VICENTE PALACIO (*)
Donald Trump, presidente estadoundense, durante un mitin.
Hay que reconocer que ha sorprendido favorablemente la reacción a las ocurrencias del Presidente Donald Trump tanto por parte del Presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, como de la alta representante, Federica Mogherini. En los próximas semanas y meses, sabremos más: se irán despejando más dudas, en visitas mutuas en Washington y Bruselas, en la conferencia de seguridad de Múnich, en la Cumbre de la OTAN, en el 60 aniversario del Tratado fundacional de Europa, en las elecciones en Francia y Alemania.
Nos quita el sueño tanto lo que está aconteciendo en EEUU como sus repercusiones. A estas alturas de la película parece claro que los planteamientos que hasta el día de hoy ha mantenido el presidente Donald Trump representan una amenaza con mayúsculas.
Primero, una amenaza para el propio Estados Unidos. El América Primero, una nueva versión del neo-fascismo, lo primero que puede llevarse por delante son sus propias instituciones liberales, en su papel de garantes de las libertades y los derechos consagrados en la Constitución norteamericana.
Segundo, una amenaza de desestabilización aún mayor del orden internacional. El America First y el giro estratégico de ciento ochenta grados que ello implica, podrían empeorar aún más las cosas. Dicho giro está lleno de inconsistencias, contradicciones o consecuencias muy negativas en relación a Rusia, Oriente Medio, China y el Pacífico, América Latina, el comercio internacional, el cambio climático o las instituciones internacionales.
No es que tengamos muchos motivos para llorar por el fin del orden liberal realmente existente: porque no era tan orden ni tan liberal. No es que tengamos que llorar por un mundo ilustrado que se va, un mundo de la Razón y la Verdad con mayúsculas. No era el mundo de Jefferson, de Montesquieu o de Kant.
En realidad, el populismo es siempre la consecuencia de un fracaso. Antes de la contra-revolución o la contra-reforma, vivíamos en una caricatura de la Ilustración, en un mundo demasiado imperfecto de crisis devastadoras, caos financiero, exclusión, desigualdad y pobreza, calentamiento global, terrorismo global, corrupción y crisis de las 'democracias representativas' dentro de Occidente. Sin embargo, al menos estaba viva la idea de un mundo moralmente mejor, de un perfeccionamiento de las instituciones, del multilateralismo.
Y en tercer lugar, los planteamientos de Trump representan una amenaza para la Unión Europea. Primero, por su desconocimiento, desinterés y hasta rechazo de la UE y su proyecto. Su sintonía con el Brexit y las ideas y los líderes populistas que quieren acabar con el proyecto europeo o debilitarlo hasta hacerlo irrelevante, o el pacto con Rusia a manera de una pinza, no deja lugar a dudas.
Pero en segundo lugar, y esto es lo fundamental, porque Trump pone frente al espejo a la propia Unión Europea en lo que tiene de peor: en sus fracasos, su impotencia, su indecisión, su inoperancia, en abordar el gobierno económico, la desigualdad, el desempleo, la brecha generacional, la inmigración, la política exterior.
En este sentido, Trump no es una oportunidad. A menos que tengamos un concepto muy masoquista de las oportunidades. Más bien es un aldabonazo. Es el destino que aporrea al otro lado de la puerta.
Chivo expiatorio
Ha llegado el momento de preguntarse: ¿El gran problema con mayúsculas de Europa es Trump? ¿O nuestra mayor amenaza somos nosotros mismos, es Europa, que funciona mal, que no tenemos proyecto? ¿No estamos haciendo de Trump nuestro chivo expiatorio? ¿Y si fuera así, entonces, qué hacer? ¿Autoflagelarnos y culpar a Europa de todos los males, abandonar la idea, y tratar de regresar a la Europa de las naciones, des-globalizar el mundo? ¿O intentar restaurar el orden liberal internacional y la Unión Europa tal y como eran antes de la contra-revolución, antes de la crisis y del populismo?
Pero esta es una falsa disyuntiva. Las dos opciones miran al pasado, y son tan indeseables como imposibles. Parece mejor extraer lecciones para abordar nuestra misión: reinventar Europa, y reinventar la globalización. Es ésta la batalla de Occidente. De Occidente consigo mismo, y de Europa consigo misma. ¿La última batalla?
La conjunción de Trump y Brexit empujan a la Unión Europea a un punto de no retorno. O da un salto y alcanza la otra orilla, o se cae al vacío. ¿Va Europa a asumir responsabilidades? ¿Una Europa de la defensa y la seguridad, una Europa económica pero también social, una Europa solidaria con la inmigración y relevante con Rusia, China, el mundo musulmán, que apueste de verdad por el medio ambiente y por un nuevo modelo energético?
Algo parece claro: para Europa, no se tratará únicamente de dar una repuesta a Trump, como de encontrar una respuesta a sí misma. Por esta razón, creo que esa respuesta a Trump debe ser una respuesta conjunta, común: en este momento, ningún país europeo, grande o pequeño, debería caer en la tentación de pretender una interlocución privilegiada en nombre de Europa, en mantener una relación especial con Washington: de lo contrario, se agravará aún más la deriva de la Unión. Al menos todas estas sacudidas nos recuerdan lo importante que es un Estados Unidos comprometido con Europa y con el mundo; pero también de lo importante que es una Europa unida y libre y solidaria para Estados Unidos.
(*) Vicente Palacio es director de Observatorio de Política Exterior de la Fundación Alternativas
Hay 1 Comentarios
¿Ocurrencias? En mi opinión no son ocurrencias sino ideas, racionalmente argumentadas, que cuentan con el apoyo de decenas de millones de ciudadanos americanos. Las políticas se deben valorar por los resultados de las mismas, esperemos a conocer los resultados de la gestión Trump antes de juzgarlas.
Un sacerdote, cansado de confesar a un niño siempre por lo mismo, un día le dice: Hasta que tengas un pecado nuevo no vuelvas. La UE se asemeja a ese niño. La UE es consciente de que va a peor, de que crece la aerofobia, de que crece el euroescepticismo, de que crece el rechazo de los ciudadanos hacia sus instituciones y políticas. Es consciente de que pierde peso en la esfera internacional y de que su política económica no da los resultados deseables. Pero a pesar de ello sigue defendiendo, una y otra vez, las mismas políticas y los mismos posicionamientos que provocan todo lo anterior.
Publicado por: ECO | 19/02/2017 11:11:07