EMILIO DE LAS HERAS (*)
La central nuclear de Garoña, en Burgos.
La semana pasada el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) anunció que daba el visto bueno a la apertura de la central nuclear de Garoña, que lleva parada desde 2012, hasta cumplir los 60 años de vida útil. Tendría que acometer primero una larga lista de mejoras, con un coste aproximado de 200 millones de euros. Se da la circunstancia que es la central nuclear más antigua del parque nuclear español. Esta decisión, que aún debe ser aprobada por el ministro de Energía, Álvaro Nadal, podría sentar precedente para el resto de las centrales, que se van acercando al final de su vida útil.
La decisión del CSN no tiene sentido. Garoña es inviable económicamente. Pequeña y obsoleta. Tras cinco años parada y con lo que deberían gastar en seguridad, resulta difícil creer que la propiedad quiera reabrirla. Sí tendrá interés en obtener el permiso para hacerlo. Al contrario de lo que expresó Nadal, sí parece que el objetivo de esta decisión es que se siente precedente y que el resto de las nucleares también sean prorrogadas.
Esta decisión iría en contra de la lógica ambiental, económica y energética. Las nucleares nuevas son irrealizables en Occidente: extremadamente caras, no tienen resuelto el problema de los residuos, y suponen un riesgo tan elevado que las compañías de seguros no son capaces de cubrir. O sea, que a día de hoy lo cubrimos los contribuyentes.
Que son extremadamente caras lo certifica la última locura nuclear en el Reino Unido: las planta de Hinkley Point C. Tras miles de millones en subvenciones públicas, el precio de la electricidad producida por la planta será de 92,5 Libras/MWh, unos 125 $/MWh, al cambio del día de la noticia, cinco veces más caro que la última subasta en Emiratos Árabes, ganada por una planta solar fotovoltaica, a 25,4 $/MWh. ¿Tiene sentido invertir en una energía tan sumamente costosa teniendo opciones mucho más económicas y seguras para el medio ambiente?
Todo parece indicar que se quiere dar el permiso de reapertura a Garoña para dejar la puerta abierta a hacer lo mismo con las siete que están en operación, que a día de hoy producen electricidad barata porque ya están amortizadas, porque no pagan el seguro y porque apenas pagan una fracción del coste definitivo de la gestión de los residuos que generan, ya sea de operación como de desmantelamiento.
La energía nuclear está desapareciendo del planeta. Las 440 centrales que hay en el mundo habrán cerrado en 2050 y apenas hay 60 en construcción o contratación. Puede aparecer una nueva tecnología (la cuarta generación, los reactores modulares pequeños, la fusión…). Ver para creer, en todo caso. Y ojalá que consigan una tecnología como la nuclear de fusión, que podría ser la base de la energía del futuro. ¡Ojalá…!
Pero, entre tanto, es casi seguro que en 2045 no habrá ninguna central nuclear en España. Entonces, deberíamos empezar a aprender a gestionar su cierre ordenado; escalonado, para asegurar que somos capaces de prescindir de ellas en ese año. Porque lo que se escucha en debates y artículos a favor de la prórroga indiscriminada es que “no podemos cerrarlas mañana, no podemos sustituirlas por renovables. Y no conviene sustituirlas por gas o carbón, pues nos cargaríamos nuestro compromiso de no utilizar carbón".
Mix de renovables
¿Quién dice que haya que cerrarlas de golpe? Se puede cerrar la primera en su calendario y gestionar, de manera anticipada, su sustitución por un mix de renovables, instalando eólica, fotovoltaica, termosolar (más cara, pero con capacidad de almacenamiento de energía) y algo de hidroeléctrica reversible (que también sirve como sistema de acumulación de energía), de biomasas certificadas y de geotérmica. Además, se debe fomentar la autoproducción y la generación distribuida. Inversiones que habría que empezar ya, para lo que el paquete de invierno y la Ley de Cambio Climático y Transición Energética que el Gobierno ha anunciado, deberán ser un buen comienzo.
