relacionarnos con América Latina y devolvamos a la cultura el papel que nunca debió perder.
(*) Fernando Vicario es experto en cooperación cultural.
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