Con los factores de carga recientes, sustituir 7.400 MW de nuclear no requeriría 70.000 MW de renovables, como se ha dicho en algún medio. Sería menos de 35.000 MW. Teniendo en cuenta que la subasta de renovables que ha sido anunciada para junio de este año es de 3.000 MW, en 8-10 años podrían conseguirse los 35.000 MW, y mucho más si fuera necesario. Ya contamos con mucha experiencia acumulada.
Por cierto, estas subastas deberían convocarse con inteligencia, sin prejuzgar tecnologías, pero procurando diversificar. La subasta de 3.000 MW, en las actuales condiciones, podría ser ganada por una sola empresa, con un solo parque eólico o una superplanta fotovoltaica en Almería; y eso no sería una buena solución. Deben escuchar al sector para ver la manera más sensata de repartir esos 3.000 MW de 2017 y los 35.000 MW necesarios para reemplazar la nuclear.
También tenemos capacidad renovable para reemplazar los 20.000 MW de carbón e incluso otros 20.000 MW para asumir un posible crecimiento por electrificación de la demanda. En cualquier caso, conviene que estas nuevas instalaciones se hagan teniendo en cuenta la necesaria diversificación tecnológica, geográfica y empresarial que las renovables requieren. Obviamente, habrá que incrementar las interconexiones con Francia y Marruecos, hacerlo paso a paso, con anticipación y con exceso de capacidad.
Y en el caso de que fuera necesario conceder alguna prórroga a las nucleares, podría gestionarse de la siguiente manera:
A la primera central que le llegue el calendario: no se prorroga y se sustituye con 5.000 MW de renovables. Debe hacerse de forma planificada, empezando a instalar varios años antes, claro. En función del resultado, se pueden gestionar las siguientes fechas de cierre. ¿Hay que dar una prórroga a alguna de ellas? Que sea de 10 años y a seguir reemplazándolas por renovables e interconexiones. En unos 15 años estarían todas cerradas; o quedaría(n) alguna(s) operativa(s), como carga de base, si no se ha encontrado la forma de sustituirlas, aunque muy probablemente no sea necesario: al ritmo que avanza la tecnología la gestión de la intermitencia de las renovables ya se habrá resuelto para entonces. En cualquier caso, no tiene sentido dar una prórroga común de 20 años para todas.
Reducción de emisiones
En 2050, si cumplimos los compromisos de la Unión Europea derivados del Acuerdo de París, la economía española deberá estar casi totalmente libre de carbono (lo que significa una reducción de emisiones de gases de efecto invernadero de entre el 80 y 95% respecto de 1990). Y no parece que ninguna eléctrica quiera invertir en una nueva central nuclear de costes prohibitivos, plazos imposibles y permisos todavía más imposibles. Para entonces, debemos tener unos 120.000 MW de capacidad renovable instalada. Según esta propuesta de monitor Deloitte, eso requerirá inversiones anuales de unos 10.000 Millones de euros, pero generará ahorros de 25.000 millones anuales. No sé a qué estamos esperando.
¿Cuál es el verdadero problema? El viejo problema de ganadores y perdedores. En la transición energética que deberíamos acometer, las empresas propietarias de las centrales nucleares, de carbón y de gas, dejarán de ganar decenas de miles de millones. Y no quieren. En 2045 no habrá ninguna nuclear en España. Sería insensato jugar al juego de que nada cambie hasta el 2044 y en el 2045, las cerramos todas. Hay que afrontar la transformación energética ya.
(*) Emilio de las Heras es ingeniero y experto en cambio climático y economía
Hay 1 Comentarios
En 1970-1980 tuve ocasión, graciasa una subvención, de estudiar las posibilidades de la energía solar. (Resumí esas posibilidades en una entrada en mi blog. Solo fue un resumen). Todo se echó a la basura porque a las grandes empresas no les interesaban (las famosas operaciones de comprar y vender patentes y el deseo de ganar y ganar dinero). No me voy a detener mucho. Pero es una vergüenza. España cuenta con energia solar suficiente. Es una vergúenza hablar de "pobreza energética" y decir que "como no ha llovido ...". ¿No seria mejor decir: "Como quiero ganar más...?
Un saludo
Publicado por: Juliana Luisa | 25/02/2017 18:47:44